Por Mariana C. Bertadillo*
“Nunca más ningún medio a medias,
Siempre con nuestra voz
Con nuestra palabra
Con nuestra cultura
Con nuestra razón
Pero sobre todo
Con nuestro corazón”
Bety Cariño
Somos legado de luchas, de expresiones culturales, de construcciones, de sueños, de avances y derrotas.
Somos herederas de las formas que, hasta hoy, transformaron los fondos de las abuelas, de las abuelas de las abuelas. Somos retorno permanente a las voces de insurrección: de rebeldía. Somos fragmentos invaluables de historia, pieza contracultural de estéticas no entendidas. Somos aire teñido de rojo, somos resistencia con el pensar y el sentir encendidos: somos voz activa de nuestra propia revolución.
No hacemos tronar un sistema desde adentro porque ese sistema no representa nuestro caminar, ni nuestro hacer. Lo trascendemos cotidianamente y, desde la experiencia cíclica, más que la línea recta hacia el horizonte, comprendemos, aprendemos, compartimos y trazamos nuevas rutas, en fuga, que constantemente aportan nitidez a caminos sinuosos, aunque constructores de nuestras fortalezas situadas, colectivas y personales, que tejen nuestras historias. Que describen nuestros mundos. Esos caminos como puentes que hemos ido tendiendo. Eso que puede, o no, ser nuestra cultura-otra.
Somos hilos, variopintos, de matices, de texturas. Somos contrastes, prefijos, raíces, sufijos y radicales de nuestras palabras, discursos y prácticas. Somos devenires inapelables. Somos interlocución telúrica sembrada en ideologías encontradas: sub-versiones con sustento y, por sustentadas, llenas de sentido que hace tambalear los discursos más certeros de una ambivalencia que conviene a quien convierte su versión del mundo en la única versión.
Somos epicentro de ciertos flujos de contradicciones. Le damos a la historia matices y cuestionamos que sea la clase su único motor.
Sabemos que hablar, pensar y sentir para expresar, ha sido un camino con velo impuesto para esas “otras” que, en relación a quien sistemáticamente se sugiere poseedor de la verdad, constituimos la clase de quien nada tiene por decir, porque nada ha tenido por vivir más allá de los muros, de las violencias que han detenido nuestros pasos, de los golpes que se han llevado nuestras vidas, de los pedazos reconstruidos de vida que pasaron por inquisiciones actualizadas, de instantes que coartaron libertades a lo largo de nuestras vidas y han construido legados de opresión.
Reconocemos que en nuestros saberes personales, inevitablemente tejidos desde los colectivos. Que nuestros encuentros, reencuentros, desencuentros y horizontes comunes no pueden, ni deben más, ser considerados productos, rasgos o destellos de una clandestinidad homologada, con imposibilidad de problematizar, dialogar, denunciar y mantener vivas las posibilidades de hacer otra cosa, de vivir otra cosa: de conseguir vernos no-atadas al mismo perfil, en tanto construyamos, desde nuestras voces, con nuestras experiencias, caminos posibles, versiones diferentes y demostradas de hacer, de decir y de irrumpir.
En tanto somos hermanas, también, de luchas por el reconocimiento de quienes somos, sin reivindicar los hartazgos en la incapacidad de seguirnos moviendo hacia los horizontes de quienes podemos y, de hecho, quisiéramos ser, sabemos que nuestra lucha por el decir, desde el hacer distinto, no es un esfuerzo que no se haya hecho antes. La labor de escribir, dialogar, comunicar, informar y trascender cercos informativos que, en la invisibilidad de voces, construyen una versión de la historia, no es sólo nuestra, pero ésta será la porción de contraste que nosotras aportaremos a esta lucha.
Desde diferentes espacios, zonas, territorios, no-lugares. Desde diferentes trincheras, insurgencias, movimientos, revoluciones y paradigmas en revuelta. Nuestras voces transmitirán los focos de nuestras rabias, la movilidad de nuestras historias, la procedencia de nuestras rebeldías, las formas de nuestras organizaciones, la luz de nuestra memoria: la de aquellas que hemos perdido a lo largo del camino lleno de niebla, pero también la de éstas, las que seguimos vivas, las que relatan con sus andares las posibilidades de mundos nuevos, de otra historia. De un hacer que retoma memoria histórica para labrarse nuevas posibilidades, aquellas donde la dominación, la locura por el poder y la violencia que detenta para evitar el resquebrajamiento de un modelo único en el que cada vez menos creen, terminen por ser completamente atemporales y sin sentido.
Estamos aquí para recordarnos, recordarte, que el derecho a la palabra es un pedazo de vida que también tenemos que defender. Estamos, somos y reconocemos que este espacio es necesario en tanto los medios y sus relatos han sido hechos a imagen y semejanza de quien ha detentado el poder. Venimos a tomar la palabra, a recrearla porque hacerlo es también tejer conspiraciones, alianzas: poderes colectivos y personales. Porque creemos firmemente en que construir nuestros espacios es vital para destruir el modelo neoliberal, de clase, racista y heteropatriarcal. Porque sabemos que seguir debatiendo y compartiendo, son formas de seguir construyendo y alimentando nuestros caminos de libertad.
Porque forjar nuestros propios medios, articular desde ahí nuestras luchas y no abandonar la idea de la transformación cultural como una forma de agrietar paradigmas, es un camino que hemos decidido dibujar mientras caminamos juntas, con las ganas puestas en el hacer político desde el lesbianismo como práctica disidente y el feminismo como ética para andar.
Construir nuestra memoria, tejer nuestras rebeldías y asumirnos, en el día a día, como parte de una lucha que estamos librando desde diferentes frentes y sucesos geopolíticamente localizados. Creer y crecer en nuestras propias maneras de autorrepresentarnos, analizarnos y mirarnos. Nunca más delegar nuestra voz, ni desdibujarla, pues en ella radica la fuente de nuestro autoconocimiento para la acción. Feminismo para mirar; lesbianismo para reír: nuestros medios como resistencia y nuestras práctica como evidencia de otra forma de hacer, de vivir:
“Romper el silencio y ampliar sus voces a través de sus radios comunitarias y proyectos de comunicación se ha convertido en un espacio fortalecedor y transformativo, ya que a la par de generar las condiciones concretas (formación, habilidades y cantidad) para que más mujeres participen en todos los niveles de la radio, y se vaya apropiando una perspectiva de género en todo el proyecto radiofónico y comunicativo, se ha generado un espacio de participación propio para las mujeres, abriendo un canal más por el cual pueden fortalecer sus procesos organizativos, de formación y empoderamiento.
‘Mujer comunicadora, abre tu boca al mundo. Tú lo necesitas, yo lo necesito, todas lo necesitamos. Y juntas podemos lograrlo’
(Palabras de Mujeres Lencas y Garífonas, durante 2º Taller de Comunicación, Radio Comunitaria y Género)”
Luz A. Ruiz, COMPPA (Comunicadoras y comunicadores Populares por la Autonomía), en El sonar de las mujeres de la tierra y el mar
* Comunicóloga Política en formación. Lesbiana feminista por deformación. Comunicadora lesbofeminista por convicción. Cree en que las grietas a los paradigmas culturales pueden comenzar por la construcción y difusión de otros procesos y formas a través de la escritura, la música (sobre todo el hip hop), el teatro, el graffiti, contenidos audiovisuales y el poder de la acción colectiva.