Por Joanna Russ
Publicado originalmente en The Crossing Press (1985)
Traducción no oficial
Primera traducción: Luisa Velázquez Herrera
Traducción final: Angie Melissa Rueda Flórez
Una mujer fuerte es una mujer en cuya cabeza
una voz repite: te lo dije,
eres fea, mala, perra, quejumbrosa, chillona, bruja,
mandona, nadie te amará nunca,
¿por qué no eres femenina?, ¿por qué no eres
eres amable?, ¿por qué no te callas?, ¿por qué
no estás muerta?
Marge Piercy, «Para mujeres fuertes» en La luna es siempre mujer (Alfred A. Knopf, Nueva York, 1980)
Las mujeres verdaderamente buenas, agradables y hermanas son mujeres muertas. Bueno, no; nadie espera que literalmente millones de nosotras dejemos caer flores en el pecho como Elaine «la Dama de Astolat», y sin embargo, lo sospecho. Se supone que las mujeres debemos hacer sentir bien a otras personas, satisfacer las necesidades de los demás sin siquiera tomar en cuenta las nuestras, lo cual es el gran mandato femenino, tal autorepresión equivale a la muerte de nosotras mismas, ¿por qué nos exigimos tal imposibilidad?
Todas las personas oprimidas requieren ser controladas. Debido a que la violencia directa y la coerción económica son útiles solo la mitad del tiempo, la ideología (es decir, la opresión internalizada, la voz en la cabeza) se nos es impuesta para llenar los vacíos del sistema, en caso contrario, cuando la gente descubre su propio poder, los gobiernos corren riesgo. Por esto, además de todos los mecanismos implementados para controlar a la gente, su propia fuerza debe hacerse tabú para sí misma. Es permitido que un gran número de hombres experimente algo de poder siempre que lo gasten contra otros hombres y principalmente contra las mujeres (una situación ideal ya que impide que hombres y mujeres cooperen entre sí, pues tal cooperación es una grave amenaza para los poderes fácticos). Por esta razón, el mandato masculino es menos severo que el femenino. El mandato masculino ordena evitar el riesgo al fracaso, insuficiencia e impotencia en una sociedad (construida sobre la competencia y la propiedad privada) a través de la existencia contra las y los demás.
Por otro lado, el mandato femenino permite que no exista ayuda para sí mismas en absoluto, pues las mujeres existimos para los demás. Sin embargo, las mujeres también están aterrorizadas de su propia fuerza interna; por ejemplo, las mujeres consideran el éxito de otras «el peor pecado», las mujeres obligan a otras a ser “altruistas”, las mujeres preferirían estar muertas antes que ser fuertes, la indefensión antes que la felicidad.
Y las mujeres feministas también.
En breve, existen dos posibilidades para las mujeres: puedes ser una mamá mágica (MM) o una hermana temerosa (HT).
Las mamás mágicas son escasas y las hermanas temerosas son comunes, el tabú es tan fuerte que es más seguro sentirse completamente incompetente o lo más cercano a esto en tanto sea humanamente posible. Además, para ser una mamá mágica se requiere algún logro real y visible, lo cual, en una sociedad dominada por hombres, es poco común.
A pesar de ello, cada grupo feminista contiene al menos una mamá mágica, en donde el significado del éxito es completamente relativo, es decir, siempre se puede elevar a alguna al estado de mamá mágica (MM). (Por ejemplo, si las integrantas astutas del grupo, conscientes de esta posibilidad, se niegan a hacer, decir o lograr algo, pueden ser elegidas de igual forma por logros pasados; incluso, se pueden aprovechar de diferencias cada vez más pequeñas en su comportamiento como evidencia de su maternidad mágica).
Dado que todas las mujeres estamos luchando contra el mandato femenino, una de las formas en que las mujeres exitosas luchan contra la culpa del éxito es aceptando ser la mamá mágica (MM).
Si las MM no cumplen con las condiciones anteriores, se sienten terriblemente culpables. Las MM saben que nunca pueden hacer lo suficiente.
Como la madre victoriana, la mamá mágica paga por su éxito renunciando a sus propias necesidades, pero tales no desaparecen. La MM se siente culpable por sus logros, por no dar más (de hecho, este es el sentimiento común de las mujeres cuando no hacen nada por nadie), y por la constantemente creciente rabia que deriva de sus penurias, además de la rabia causada por tener que sentirse culpable todo el tiempo.
Entretanto, la hermana temerosa también tiene mucho de qué enfurecerse. Al haber evitado la culpa de sentirse competente, a ella le es permitido sentir y expresar sus propias necesidades, pero ella paga por estas “ventajas” con una vulnerabilidad reforzada que requiere que alguien satisfaga sus necesidades por ella, pues no se le permite hacerlo por sí sola.
El problema es que nadie puede satisfacer sus necesidades.
No importa cuánto se le haya cuidado, la hermana temerosa logra deshacerse de las demás, pues nunca es suficiente. Ser cuidada es precisamente lo que no necesita. Ser cuidada refuerza su vulnerabilidad; por el contrario, lo que ella realmente necesita es tener acceso a su propia capacidad (y esto es algo que nadie puede otorgarle a otra persona)
La hermana temerosa, al insistir en recibir lo que ella no necesita y puede utilizar, se torna cada vez más necesitada, así como más y más furiosa. La mamá mágica, furiosa por aquel sentimiento de culpa que lleva consigo y por una necesidad similar a la de la hermana temerosa, tarde que temprano falla al querer suplir las necesidades de esta última. Es probable que la mamá mágica finalmente enferme o revele algún defecto humano. Es probable que ella renuncie, critique a las personas, o se enoje. Si a la mamá mágica se le ha otorgado tal rol sin estar enterada o sin su consentimiento, es probable que no sepa qué se espera de ella y puede que “peque” por ignorancia.
La hermana temerosa puede tolerar el éxito de otras mujeres siempre que tal logro sea “desinteresado”, es decir, acompañado de suficiente entrega a las demás y desprovisto de alguna señal de satisfacción (y recuerda, es precisamente su propia capacidad lo que ella está reprimiendo. La HT ahora experimenta la insoportablemente enfurecedora situación de ser (aparentemente) abandonada por alguien que (aparentemente) disfruta de la escasa capacidad que ha hecho inaccesible para sí misma.
La mamá mágica, ya lo suficientemente furiosa por años de autorepresión que resultaron ser inútiles (debido a que nada de lo que ella hace satisface ni a la hermana temerosa ni a su propia conciencia) experimenta la insoportablemente enfurecedora situación de ingratitud y queja de alguien para quien ella ha trabajado fuerte y por quien ha “sacrificado todo”.
Aún peor, tampoco puede justificar su furia, ya que aquel (usualmente falso) supuesto social de dictamina que las personas causan sus propios fracasos, en ambos casos, resulta ser completamente cierto. Pero, al mismo tiempo, ambas sienten que su furia está justificada debido a que (según el mandato femenino) la mamá mágica está en lo correcto cuando se auto-cohíbe y la hermana temerosa también cuando está vulnerable.
Si juntamos a la mamá mágica y a la hermana temerosa obtenemos el papel femenino convencional.
También obtienes menos precio y destrucción[1]
El trashing en el movimiento feminista siempre ha operado de «abajo» hacia «arriba», dirigido por la hermana temerosa (es decir, desde las que han adoptado la posición de HT) hacia la MM auto-elegida (o simplemente supuesta). La agenda oculta del trashing es promover la indefensión y el fracaso, sea cual sea la motivación aparente. La recompensa de llevar a cabo esta agenda es “ser buena” (aunque miserable).
El escenario de la mamá mágica y la hermana temerosa se basa en la atribución poco realista de enormes cantidades de poder a un lado (madre mágica) y la atribución aún más irreal de ninguno al otro (hermana temerosa). Se basa en la idea de que herir los sentimientos de otra mujer es lo peor, lo peor que una mujer pueda hacer (incluso lo más horrible que se pueda ni siquiera decir). En un mundo donde mujeres y hombres son privados de comida, se les dispara, golpea, bombardea y viola, el supuesto anterior requiere algo de esfuerzo para ser asumirlo como cierto, pero debido a que el guión de MM/HT lo requiere, se cumple. (El guión también asume que la MM no tiene sentimientos, o si los tiene, herirla es un acto meritorio).
Las MM hacen menos daño: ellas pueden trabajar hasta la muerte o, paralizadas por la culpa, no hacer nada. También pueden alentar la culpa de otras MM o no desalentar las expectativas que las HT tienen sobre ellas. Cabe decir que desalentar las expectativas de una HT sobre una MM es una iniciativa plagada de riesgos, como muchas feministas conocen ya sus costos.
¿Qué hacer entonces?
Ambas partes necesitan estar convencidas de que el amor propio y la autoafirmación no son cosas malas. La MM debe aprender que los sentimientos de culpa no son obligaciones políticas objetivas, la HT necesita aprender que sentirse intensamente en conflicto con el poder no significa que deba tomar el papel de vulnerable. La MM necesita ayuda, la HT no.
Nadie toma originalmente ninguna de las dos posiciones por su propia voluntad. El mandato femenino se nos impone a todas. Pero en la edad adulta, y ciertamente dentro de una comunidad feminista, una mujer que permanezca en cualquier posición es su propia prisionera.
Entender la comunidad de mujeres como una organización misteriosamente amorosa de debiluchas que se compensan con amabilidad y dulzura por la hostilidad que debemos soportar en el mundo exterior es una descripción que caracteriza con exactitud a la subcultura femenina de clase media de los estados unidos, tal y como ha existido en el patriarcado por siglos (sin ningún cambio significativo).
Lo anterior no es un movimiento revolucionario, es un gueto en el que cualquiera que sea percibida como exitosa, adinerada, o poderosa es tomada como mamá mágica, cuya función es compensar a las demás por el despojo del mundo en el que vivimos y el miedo a la autonomía propia. Esto es imposible, entonces el requisito para ser mamá mágica se convierte en hacer sentir bien a las demás todo el tiempo, un objetivo particularmente seductivo en tiempos de reaccionarismo político; cuando la actividad dirigida hacia la (aparentemente) estructura social monolítica no es solo frustrante, también terriblemente peligrosa.[2] Por lo anterior, la honestidad es rechazada, los sentimientos que necesariamente evocan compasión y la parálisis son considerados más importantes; y una a una, cualquier mujer que sobrepase el área cada vez más circunscrita de lo que es permitido, es menospreciada y destrozada. Eventualmente, después de que los demonios del éxito y la autonomía hayan sido desterrados, y todas las villanas que hicieron que las demás se sintieran miserables se hayan ido o hayan sido silenciadas, ¿qué sucede?
El grupo se desintegra.
El mandato femenino se ha cumplido fielmente. El enemigo ha sido expulsado del grupo. El feminismo ha sido destruido.
Algunas propuestas revolucionarias:
La teoría política es esencial para un movimiento político. Estoy a favor de la incorporación del análisis de clase al feminismo (no al revés), pero nada similar a la manera de lidiar con las relaciones políticas como las organizaciones de hombres lo hacen. A menos que, como J. Edgar Hoover sobre el comunismo, pensemos que todo lo que necesitamos saber sobre el patriarcado contemporáneo es que estamos contra él.
Lo que hace que el escenario MM/HT sea tan inquebrantable es la insistencia oculta de que una mujer no se le puede, no se le debe, permitir usar su propia capacidad a favor de sí misma.
Nuestra sociedad se basa en el auto-engrandecimiento de los hombres y la auto-degradación de las mujeres; por tanto, hablar de amor propio aterroriza a los hombres (para quienes significaría admitir su interdependencia y emocionalidad); las mujeres, por otro lado, deben estar suponiendo que estoy recomendando la brutalidad e insensibilidad.
Un remedio sería recordar la interpretación televisiva de la actriz Cicely Tyson en el papel de Harriet Tubman (en Una mujer llamada Moisés). Los biógrafos siempre se sorprenden cuando mujeres como Tubman «sacrifican» sus vidas personales (o eso asumen los biógrafos) por una «causa», es decir, interpretan el actuar de esas mujeres en términos del mandato femenino. Pero ser el general Moisés no fue un autosacrificio victoriano, como tampoco Cicely Tyson (en mi opinión, la mejor intérprete viva del teatro, incontenible en un papel convencionalmente superficial) sacrificó algo de lo que quería para interpretar su papel de Harriet Tubman.
Cuando Harriet Tubman dijo que dios quería que ella llevara a su pueblo a la libertad, no estaba sometiendo su voluntad a la de otro, sino atribuyéndose la autenticidad y la verdad de su dios, no perdiéndose a sí misma; sino uniéndose a su propia dimensión espiritual. [3]Los espectadores que vieron a Tyson bajar la barbilla con timidez recatada y susurrar: «Mamá y papá, lo último que querría hacer es preocuparlos», y luego estallar en fuego: «…pero DIOS», saben que no han visto nada remotamente parecido al auto-sacrificio ni en el personaje ni en la actriz. Una acción puede ser difícil, desagradable, peligrosa, por ejemplo: la salvación de otros (y al mismo tiempo una acción heroica y autocreadora)
Tampoco hay nada de malo en esto, a menos que creas que los seres humanos, especialmente las mujeres, son intrínsecamente malas o una pésima especie.
Insistir en que las mujeres desafíen el miedo a la autonomía y la culpa por comportarse de manera eficaz, insistir en que ambas (MM/HT) nos comportemos de manera honesta, responsable y nos arriesguemos a herir los sentimientos de las demás (que no es lo peor del mundo) es desobedecer enfáticamente el mandato femenino. Lo anterior es egoísta, no es hermandad, no es «agradable».
Pero estoy empezando a sospechar que esto es la acción feminista.
Sobra decir que no he escrito lo anterior debido a una preocupación pura y altruista por la comunidad de mujeres. Y no imagino que algo de lo escrito afecte a esas mujeres tan alienadas de su propio poder que sienten desesperadamente que deben tener una mamá mágica (en algún lugar, de alguna manera) cueste lo que cueste, incluso bajo el costo de ser miserablemente indefensas. Sin embargo, hay muchas mujeres que no se sienten indefensas, pero se sienten a) culpables de que todas las demás deban estarlo, y b) no quieren arriesgarse a la posibilidad de que las mujeres totalmente indefensas y vulnerables creen una situación muy desagradable (¡Qué contradicción!)
También me molesta violentamente que me eleven primero a un estatus mitológico y luego me critiquen por eso. Me molesta la insistencia en los sentimientos heridos de la MM mágica, la tremenda vulnerabilidad de la HT, así como la delicada fragilidad de todas (lo que no impide que algunas de ellas hagan un escándalo muy desagradable cuando no obtienen lo que quieren). Las personas que lidian con opresiones externas no actúan de esta manera (principalmente porque no tienen tiempo).
El síndrome MM/HT es un signo de opresión interiorizada y una forma de adicción que refuerza el mandato femenino: cuanto más obtienes, menos tienes y más necesitas. Este escenario me parece ligado a la clase socioeconómica, ya que sospecho que las mujeres oprimidas directamente por la violencia económica o física no hacen esto en gran medida, o al menos no alcanzan el mismo tono febril. Sin embargo, puede ser que el tipo de servicio que brindan las mujeres en calidad de mujeres (afecto, admiración, descanso y relajación, servicio personal) requiere que las mujeres estén controladas por la ideología, pues estos servicios deben ser prestados de manera voluntaria, al menos hasta cierto punto.
Pienso que la creencia no revelada, no expuesta y bastante amarga de que el sexismo existe está también presente en la dicotomía MM/HT; es decir, la idea de que las mujeres solo pueden hacer esto o aquello. Esta creencia es la que causa la decepción pasional de la MM cuando el trabajo de la «Mujer Desconocida A» resulta ser terrible, y la convicción de la HT de que la única forma para que la mayoría de mujeres gocen de los placeres del éxito público es por medio del acceso de unas pocas (por medios mágicos y misteriosos) a la esfera pública y participativa, así esta participación en la esfera pública signifique salir a decir mentiras acerca de los logros de las demás.
Tal convicción se suma al dolor del desprecio (que todas, por supuesto, sienten) y rabia por su aparente arbitrariedad. ¿Por qué la «Mujer Famosa B» dice tales cosas sobre el trabajo de la «Mujer Desconocida A» cuando el único anhelo de A es que B sea amable con ella? Explicaciones como “elitismo”, “identificación masculina”, “traicionera” o “la embriaguez de la fama” no explican nada; también podrías decir «pecado original» y terminar de argumentar. «B» es mala (un acto terrible ya que el acceso al éxito está (supuestamente) en sus manos todopoderosas).
También es un problema de ignorancia. Es poco probable que aquellas que no tienen acceso a la esfera pública hayan tenido contacto con verdaderas mujeres «verdugo» del patriarcado o verdaderas «Abejas Reina», o sepan siquiera las condiciones laborales en las que la «Mujer Famosa B» tiene que trabajar.
Por ejemplo, las feministas no tienen control sobre las portadas que las editoriales comerciales ponen en sus libros. A veces, ni siquiera las editoriales. El control de la autora sobre el texto de una novela de ciencia ficción no es usual en la industria editorial y debe negociarse. Con frecuencia, esta negociación es difícil. Una vez perdí la venta de una revista por insistir en que una historia mía permaneciera como estaba escrita. (No sé cuántas ventas de libros hemos perdido o podríamos haber perdido yo u otras al ganarnos la reputación de ser «difíciles»). Incluso cuando es negociado, el control de un autor sobre el texto equivale únicamente al poder de veto sobre los cambios que haga el editor o del editor para «no ser rechazada sin razón” (así es, lo suponías). Los buenos editores no hacen cambios a un buen manuscrito. Pero “buenos editores” significa una minoría de aquellos en el campo.
¿Sabías que el editor de tapa dura de un libro obtiene perpetuamente la mitad de todos los ingresos que genera ese mismo libro?
¿Sabías que una de las feministas estadounidenses más famosas ha recibido asistencia social y tuvo que hacer que otros recaudaran dinero para pagar la factura del hospital cuando se enfermó?
¿Sabías que otra feminista, conocida internacionalmente, vive forzosamente con menos de $9.000 dólares al año? ¿Sabías que se dedica a la agricultura?
¿Sabías que puedes publicar seis libros en doce años, vender 100,000 de algunos de ellos y ganar menos de 2,500 dólares al año; incluido el dinero de las reseñas de libros, otras obras de no ficción, ventas de cuentos y ventas en el extranjero?
No me estoy quejando, estoy tratando de derribar la ilusión del enorme poder y éxito de la madre mágica.
Simplemente no existe tal cosa. Lo que existe es la ilusión estadounidense, o simplemente moderna, de que las «celebridades» (en una comunidad diminuta) tienen vidas «reales», llenas de placer, y el resto de nosotras tenemos vidas ¿«irreales»?, además de develar la insistencia en el fracaso y dependencia que subyacen tras tales atribuciones de poder.
Comprender que nadie tiene ni puede tener tu poder, pues él radica en ti sin importar cuán prohibido sientes que es, significa desafiar el tabú patriarcal, y eso es profundamente difícil. Comprender esto también significa reconocer el poder limitado que una tiene, sin embargo; poder real, y abandonar la noción pomposa del poder que radica solo en otras mujeres.
Significa comprometerse con una confrontación pública directa hacia el patriarcado, materializado en los hombres y sus instituciones, y no concentrarse en la presencia simbólica de este en otras integrantas de la comunidad de mujeres.
Arriesgarse al fracaso es bastante malo, pero arriesgarse al éxito es aún peor. Después de todo, las mujeres han sido quemadas vivas por reclamar un poder que, paradójicamente, no fue suficiente para salvarlas. Es mucho más seguro ser débil, tener a alguna que pueda ser fuerte en tu lugar, y que sea finalmente castigada por ello.
Estoy segura de que el menosprecio, destrucción y crítica a otras lejos de ser solamente envidia, surge de la profunda ambivalencia que tenemos y sentimos todas hacia el poder.
La intensidad del sentir, la violenta inculcación de la culpa, el contraste extremo entre la omnipotencia y la impotencia, la falta de queja sustancial, [4]la ira, la absoluta falta de impersonalidad o siquiera alguna noción de actividad pública, la exigencia absoluta, todo esto es un eco de la relación madre-hija, en la cual la temible verdad oculta no es que nuestras madres sean fuertes; en realidad son sumamente débiles. La queja “tú eres tan fuerte y yo soy tan débil” esconde una queja aún peor: “Soy tan fuerte que mi fortaleza me traerá problemas, y tú eres tan débil para protegerme en caso de que eso llegase a suceder”.
Para todas las personas oprimidas la fuerza y el éxito son de doble filo: desgarradoramente deseables y muy peligrosos. No obstante, «arriesgarse a ganar» (frase de Phyllis Chesler en Women and Madness, un libro al que le debo muchas de las ideas de este artículo) es la única forma de salir de la opresión.
Las feministas «exitosas» no son inmunes a este terror al poder, todas las mujeres que conozco lo sienten. Pero asumimos el riesgo de todos modos. Ese es el único secreto, no es el, de alguna manera, ilusorio y fantástico poder-reconocimiento-gloria que solo algunas mujeres tienen y otras no. Hace poco escuché una conversación entre dos lesbianas, una de las cuales vivía abiertamente como tal y la otra tenía miedo de dejar su matrimonio. La casada dijo: «No puedo dejar a mi marido porque no soy tan valiente como tú». A lo que la otra (que había dejado a su marido solo dos años antes) dijo: «No me vengas con eso, estaba tan asustada como tú cuando dejé mi matrimonio, pero lo hice de todos modos, eso es lo que me hizo valiente».
La polaridad MM/HT es ilusoria, ambas son posiciones en el mismo sistema de creencias. Ambas están comprometidas en sacrificar ritualmente la posibilidad de que una mujer sea eficaz para su propio beneficio; no necesitada e ineficaz (HT), no eficaz y altruista (MM), sino eficaz y autónoma para ella misma.
Ser eficaces y autónomas para nosotras mismas es egoísta, vicioso y desagradable y hará que todas, incluso ubicadas a más de mil kilómetros de distancia, se desmayen de inmediato. Pero, incluso así, esto es mejor que estar muerta.
[1] La autora en el texto fuente utiliza el término “trashing”. El cual, dentro de las críticas que ella y otras feministas han hecho al movimiento feminista, se refiere a actitudes destructivas de algunas mujeres del movimiento feminista dirigidas hacia otras también dentro de él: El transhing ocurre cuando empiezan a hacer acusaciones falsas (a sus espaldas, sin que ellas puedan defenderse); cuando empiezan a excluirlas de las discusiones, no se les escucha, se las culpa por querer “sobresalir”, se les reitera qué personalidad deben tener, qué deben sentir, se les recrimina por pretender ser “más” que las demás. Fuente: TRASHING: The Dark Side of Sisterhood.
[2] Comentario traductora Angie Melissa Rueda Flórez: La autora hace una crítica bastante lúcida: la actividad de cuidar a las demás y hacerlas sentir bien es debido al cambio de objetivo político (cambio de objetivo externo hacia uno interno) pues el objetivo “externo” (el de derribar las estructuras sociales que nos subordinan) se torna frustrante y peligroso.
[3] Comentario traductora Angie Melissa Rueda Flórez: como si el dios de Harriet Tubman, “su dios”, fuese una proyección de sí misma.
[4] «Cruel»,«injusta», «poco amable», «después de que trabajé con tanto esfuerzo» «no optimista» son frases típicas (estoy haciendo una lectura rápida de las quejas a las revistas feministas). También surge el reclamo de que alguien ha dejado de escribir o publicar como resultado catastrófico. Hace años, una mujer muy joven (en edad de escuela secundaria) me pidió que le enviara copias de todo mi trabajo y las respuestas a tres páginas de preguntas sobre este para un trabajo que su maestra había sugerido. Le escribí, explicándole que las escritoras no tenían tiempo para satisfacer tales solicitudes y la remití a su maestra, quien debería estar enseñándole a investigar. Su hermana mayor me escribió entonces, diciéndome que me iba a denunciar en una revista, pues debido a mi respuesta su hermana, quien esperaba ser una escritora, había abandonado tales aspiraciones.
Ilustración en portada: Célia Amroune and Aline Kpade