Por Menstruadora
Tengo mis diferencias con la crítica que se hace al rumor como arma patriarcal entre mujeres, no muchas, solo algunas. Probablemente porque no necesariamente ligo rumor con mentira, el rumor puede ser información sustentada y comprobada que se llama rumor porque se dice entre amigas sin hacer alarde. Ese es el uso que muchas conocidas hacen de rumor, le dicen «chisme» aunque esté sustentado, es un problema de significados y contextos. «Te tengo un chisme» no siempre es te tengo información no corroborada, significa te tengo información que no sabíamos, una nota, una cifra, incluso un libro, un dato o una anécdota.
A mí lo que me preocupan más que los rumores son las mentiras, las mentiras en rumores, las mentiras en público: las mentiras. Lo digo porque a mí más que rumor lo que me ha dañado son las mentiras de las otras. Sus mentiras públicas que canturrean frente a mucha gente. Dicen que soy lo peor. Que soy violenta. Que me conocen cien novias. Dicen que soy cosas que no he sido. Que pasaron cosas que no pasaron. Que soy responsable de vidas que no me incumben. Incluso en mi último año una compañera, quien ya no es compañera, con lujo de cinismo me señala como un monstruo, no en forma de rumor sino públicamente, ha llegado a decir muchas mentiras, cada vez más inverosímiles, y no hay manera de sustentarlas porque no son verdad. De ahí mi aportación, lo que hace son declaraciones públicas, no rumores, por eso afirmo que la raíz son las mentiras y no tanto el formato de rumor, aunque también es importante desentrañarlo como manera en que reproducimos el silenciamiento de las otras.
Antes me sentía indefensa ante sus mentiras, pero he pensado muchas cosas. Primero que no me interesan ellas a nivel personal porque eso implica cerrarme y sumergirme a un juego misógino al que no deseo entrar, me interesa en cambio, politizar el cobijo de la mentira porque es algo que he vivido constantemente desde muchas dimensiones, tanto siendo la mentirosa como el blanco de las mentiras.
Pienso que la mentira es una forma de evadirse de una misma. No lo digo yo, lo dice Adrianne Rich en un magnífico ensayo llamado «Algunas notas sobre el mentir». La mentira no es hacia mí, la mentira habla de quien la crea. Por más que inventen, por más que fabriquen textos –e incluso fotos o conversaciones–, no se puede transformar la realidad porque la mentira no crea realidades, las oculta, pero no crea universos paralelos. Me preocupa la mentira, en rumor o en público, me preocupa que sea un cobijo feminista para no hacerse cargo de una misma. Porque una está llena de vacíos y hay que hacerse cargo de eso una misma para hacerse más fuertes y más alegres, hacerse cargo de sus errores, de la violencia, de las traiciones hacia nosotras mismas, de nuestras claudicaciones y nuestros cambios de andar, hagámonos cargo, no tiene caso aventarle esto a quien imaginamos que es el blanco más débil porque probablemente no lo sea y no lo es porque no le importa nuestra vida como nosotras queremos creer en tanto imaginario centro de atención perenne, simplemente porque ella tiene su propia vida.
Me preocupa la saña, que enuncien un discurso bien aprendido que proviene de la realidad tangible y dolorosa de otras, no de ellas. Me molesta ese uso del discurso, esa cosificación de la otra a través de su palabra que le es robada. Me preocupa que se crean las mentiras, pero también pienso que quienes optan por creer mentiras de otras, también se cobijan de algo, es decir, de alguna manera las mentirosas y las creyentes de esas mentiras, se coluden en nombre de algo no dicho, de algo que han hecho y se asume como implícito, como si respaldar la mentira de la otra, también las respaldara en el camino, así que también la creyente se pone en evidencia y de alguna forma, se corresponden en una alianza implícita de salvarle las espaldas la una a la otra, pero en el fondo saben que mienten así que esa alianza solo es imaginaria.
Las mentiras en cualquier formato son expresión de misoginia, son la manera de quebrar lazos entre mujeres. Pero pienso que las mentirosas saben que su cuento tiene caducidad, por eso mienten lo más que pueden, porque están destinadas al olvido. No conozco mentirosas con amigas ni con lazos profundos con otras mujeres. Conozco mentirosas solitarias que no pueden relacionarse con más mujeres porque la mentira es el bloqueo máximo del amor entre mujeres, la mentirosa no sabe quién es ella misma, por eso no puede generar vínculo con otras, o quizá sí, siempre y cuando su base sean las mentiras. Lo que sé es que no se construye amor en la mentira, se deshace más temprano que tarde, y las mentirosas lo saben, por eso son tan audaces con sus mentiras, porque tienen fecha de caducidad.
La mentirosa podría dejar de mentir pero le teme tanto al olvido que paradójicamente ella misma se construye, por eso se vuelve cínica, cada vez aumenta algo más, pero la mentirosa no puede fingir tanto, la mentirosa calla, ese es el triunfo de la mentirosa, que se queda con su público más fiel, o sea, con ella misma, y así gana, nadie la contradice, ella es su todo, se atomiza y se marcha, porque la mentirosa al mentir sobre otra demuestra el poco amor que se tiene a sí misma y también anuncia su partida, porque podría haberse hecho cargo de sí misma para conocerse y sanarse, con amor y dedicación, con todo el amor del mundo que una misma se puede dar, con toda la dedicación del mundo que una misma se puede dar, para desentrañar sus errores y valorar sus fortalezas, para reafirmar el nuevo camino, para andar con sus propias alas, pero usó una mentira para no hacerlo y las mentiras son evasiones, pero también despedidas.
La mentirosa es una fugitiva porque las mentiras se deshacen, se dejan ver como mentiras y eso la pone en evidencia, la mentirosa no puede permanecer en el mismo pueblo ni en el mismo barrio, la mentirosa tiene que irse cada tanto a montar un nuevo escenario donde aún no se sepa que miente. Al final la mentirosa es la principal víctima de sus mentiras porque trata de escapar de sí, pero ella es su propia nave, no tendría por qué ser así.