Por Menstruadora
La apropiación de los cuerpos de las mujeres por parte de los hombres es la base del sistema patriarcal de género, también llamamos sistema heterosexual a esta relación y es una de las relaciones base que sostiene el capitalismo, como ya hemos dicho muchas veces.
A ver, discutir sobre cómo «queremos» esa apropiación y llamarle «debate feminista» es ridículo: 1. Porque la relación de apropiación sobre las mujeres no es voluntaria sino impuesta y naturalizada a través de la historia, por eso es una relación de poder. 2. Porque no hay transformación en proponer adorar esa apropiación con obediencia.
Me parece a muchos niveles indignante y risible que esa discusión se haya dado en la televisora más poderosa del país, no porque debería tener programación inteligente, que sabemos que Televisa ha trabajado como un poder fáctico en la estructura política mexicana, sino porque asistimos al pase de estafeta entre dos generaciones del feminismo neoliberal que no le hace ningún favor a las mujeres, pero esta vez documentada por un medio de comunicación. Vamos, estamos en la cumbre más alta de la despolitización del feminismo.
Dos mujeres blancas, universitarias, burguesas, incluso con rasgos físicos similares a modo de la tía y sobrina que intercambian sus opiniones sobre cómo los hombres pueden tomar aquello que les pertenece históricamente: el cuerpo de las mujeres. Una permite el robo de besos, la otra quiere que se lo pregunten. Ambas no van a poner en cuestión siquiera que la relación de apropiación sigue intacta, y bueno, ese es el punto, ese es su trabajo, ellas están ahí para seguir bloqueando las resistencias históricas de las mujeres, al final su objetivo es dejar bien claro el mensaje: tu cuerpo le pertenece a ellos y eso debe seguir existiendo. Miren mujeres, nos dicen, feministas somos nosotras, blancas burguesas, y te contamos cómo puedes seguir viviendo esa apropiación, pero ahora desde una adoración que llamaremos «feminismo».
Lamas, la gran feminista neoliberal cuyo trabajo ha sido traducir los intereses del mercado en «feminismo», encubriendo así redes de trata y explotación de mujeres durante 30 años. Por otro lado, Catalina Ruiz Navarro, una de las voces jóvenes de ese mismo feminismo neoliberal, que defiende los mismos intereses que Lamas ( por ejemplo también defiende el «trabajo sexual») , pero con un tono mediáticamente «renovado» en formas.
Contaban hace tiempo las feministas radicales, el cambio de generaciones del feminismo neoliberal se da bajo estos esquemas, el feminismo posmoderno aparece como una crítica al feminismo liberal, pero sirve a los mismos intereses. La estampa es perfecta, nos la han puesto en televisión abierta y hemos asistido al cambio de estafeta y algunas están por ahí creyendo que la nueva generación es más inteligente que la anterior, cuando comen de las mismas fuentes y sirven a los mismos intereses, pero así calman las aguas de quienes comienzan a notar lo inconsistente y opresivo del feminismo neoliberal.
Lamas, cínica como siempre, ha estado hablando de que no todo coqueteo no pedido es acoso. Navarro, por otro lado, nos propone que decirle que sí, con palabras o cuerpo, a la relación de apropiación de hombres sobre mujeres es «consentimiento», por cierto, esto es una de las máximas históricas del feminismo patriarcal, no nos está proponiendo nada. A modo de resumen, Catalina dice con orgullo a mitad de la entrevista, palabras más, palabras menos: «Esto es un reto para que los hombres se esfuercen en encontrar nuevas formas de coquetear». Claro, qué cosa más libertadora ¿no? hablar de las «nuevas» formas en que los hombres pueden seguir accediendo a los cuerpos de las mujeres, porque eso debe seguir existiendo, amigas, que feminismo solo es escoger el color de tus cadenas.
Ya a modo de colofón y cierre de la caricatura, el conductor del programa, Loret de Mola, imagínense lo asqueroso de todo lo que está pasando, decía al final del segmento televisivo: «Yo estoy fascinado con esta mesa», pues cómo no va a estar fascinado si son dos mujeres hablando otra vez sobre cómo los hombres pueden seguir usando el cuerpo de las mujeres.