Por Montserrat Pérez
“Si dices no, si de verdad lo haces con fuerza, seguro lo respeta”, “no veo violencia, veo pasividad”, leo en los comentarios sobre un cortometraje que muestra una violación en una relación de noviazgo. El cortometraje titulado “Soy ordinaria”, de Chloé Fontaine, muestra justamente eso: la normalización de la violencia sexual. Y, sí, sí es una violación.
¿Qué tanto y qué tan fuerte tenemos que decir NO para que alguien lo entienda y nos deje en paz? En el corto lo dice ella repetidamente antes de que él se le vaya encima y la penetre. ¿Cuántas mujeres no han denunciado porque, justo, piensan que su negativa no fue resonante, no fue suficiente y piensan que fue su culpa? Yo, por ejemplo. ¿Eso me hace responsable de haber sido atacada sexualmente? No y no y mil veces no.
Me provoca náusea leer comentarios así, especialmente viniendo de otras mujeres, porque significa que la cultura de la violación está viva y coleando, metida hasta lo más profundo de nuestros cerebros y nuestras cuerpas. Pasividad. Así se le dice a miles de mujeres: No se puede comprobar que haya sido contra tu voluntad.
Hace poco, en España, un tribunal dijo que no podían corroborar que una niña que fue violada durante cinco años desde que tenía CINCO AÑOS DE EDAD hubiera puesto resistencia al hombre que la abusó repetidamente. “»Una niña de 5, 6, 7 o más años no va voluntariamente a una casa donde su morador la pega, la agrede, la coacciona o la intimida. La niña no era llevada a la casa del procesado: iba ella sola», resume la sentencia.”. No se preguntaron, por supuesto, si la niña estaba siendo amenazada para que volviera. No. E inclusive si se le dio sentencia al violador, ésta regresa la culpa a la niña.
Siempre es culpa nuestra, ¿no? Es que no dijo nada, es que mira la ropa que traía, es que mira que ya se habían acostado, es que estaba muy borracha, es que tiene fama de puta, es que lo odia, es que él no sería capaz, es que YO no veo violencia, es que era su novia/esposa/amante/amiga, obvio no la puede violar. Y más, carajo, y más.
Este estereotipo de la violación llena de moretones y lágrimas borra las experiencias de miles de sobrevivientes para las que no fue así e inclusive para las que sí fue así, porque se crea una narrativa de la víctima perfecta, la que sí es creíble, la que sí, seguro fue violentada y, en realidad, ninguna encaja en esa narrativa llena de trampas.
Cada experiencia es válida y es REAL. Sí, lo que viviste, querida, la que está leyendo esto y se sintió culpable por lo que pasó, no fue porque tú hicieras algo malo. ¿Por qué tendría que ser necesario desgañitarnos y quebrarnos las cuerdas vocales para que nos creyeran? ¿Dónde está la responsabilidad de los agresores?
En teoría, y como se ha estado machacando en todos lados, “no es no” implica todos los tipos de “no”: el que se dijo con la voz quebrada, el que se dijo casi como susurro, el que se dijo repetidamente, el que se dijo con el cuerpo (es bastante obvio cuando alguien no quiere algo), el que se dijo gritando, el que se dijo moviendo la cabeza, el que se dijo mirando a los ojos, el que se dijo mirando a la puerta.
Entonces, cuando alguien llega y dice que no ve violencia en un video en el que se retrata claramente cómo una mujer se negó a tener relaciones sexuales y de todas maneras el novio lo hizo y dice que es porque ella fue “pasiva”, estamos en apuros. Es decir, el punto del corto era eso: explicar que no todas las violaciones son iguales, que la violencia sexual se da también en las relaciones amorosas, de cariño y confianza. Es más, vámonos a las cifras: un 70% de las violaciones (en México) son cometidas por personas cercanas a la víctima, personas en quien confiaban, a quienes amaban, quienes se supone que no nos iban a hacer daño porque también nos querían. Pero no.
¿Pasividad? ¿Es en serio? ¿ES NUESTRA CULPA? Vaya, entonces de nada sirve que esté escribiendo esto ahora ni las no sé cuántas veces que he tenido que escribir sobre este tema porque parece que no está claro. Vaya, que entonces me imaginé mi agresión o ni siquiera fue agresión porque mi “no” no fue dicho en medio de un grito desesperado. Todo está en nuestra mente, ¿no?
Es cansadísimo tener que regresar siempre a este punto porque no se entiende o no se quiere entender. Y más que cansado, es doloroso. Estoy con el alma quebrada porque nuestros cuerpos se ven como objetos de uso. Porque diario leo historias de mujeres a quienes no se les creen las violencias que experimentan. Porque siempre todo el mundo está del lado de quien agrede, jamás se les cuestiona, jamás se les pide que expliquen por qué hicieron lo que hicieron, porque siempre hay alguien para justificarles y nosotras nos sentimos solas, como que tenemos que luchar contra todo el maldito mundo y sí es cierto. Sí tenemos que luchar contra todo el maldito mundo.
Lo único que quiero decir en este momento es que no estamos solas. Yo te creo a ti, a la que se quedó paralizada y no supo qué hacer. Te creo a ti, a la violentó alguien a quien querías. Te creo a ti, a la que estaba demasiado borracha para poder consentir. Te creo a ti, a la que se arrepintió cuando ya estaba desnuda y no respetaron su decisión. Te creo a ti, a la que no se acuerda de nada, pero sabe que la violaron. Te creo a ti, a la que le dio miedo alzar la voz, a la que dijo “no” muy muy quedito. Y a la que lo gritó. Y a la que luchó con todo el cuerpo. Te creo, te creo, te creo. Me creo. Nos creo.