Por Montserrat Pérez
Tú no tuviste la culpa. No fue el camino. No fue la ropa. No fue lo que tomaste. No fue la ropa que sacaste del clóset, ni la que te quistaste. No fue la calle. No fue la hora. No fue lo que fumaste ni lo que pensaste. No fue tu sonrisa. No fue tu cansancio. No fue el cuarto donde decidiste descansar. No fue tu trayecto, ni que decidieras tomar el metro. No fue el carro ni la esquina donde doblas que no tiene luz.
No fuiste tú. No fue tu personalidad. No es que fueras débil. No fue haber bailado hasta el amanecer. No fue pedir quedarte. No fue aceptar quedarte. No fue el calor del verano ni el frío del otoño. No fue que confiaras demasiado. Ni que bajaras la guardia un rato.
Fue alguien. Alguien con cara, con nombre, apellido. Alguien que se siente que tiene el derecho. Alguien que sabe de impunidad. Alguien que se aprovechó. Alguien para quien la confianza es sinónimo de abuso. Alguien que se sabe arma. Alguien que se usa como arma. Alguien que tuvo cómplices: el estado, la sociedad, quienes se quedaron callados.
Ya pagará. Será nuestra la justicia. Ya pagará. Nunca más te sentirás sola. Ya pagará. Caminaremos contigo, tomadas de la mano. Ya pagará. Con una justicia nuestra. Ya pagará. No tendrá descanso ni sueño tranquilo. Seremos pesadilla, balanza, estrado.
Sonreirás de nuevo. Te lo prometo. Para nosotras habrá un nuevo amanecer.
Monserrat:
Entre la tormenta tu escrito me genera calma, me llama a compartir, a rugir.
Te agradezco, te abrazo.