Por Menstruadora
¿Irías a una comunidad que no conoces a opinar bien fuerte sobre ese contexto que no es tuyo? ¿Tomarías un megáfono y te pondrías a gritar en medio de una marcha pasando por alto los procesos y esfuerzos de esa comunidad, sus opiniones y sus luchas? ¿Dirigirías una marcha de ese contexto donde la gente te lee como ajena, como extranjera? Yo no.
Hace unos meses conocí Managua, Nicaragua. Allá K me llevó a un ensayo de batucada de una colectiva feminista. Ellas ensayaban y yo les aprendí ritmos complejos. Supe en ese ensayo que en pocos días había una marcha contra la construcción de un canal y que ellas no se sentían preparadas para salir, porque querían tocar varios ritmos, porque no estaban listas, porque nunca habían salido, porque tenían miedo de ser pocas, por muchas cosas. Yo les dije, creo, que no era importante saber nada. Y luego mejor me callé, es que yo sé nada de ese contexto, ni sé por cuántos procesos atraviesan para salir a la calle, por ejemplo, apropiarse de un espacio público, luego vivir la reivindicación de ser escandalosa en una sociedad que nos calla a las mujeres, en una marcha que no es feminista, en un país que no conozco, así que callé.
El otro día vi las fotos de una marcha del Distrito Federal y me detuve en una. ¿Has notado que la batucada feminista del DF está conformada en su mayoría por extranjeras? Algunas europeas, otras de Abya Yala. ¿Lo has visto? ¿Te has dado cuenta que las colectivas de aquí no tienen batucada? Y con «aquí» quiero decir que sus integrantes no esperan que concluya su beca de arte o maestría o doctorado para volver a su país.
Nosotras no hace mucho intentamos hacer una con basura (garrafones, botes, sartenes viejos), pero dejamos de reunirnos un día. ¿Por qué será? ¿Qué es lo que nos impide hacer ruido a las locales? ¿Por qué son ellas las que tocan bien fuerte e incluso dirigen una marcha al son de tambores, por cierto, profesionales? ¿Se darán cuenta que apropiarse del ruido no es poca cosa? ¿Se darán cuenta que los tambores opacan las voces que gritan consignas? ¿Tú irías ahora mismo a Guatemala a dirigir una batucada con otras extranjeras y a opacar las voces de las habitantes de allá? ¿Irías a Managua? ¿A Brasil a hacer lo mismo? ¿A Francia? ¿A España? Yo tampoco. Para empezar porque no tengo dinero para ir, pero dejando de lado eso, si pudiera, mi condición de extranjera me lo impediría por simple respeto a procesos que no puedo ni imaginar. ¿Entonces por qué ellas sí lo hacen?
Hablo como migrante porque hace diez años que llegué al DF, en realidad crecí en Tehuacán, Puebla, soy de allá, casi Oaxaca, y me costó años identificarme como parte de esta ciudad monstruo. No creo en las fronteras ni en las prohibiciones. Me gusta la solidaridad y la alianza entre habitantes de Abya Yala, pero una cosa es la solidaridad y otra ignorar procesos, pasarlos por alto y pisotearlos en el camino. Tampoco soy purista, el DF está formado por un montón de migrantes del país y de otros lados. Y bueno, además, a mí me gusta esa batucada. Ya. Es que ahora que escribo esto me muero de miedo porque en México practicamos la xenofilia y me siento anticuada haciendo este texto, es que no debería criticar a nadie de fuera, es que no estoy entendiendo nada, me dice mi policía interna. Además siento que no soy chida por no emocionarme con los acentos que leo como extranjeros, por ver racismo y colonialidad en la práctica de tomar un tambor en un lugar que no puedes primero ni escuchar. Me siento mal por seguir escribiendo, bueno, intentaré seguir.
En el Distrito Federal me hice feminista y al igual que muchas, conozco colectivas, gente, tenemos problemas, rencillas, alegrías, alianzas, redes. Es decir, las del defe existimos, tenemos una cultura feminista heterogénea. Yo al menos no soy el World Trade Center ni los corporativos de Santa Fe, soy humana con haceres, pensares y procesos.
Me reconozco indigenadescendiente que ha sido blanqueada en su vida y sobre todo por la universidad, y debato con otras muchas compañeras. No soy subalterna solo por ser mujer, analizo la matriz de opresiones que opera en mi cuerpo, me detengo, avanzo, nos buscamos, nos peleamos, existimos entre las calles del DF que no son el Hemiciclo a Juárez ni Madero. Es decir, no asumo que seré subalterna en todo país porque en mi contexto lo sea en algunos momentos. Lo mismo para otras. De tal forma que la extranjera que viene de una okupa o de una colectiva de su país, en este contexto puede simplemente ser leída desde un privilegio racial o de clase. Aquí no importa si estuviste en tu país viviendo en una okupa y comiendo zanahorias, tu cuerpo encarna el dominio colonial, la belleza hegemónica, la aspiración a la blanquitud y sí, la blanquitud puede estar cocinada en Brasil o en Colombia, en Chile, en Argentina, no solo en Europa.
Es que las del defe también tenemos procesos, diálogos, somos locales, tan locales como las feministas de cualquier otra ciudad o comunidad. Aquí en tanto amestizadas, en tanto blanqueadas por una ciudad, en tanto ignoradas y opacadas por las generistas de las universidades e instituciones, nosotras nos encontramos, debatimos, nos miramos, nos peleamos, nos denunciamos, nos amamos, nos queremos, nos abrazamos. Y el viernes que nadie espera, nos reunimos integrantes de colectivas con propuestas a veces opuestas a abrazarnos después de una tormenta, a contarnos que su hacer me lastimó y que el mío a ella, a entablar una plática sincera después del conflicto.
Y es que esto no está a consideración en ninguna otra parte. Por ejemplo, yo no iría a San Luis Potosí a decir cómo deben las feministas de ese lugar resolver sus conflictos, ni creo que allá me recibirían con sonrisas al hacer eso. Tampoco iría a Aguascalientes a pronunciarme sobre sus problemas entre colectivas porque no las conozco, porque no sé sus haceres feministas, porque del feminismo he aprendido a respetar los contextos. ¿O es que te pararías en un caracol zapatista a decirle a les habitantes qué deben pensar y hacer? Tampoco yo. ¿Por qué en el Distrito Federal sí? ¿Qué ven ellas en el Distrito Federal que no nos ven a nosotras? ¿Es que se sienten subalternas donde sea que pisen sin mirar dónde pisan? ¿Nos vienen a enseñar cómo hacer ruido y nosotras en tanto las miramos como no-mexicanas nos emocionamos y las admiramos porque hemos aprendido que la extranjera sí sabe? ¿Eso no es colonial e incluso racista?
Qué delgada es la línea entre compartir saberes y silenciar procesos. Por mí que ellas sigan tocando que yo seguiré con mis preguntas por ahora sin respuesta: ¿por qué las que nos topamos en las calles tenemos miedo a hacer ruido? ¿Por qué tengo tanto miedo de escribir esto para no ofenderlas a ellas porque ante todo son, dicen, mis aliadas? ¿Por qué insisten en venir a enseñarnos cómo hacer todo (batucada, follar, protestar, comer)? ¿Sabrán cuántos privilegios encarnan? ¿Por qué recibimos sus agendas con aplausos y sin chistar? ¿Por qué estamos callando todas las críticas que escuchamos entre susurros en nuestros encuentros locales, en los conversatorios, en nuestros eventos? ¿Cuándo lo diremos en voz alta? Ah, que no, que eso de la voz alta les pertenece a las de afuera, que sí traen megáfono y hasta tambores. Ah, que no, que somos centro de un país centralizado, que somos edificios sin vida y paredes de instituciones grises. Ah, que no, que nosotras no existimos, no estamos.
Me parece una valiente y sincera reflexión. La autocrítica nunca sobra, y el colonialismo y xenofilia, como la llamas, está muy arraigado en esta ciudad. No somos el laboratorio de resistencias donde se viene a vivir el turismo activista, cómo serán las marchas del defe, tan famosas, cómo es vivir en una okupa de la universidad, tan famosa… siempre se puede ser solidaria respetando los procsos. Pero sin autocrítica caeremos siempre en reproducir un sistema de opresiones, no hay más. Por eso siempre hay que estar alerta, no dar nada por hecho, ni nuestra propia buena voluntad de no invadir.
Se llama Sororidad. Esta idea de la coloniadidad suele confundirse con nacionalismo. NO coincido contigo para nada, por eso no avanzamos las mujeres, porque nos obstaculizamos entre nosotras la ayuda, porque en vez de fijar la mirada hacia el patriarcado, la fijamos a criticar lo desconocido y ajeno a nuestra cultura.
Me hizo ruido tu reflexión, pero en mi sentir no veo el problema de que ajenas a un territorio o extranjeras puedan hacer ruido o expresarse aún siendo discordes físicamente o teniendo privilegios en el lugar al que llegan. Podrían ser muchas cosas, tu misma has dicho que los contextos son distintos, a lo que me he enfrentado siendo ajena a un lugar es a ser juzgada como Yo-Yo o como «de donde vengo…»; pero no es por querer imponer o enseñarles algo o algún saber ni experiencia sino compartir, no es querer callar su sentir, pensar, su acción; no es eso, es decirles porque lo veo diferente, porque el lugar donde viven me conflictua (muchas veces),porqué a veces no las entiendo, pero al opinar siento el rechazo por no ser del lugar y extraño esa libertad de poder decir y hacer sin sentirme observada o limitada; ¿cómo establecemos esas redes si no somos capaces de aceptar pensar distinto o de expresarnos abiertamente? Para mi tampoco es tan importante los límites y divisiones geográficas ¿cómo obtenemos libertad, al coartar-nos mutuamente por no ser o haber nacido dentro del espacio que dicta una linea imaginaria? Somos diferentes, nos pronunciamos desde la propia experiencia, muchas veces no siendo conscientes de los privilegios con los que nacimos ni de la opresión de la que tomamos parte; tampoco todas las maneras son adecuadas, me parece que deberíamos buscar formas de no tomar-nos personal (me refiero a tomarlo visceralmente) el que otra mujer venga y nos diga qué opina, nos motive o simplemente comparta su experiencia (aunque no le preguntemos), hay que hacernos partícipes de los distintos procesos sociales que nos han hecho quienes somos, que nos transforman y que al mismo tiempo nos permiti-mos expresar fuerte sin miedo, sin imposición,sin juzgar o menospreciar, una va aprendiendo a regular-se. Tampoco pretendo críticar sin sentido y señalar las deficiencias comparándolas con los procesos que yo he vivido, aunque eso parezca o mis compañeras así lo sientan, pero no puedo hablar de lo desconocido no?. Cada día intento de múltiples formas darme a entender sin que se sientan desplazadas, calladas o pisoteadas, muchas veces no lo logro y sigo siendo rechazada; pero igual lo intento de otra manera, al final del día en la tierra que piso esta mi casa y hay que echar raíces, respetando y cuestionándome.
Creo que en tu comentario, Soledad, estás perdiendo de vista lo central que critica este artículo y es que hay una colonialidad, privilegios y relaciones de poder que, si quieres borrar, estás invisibilizando muchas violencias históricas y que siguen presentes. No es lo mismo opinar desde un lugar de horizontalidad que desde un lugar de privilegio, que es lo que se cuestiona aquí. ¿Un hombre francés tiene todo el derecho de opinar sobre cómo deben hacerse las cosas en una comunidad indígena, sólo porque tiene derecho? Y aunque no lo haga intencional, su propio cuerpo encarna poder. ¿Una mujer francesa podría hacerlo, sólo porque es mujer? Su cuerpo encarna colonialidad también. Sé que es difícil hacer un análisis profundo, pero hay que intentar no quedarnos en la superficialidad, no todas las personas somos «iguales» como le encanta cantar a los discursos sosos neoliberales. Es precisamente en esas diferencias donde se dan las complejidades que vale la pena analizar y no simplificar en pos de quién sabe qué idea romántica de no conflicto. Saludos.