Feminismo

[Vencer el miedo] Correr

Abril Riveros

Mi historia de autodefensa feminista comenzó a la una de la madrugada del domingo 19 de agosto de 2018 y a la fecha considero que continúo sanando acompañada del arte y de la presencia femenina. Pero primero es necesario traer al presente ese comienzo, aquí mi testimonio:

«Soy una mujer que vive en Xalapa, Veracruz y escribo desde el anonimato para que mi familia no viva con la angustia de saber que su hija estuvo en riesgo de desaparecer.

Después de trabajar toda la tarde del sábado 18 de agosto quise distraerme un poco y salir por la noche con unas amigas (parece absurdo que tenga que justificarme), bailamos un rato pero decidí irme antes para levantarme temprano al día siguiente y continuar mi trabajo. Salí del bar “Cubanías” (en el centro de la Ciudad) aproximadamente a la una de la mañana y vi muchas personas en la calle lo que me animó a caminar hasta mi domicilio en lugar de tomar un taxi, siempre me ha dado desconfianza tomar sola un taxi. Mi casa queda en la calle 20 de noviembre y ya otras veces caminaba hasta allí haciéndome unos 15 o 20 min así que emprendí camino atenta siempre a cualquier detalle del camino.

Pasé por el barrio de Xallitic donde también vi mucha gente y movimiento y seguí por la calle Lucio hasta llegar al cajero de Banamex que está en la esquina de “Poeta” con “Lucio” y seguí sobre esa acera subiendo Lucio. Cuando terminé esa larga cuadra vi un taxi (como cualquier taxi verde y blanco con franja rosa de región Xalapa) estacionado en dirección a la calle Revolución, tenía las luces de atrás prendidas y aunque sentí algo raro dentro de mí pensé que no tenía porqué sospechar pues quizá estaba descansando o venía a dejar pasaje entonces continué a la siguiente cuadra y penúltima que me llevaría a casa, pero siempre tengo la manía de voltear hacia atrás por si viene “un hombre” tras de mí, de día o de noche siempre volteo de reojo por temor a una nalgada, manoseo, etc. (no hay día que no camine al trabajo sin recibir acoso callejero, miradas y frases vulgares al descaro), cuando alguien viene atrás me hago a un lado para que pase primero o me cambio de acera, así que esta vez no fue la excepción y cuando empezaba a caminar la cuadra escuche pasos que doblaron la esquina, era el hombre que bajó del taxi estacionado tan pronto pasé, yo al darme cuenta que venía “normal” tras de mí un hombre moreno medio obeso con playera azul marina y chaleco de bolsas tipo reportero con cabello al ras me decidí cambiar de acera simplemente porque no me gusta que vengan tras de mí, pero…Mi sorpresa fue que él hizo lo mismo.

Noté que me miraba e inmediatamente me di cuenta que venía por mí, no esperé tenerlo más cerca (lo tuve a un metro de distancia) y me puse en alerta para correr cuando él alcanzó a decirme que de todas formas me iba a “agarrar”, ahora entiendo que me dijo eso para que yo me paralizara del miedo y me quedara quieta, pero el miedo y mi instinto de supervivencia me hicieron correr, corrí sin mirar atrás, corrí hacia abajo regresándome toda esa cuadra de Lucio que se me hizo eterna, corrí con tacones lo más rápido que pude y en automático empecé a gritar “¡auxilio, auxilio, auxilio…!” sin que nadie saliera, la dimensión del tiempo y el espacio se me perdieron en ese instante eterno, yo escuchaba sus zapatos corriendo tras de mí pero no miré atrás, sólo corrí a pasos largos sintiendo que en cualquier momento me alcanzaba hasta que llegué al cajero Banamex nuevamente, me detuve porque aparecieron dos hombres, uno de civil y otro con una gorra y chaleco oscuro que al verme tan asustada casi queriendo esquivarlos a ellos también (pues no sabía si querían ayudarme a mí o al atacante) me dijo “tranquila, tranquila, soy el guardia de seguridad del Mercado Galeana, ¿qué pasó?” y con temor y desconfianza aún, con mis pies en alerta para continuar corriendo de ser necesario, le dije que el hombre del taxi me correteó y quería atacarme, el sujeto ya no estaba, no me di cuenta en qué momento dejó de correr tras de mí, el guardia inmediatamente habló por su radio para reportar el hecho “intentaron secuestrar a una muchacha” dijo, me recargué en el poste del cajero tratando de calmar mi respiración cuando en eso apareció un taxi sobre poeta ofreciendo su servicio pero venía con la malla oscura que ponen para el sol de su lado –lo cual no tenía sentido- y no pude ver su cara –era el mismo taxi tratando de que en mi pánico subiera para llevarme “a salvo a casa”- yo dije que no quería taxi mientras éste se desplazaba lento por Poeta en dirección al mercado (para que no se sospechase de él, imagino), entonces el civil dijo: “ese era el taxi verdad?”, el civil y el guardia aseguraron que sí era y tenía lógica pues se regresó a su taxi y se dio la vuelta para encontrarme cuando bajara Lucio, era el mismo modelo de taxi (aunque no vi las placas), el civil me dijo: “yo vi que cuando usted subió por Lucio él subió y se dio la vuelta” es decir, me venía siguiendo y se estacionó en esa calle para poder atacarme. El guardia y el civil me acompañaron hasta la puerta de mi casa y yo aún con desconfianza llamé a una amiga y nos mantuvimos en línea describiéndole mi ruta hasta entrar a casa en voz alta para que éstos hombres (el guardia y el civil) que no sabía aún si eran aliados escucharan que estaba en contacto con alguien, fue una caminata rápida y sólo les di las gracias y cerré la puerta muy nerviosa, finalmente sí estaban de mi lado y fue una suerte topármelos. Dentro de mi casa estallé en crisis, marqué a un amigo, lloré, le narré lo que acababa de vivir y traté de desahogar un poco toda esa confusión y angustia que me embargaba el cuerpo, pensaba en todas las mujeres que han pasaron por esto y que no regresaron a su casa, me dolieron. Perdí la noción de la realidad, sentía como si una parte de mí se hubiera quedado en la calle, quería que alguien me tocara y me dijera que sí era yo la que estaba ahí en casa, intacta, la que se había salvado, la que no estaba violada o secuestrada o muerta, que había vivido para contarlo, que iba a volver a ver a mi familia. Amanecí con un dolor intenso de piernas y con miedo de salir, aún con el tiempo y espacio perdido, sentía que podía ser una pesadilla y que iba a despertar, pero no, eso había ocurrido y ahora tenía que salir y contarlo, tenía que prevenir a otras mujeres. Salí en Domingo obligada por el hambre, no tenía nada en casa, salí sintiendo que cualquier taxista me miraba, que me perdía entre la multitud, que quedaba atrapada entre las miradas del machismo, salí con miedo pero también con coraje de hallar a ese hombre, para denunciarlo. La noche anterior no me esperé a saber si la policía lo detuvo ante la denuncia del guardia, pues yo sólo quería encerrarme en casa. Casi no dormí, tenía miedo de soñar y revivir lo ocurrido con un final fatal, fue la noche más larga de mi vida.

Ahora cargo con un gas pimienta en mi bolsa, ahora sólo pienso en salir acompañada y tomar radio-taxi y fotografiar las placas para enviarlas a mi red de seguridad (amigos y familia), no quiero tomar cualquier taxi que pasa por la calle ni de día ni de noche.

Decidí contar esta larga historia que viví en minutos para alertar a otras mujeres, para que mi experiencia les sirva para protegerse, es lamentable tener que decirles que se entrenen, que aprendan defensa personal, que compren un gas lacrimógeno, que no salgan solas de noche, que miren siempre quien viene detrás de ellas, que cuando salgan de casa miren a ambos lados, que no tomen cualquier taxi, que sí deberíamos poder vestir como quisiéramos y caminar libres por las calles a cualquier hora, que es nuestro derecho, pero, desafortunadamente vivimos en un País en donde la libertad de la mujer se castiga, intentamos vivir en un país, en un estado en una ciudad en donde las calles huelen a feminicidio. No podemos acostumbrarnos, esto tiene que cambiar, no podemos resignarnos, no podemos vivir defendiéndonos.

Por favor comparte este testimonio, porque ninguna persona está exenta de ser víctima de violencia y necesitamos ayudarnos.»

La primera autodefensa fue aquella de correr como nunca lo hice en ninguna carrera, la inercia de correr por la vida te convierte en atleta en segundos. Luego vino el grito y la denuncia. El texto que cito lo circulé por redes, lo envié a mis amigas para que me ayudaran a difundirlo y a advertir a otras mujeres, pues en ese momento temía también por aquellas que estuvieran en riesgo como de las que hubiesen sido ya víctimas de esta situación y animarlas a denunciar, al haber vivido esto me sentía con una responsabilidad inmensa de pasar la voz y también con una necesidad de liberar mi miedo en cada vez que repetía oralmente mi historia con las personas más cercanas. Hablar fue mi primera terapia después de la agresión, luego el escribir recordando todo para hacerlo público, así fue disminuyendo paulatinamente el temblor de mis manos en la primera semana, también tomé algunos tés para reducir el estrés.

Al ir compartiendo mi historia otras mujeres se espejearon, me dijeron: “a mí también me pasó”, algunas habían hablado, otras no, y ahí cobró más sentido para mí la palabra sororidad, pensé en que sólo nos tenemos a nosotras y creernos y cuidarnos entre todas nos puede mantener a salvo, tejer redes de apoyo puede sostenernos y fortalecernos.

Seguí procesando, pensando que esa página no podía arrancarla, que no tenía que darle la vuelta, que iba a estar siempre en mi historia de vida pero que justo debía voltearla a ver como el momento en que regresé a casa más fuerte y que esa fuerza debía ocuparla para sanarme y sanar con otras mujeres. Mi otra compañera de sanación ha sido el arte, otra válvula de escape en donde he podido fluir y retomar confianza en mi poder de reinventarme más fuerte.

A la fecha sigo en el camino encontrándome con otras mujeres que de repente sacan su historia, como aventando un hilo a la red, y yo lo cacho y escucho (sin decir aún que a mí también me ocurrió hasta que ellas terminan de hablar), al convertir en imagen eso que me van contando (a veces habemos más mujeres presentes) mi pecho se agita y mis manos sudan como si volviera a aquella noche en que corrí por mi vida, sus historias también son la mía, algunas practican box, otras defensa personal, el gimnasio, se entrenan de diferentes maneras, física y emocionalmente y yo también. Sí, a la fecha mis manos siguen sudando, aún volteo incontables veces cuando camino en la calle aunque sea de día, sí, aún pienso en qué pasará si un día me topo al taxista que me atacó, pero mi miedo se ha ido encogiendo de a poco, porque me niego a paralizarme, quiero estar más alerta, quiero ser ágil y fuerte, estar prevenida para autocuidarme y autodefenderme o defender a otras, solidarizarme.

Concluyo el texto mas no mi tiempo de contar y seguir sanando, dejo una imagen de un bordado que titulé “corre” como una sutura a aquella noche en que me sentí rota.

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La Crítica