Por Itzel Tal
TU NOMBRE
Tu nombre me puebla
franquea mi cordura
sus límites
frágiles de tí
Tu nombre se me atora
en todas las gargantas
y se hace
nudo el dolor
Tu nombre ocupa todo
el espacio que habito
los restos impíos
del tiempo
Tu nombre
entrelíneas
Tu nombre
entredientes
Es tu nombre
pueblo, saliva y silencio
ROMPES
Rompes la lógica
incluso
de toda teoría
inconsciente
Porque te sueño
y después te deseo
sin beberte
Rompes un mar
huellas
de toda una vida
rota
Porque te busco
y rememoro
sin tregua de encuentro
Rompes silencios
recuerdos
de otros febriles
tiempos
Porque tuyo
es el silencio
que genera su propio eco
A-PENAS
Apenas tu nombre en mi recuerdo
me vibra el tiempo
Apenas sospecha de tus labios
recorren ya mi cuerpo
Me detengo en el día a sentir el deseo
tus suspiros en el viento
metafísicos tus dedos
Que presiento en toda mi silueta
Me arqueo
Un destello en el vientre
En la vulva
sólo basta suponer otro encuentro
Apenas la imagen de tus senos en mis ojos cerrados
sellados
la respiración se agita
no hay orgasmos desterrados
Apenas diez años han pasado
tus dientes siguen en mi espalda
atravesando distancias
volviendo al lugar anhelado.
(DES)ENCUENTRO
Pensarte
humedad anticipada
asegurada
Mi vulva se agua
Desearte
recuerdo persistente
inconsciente
Tus senos intransigentes
Buscarte
freno racional
intencional
Cuerpas de manantial
Tocarme
calma momentánea
colectánea
Hasta el siguiente ciclo
Hasta el siguiente (des)encuentro
QUE NO DIGAN QUE HICE TRAMPAS
Una vez miré algo parecido a tus ojos
Fue un documento inanimado
pero reflejaba una vida de silencios, dolores y muchas alegrías
Me gustó la despreocupación de tus movimientos
Nunca pensé en tocarte la mano
Te vi entre pasillos y números
Y aunque familiar, fuiste diferente a todo
Una sonrisa, unos ojos grandes, no más que tu mochila,
y separados, no más que estos recuerdos
Y algo me atravesó
No dije nada, casi nunca digo nada
Incluso ahora escribo para no decirte nada
Porque lo que diga podría mirarse desde un lugar peligroso
Desde los confines de las relaciones comunes
Heterosexuales
Por eso (te) escribo
Sin decir/te nada
Aunque confieso
Que cuando me pides historias, brillo
Doy un salto imaginario
Y es absurdo esto
Pero confieso(te) lo que puedo en la medida que puedo
Y te respondo algo que me de un sitio en tus recuerdos
Aunque me alejo de lo cotidiano
Mantengo distancias para no agobiar
Callo y espero
Te digo entrelíneas que las cartas podrían ser un vínculo
Que donde quiera te puedes encontrar un papel, un guiño
Ojalá fuera mío
No tengo culpa
Pero ojalá fuera mío
Así sabría del nuevo falso abandono
Así podría decirte que te vi entre pasillos
Sentí
Y callé
Y no dije nada, porque casi nunca digo nada
Pero no dejé de mirarte contemplativa
Y escuché tus historias, de cerca y lejos
Y salí contigo
Y te quise tomar la mano
Arrebatada
Caprichosa
Aguerrida
Voluntariosa
Aventurada
Terca
Arriesgada
Indecisa
Decidida
Todo lo que se quiera decir sobre mí
Que no digan que no amé con locura a las mujeres en mi vida
Que no digan que hice trampas
MARINA (Y) LA MIRADA
Te miras en el espejo de la otra y no sabes cuántos años han pasado, te sientas en su mesa, con su comida y sus pensamientos del mundo. Cuánto tiempo esperaron el encuentro, cuánto tiempo en lugares ridículos como Escandinavia, escuchando voces que se parecían dramáticamente a la suya, pero sólo eso: se parecían.
Recordarás la vez que en el subte creíste que el pasado se te caía como un muro lleno de alambres, no supiste sino temblar y recorriste su cuerpa como en todos los sueños (cuando querías dormir y dormir pensando en que de esa forma inexorable verías lo que viste entre los pasitos apresurados en la mañana del subte); el cabello negro y largo, supiste de su tesitura, del estruendo de cristales rotos que escuchaste romperse dentro de tí, le miraste las manos buscándole el rojo brillante, te perdiste en los bordes que más bien eran sombras en la ropa, marcando el escondido encanto de sus senos púrpura.
Pero era otra, como siempre que caminabas y escuchabas y soñabas y veías, era otra; no tardaste en sentirte estúpida cuando su voz pidiendo la hora sonaba a otra cosa, o cuando los ojos que viste no tenían la caída de gancho que tienen los suyos, te sentiste ridícula y rota.
Volviste al espejo y a la silla, cerrarías los ojos como sabrán las diosas quién sabe cuántos años, con fuerza lo hiciste, queriendo que al abrirlos, el aire se transformara y se hiciera poco a poco la silueta de su hacer el amor.
A veces llorabas, lo recuerdo, porque no había nada y ya sólo podías quedarte en un rincón besando lo único que te quedaba: (sus) recuerdos.
Te lamentabas por no saber si pasaste más años con o sin ella, esperándola o despertando a su lado, olvidabas detalles que antes eran el pan de la cena, tenías tanto miedo, temblabas. Cómo lo recuerdo.
Y un día, con tu vestidito rojo saliste de nuevo de casa para ir a morir, te sentaste tarareando alguna música y ella tenía sus uñas en tu espalda, la boca seca y toda la eternidad contenida en la piel… Abriste los ojos, esta vez sin contar hasta siete ni pretender nada… y ahí estuvo, frente a tí, esperando con los silencios que eran de las dos.
Te caíste del muro con todas tus lágrimas encima.
Y te quedaste.