Por Margot (D.A.R.)
Cualquier otro día me habría quedado en casa como siempre, esperando escuchar al día siguiente los mismos comentarios que surgen después de la marcha del “sector”, como yo le digo a la marcha gay, la de la diversidad. Pero ésta vez hubo algo diferente, no quería faltar, no tenía obligación, más bien era deseo; quizás emoción sea la palabra correcta.
Salí del trabajo y, a prisa, emprendí el trayecto hacía aquel lugar en donde otras amigas, como yo, también por primera vez, habían decidido hacer pública su elección de vida, la elección de vida que les ha hecho experimentar tantas cosas, entre ellas, la felicidad.
A pesar de saber que en estos tiempos aún hay personas que piensan que ser lesbiana es un acto de rebeldía, un pecado mortal ante los ojos de Dios, un mal ejemplo, una enfermedad y demás, nosotras, levantamos el puño en todo lo alto en señal de lucha. Lucha contra quienes con argumentos falsos tratan de callarnos, de opacarnos, de herirnos e incluso, de eliminarnos. Lo que ellos no entienden es que nosotras, las lesbianas, no somos una plaga de daño, sino de cambio.
Somos capaces de crear, de entender, de discernir, de valorar, de respetar, de querer, de amar, ¡de PENSAR! Somos inteligentes, somos serias, somos tantas cosas y entonces en cuándo les preguntamos: ¿por qué quieren mantenernos ocultas?¿Por qué les es tan difícil respetar nuestros derechos como mujeres? ¿Por qué permiten que algunos hombres invadan, pisoteen y se burlen de nosotras sin imponer el castigo legal necesario? O ¿acaso no es en el margen de la ley en donde está amparado nuestro derecho a existir con el pleno goce de nuestras libertades en cualquiera de sus formas siempre y cuando no dañe a terceros?
Somos mujeres lesbianas, eso no nos hace menos mujeres que a una heterosexual. Ambas sabemos, sentimos, conocemos y hemos vivido, lo que significa ser mujer en un país como el nuestro. Un país en el que muchas veces da miedo nacer siendo mujer, porque al momento, tus libertades ya no existen: naces con todas las obligaciones, pero sin ningún derecho.
Nosotras, nos hemos autonombrado: LAS GUERRERAS, LAS GUERRERAS, por ser Guerrero, el estado en que hemos nacido; por ser la cuna de nuestro movimiento, de nuestra lucha: la lucha de nuestros derechos. Guerreras porque las guerreras luchan, no callan. Gritan, no están en quietud.
Éstas somos las GUERRERAS Y ÉSTA ES NUESTRA COLECTIVA, TU COLECTIVA. PORQUE LUCHAMOS POR TI, POR ELLAS, POR AQUELLAS, POR LAS QUE ESTÁN, POR LAS QUE FALTAN Y POR LAS QUE VIENEN.
LUCHAMOS TAMBIÉN POR AQUELLAS QUE SE HAN IDO, PORQUE, COMO EN TODA LUCHA, TAMBIÉN HAY GUERRERAS QUE HAN CAÍDO.
LUCHAMOS POR EL AMOR LIBRE, AQUEL QUE NADIE JUZGUE PUES ES EL QUE EN VERDAD HACE FELIZ. LUCHAMOS PORQUE NOS RESPETEN, NOS ESCUCHEN Y PORQUE NOS TOMEN EN CUENTA. PERO SOBRE TODO, POR LO QUE MÁS LUCHAMOS, ES PORQUE CREEMOS QUE, PARA LOGRAR HACER UN CAMBIO, ALGUIEN TENÍA QUE DAR EL PRIMER PASO, Y AQUÍ ESTAMOS NOSOTRAS, AL FRENTE DE LA TRINCHERA.
Ahora es cuestión de cada una de ustedes el pensar en qué quieren hacer, si se unen, ¡adelante, bienvenidas al combate, Guerreras! Pero si deciden ocultarse, tranquilas, también las entendemos. Pero no olviden que no es en la oscuridad donde despejas el pensamiento, sino en la claridad en donde se tiene conciencia en verdad, del lugar y el por qué vale la pena dar cada paso en la vida.