Si ven que una mujer gorda está bajando de peso o talla, no lancen comentarios como los siguientes:
Oye, ¿has estado bajando de peso?, ¡te ves muy bien!
¡Te ves mucho mejor!
¡Te ves más delgada, qué guapa!
¡Se te ve mejor la ropa!
Oye, ahora sí te vas a poner X prenda, porque ya la vas a lucir más chido.
¡Qué ligerita te estás poniendo, hasta te ves rejuvenecida!
¡Oye, te ves más delgada! Qué bueno que ya lo estás haciendo, más que nada por tu salud, ¡eh!
¿Ves como sí puedes? Ahora, síguele echando ganas que aún te falta mucho.
Deja tu la estética, es por tu salud y claro, en el camino, te verás mejor.
Qué bueno que lo estás haciendo ahorita que aún eres joven, porque si no después te va a costar más trabajo y te vas a quedar así.
¿Saben por qué? Porque esos comentarios, aunque no los digan con mala intención, lanzan y refuerzan el mensaje de que la valía de aquella mujer a quien se lo dicen está sustentada en el tamaño y la estética de su cuerpa; porque, mientras ella esté más delgada o más apegada al estereotipo de belleza (que tenemos bien clavado hasta los huesos) será mejor, más atractiva, más deseable, más saludable y demás.
¿Y qué creen? Eso se llama gordafobia en su más pura expresión y la replicamos de manera bien automática y, la mayoría de las veces, sin saberlo. Bueno pues, ¿adivinen qué? Si lo que sentimos es emoción, felicidad, orgullo y admiración, resultan una forma mal dirigida de expresarlo y quizá te sea sumamente complicado comprenderlo si no eres una mujer gorda. Por otra parte, si te sientes una persona preocupada por el estado de salud de esa mujer, hay comentarios que lejos de demostrarlo, sólo reflejan la falta de empatía y sensibilidad, también sabemos que en ocasiones sólo buscan satisfacer el morbo.
Si en este punto piensas que estoy siendo una exagerada, déjame decirte que bastaría con irlos desmenuzando para que, quienes quieran, se den cuenta de cómo funciona, pero esa es otra historia que no viene al caso meter acá. No al menos por ahora. Pero si como mujer gorda te ha tocado escucharlos y te has sentido mal, incómoda, señalada, humillada o menospreciada, ya podemos tener un punto de partida.
Así pues, desde el entendido en el que nadie está en la obligación de tener un gusto, interés o deseo por una mujer gorda te digo lo siguiente: si su percepción de belleza está definida por ese estándar estético y heterosexual que rige en nuestra sociedad, está bien. Si su ideal de mujer atractiva y cogible está determinado por el tamaño, forma y contenido de una cuerpa, está bien. Lo que no está chido es pretender que las mujeres estamos en la obligación de querer (sí, querer) entrar al cumplimiento de esa expectativa. Tampoco está chido que se nos trate o hable desde la superioridad, desconocimiento y violencia que nos orillen a hacerlo. Porque no lo estamos.
No lo estamos por la simple razón de que las mujeres no tendríamos porqué iniciar una “dieta” desde el odio a nuestra cuerpa, desde el castigo por ser como somos, no deberíamos comenzar a hacer ejercicio por repulsión a nuestra cuerpa.
Hoy les digo que no, no pipol, las mujeres gordas somos mucho más que el dígito que se ve reflejado en la pantalla de una báscula, más que el número condenatorio que nos dan con el IMC y que éste último termina de poner una etiqueta y con ella los estigmas correspondientes a cargar.
Ojalá todas las mujeres gordas supiéramos que también somos sujetas de derecho, tenemos derecho a recibir atención médica de calidad con respeto, empatía y ética. Tenemos derecho a que no se nos discrimine ni violente.
Ojalá pudiéramos romper con las cadenas gordafóbicas que nos frenan en todos los sentidos. Ojalá todas pudiéramos lograrlo desde un lugar consciente, amoroso y paciente hacia nosotras mismas, con un acompañamiento integral que nos recuerde que no estamos solas y que la valía de nuestra existencia no se basa en la apariencia de la cuerpa que habitamos.