Las compañeras decidieron alzar la voz. Un día sintieron que tenían que contar sus historias, las organizaron, las redactaron y las lanzaron en el inmenso espacio de las redes sociales. Y, entonces, salieron más historias y más y más. Así, el hashtag #MeToo, que nació hace un par de años, revivió con una serie de variables que empezaron por el mundo de la literatura con el #MeTooEscritores. Hoy hay denuncias contra periodistas, académicos, músicos, activistas, entre otros.
Nos leemos todos los días y hay quienes creemos todas y cada una de las denuncias. Entendemos que ninguna violencia es mínima, rabiamos, lloramos. Pero también están quienes prefieren dudar de las denunciantes que asumir que vivimos en un sistema violento para las mujeres y que los hombres, en su calidad de opresores dentro del sistema patriarcal, ejercen violencias de múltiples formas. Claro, porque él es mi amigo, porque yo lo conozco, porque él es el gran defensor de los derechos humanos, porque él es el mejor maestro que tuve, porque a MÍ jamás me hizo algo.
Quiero empezar por decir que este argumento de que “yo no viví algo con alguien o lo conozco desde hace mil años, entonces es incapaz”, no tiene ninguna validez. Tu experiencia personal puede ser lo que tú quieras, pero no es una experiencia universal, entonces, no puedes decir a ciencia cierta que una persona le hizo o no le hizo algo a otra.
Por otro lado, están las peticiones sobre matizar las denuncias, sobre saber cuáles sí son válidas porque son violaciones, golpes, amenazas y cuáles no lo son, porque no quieren que parezca talk show en el que se exponen infieles. Y, bueno, acá existen también algunos puntos a tomar en cuenta sobre ese tema en específico (infidelidad):
Ahora, hacia donde quiero llegar es que cuando leemos algo en una red social, en la que sea, probablemente estamos sólo viendo una fracción de la experiencia total de la compañera que la escribió. Muchos de los relatos hablan de relaciones de meses, años o de momentos tan complejos que sintetizarlos en algunos tuits o incluso cuartillas es complejo. Entonces, cuando nos dicen que algunas denuncias no son de violencia, sino por dolor ante relaciones malas, tenemos que entender que no estamos viendo todo y que si una de nosotras decide denunciar comportamientos específicos, tal vez no está incluyendo todo lo que pasó. Y no tiene por qué hacerlo.
Lo que se alcanza a ver es como la punta de un iceberg, que es imponente e impactante, pero si lo viésemos completito, nos desmayamos al ver su inmensidad. A veces nosotras mismas, las que vivimos esas situaciones, también nos abrumamos ante todas las aristas y caminos por recorrer de esas experiencias. Es, además, tan cansado. Físicamente cansado, la cuerpa lo resiente porque revive las violencias que experimentamos, las recuerda, libera sustancias, nos dice que hay peligro, que los músculos se tienen que tensar, que hay que huir, que correr, resguardarnos. Pero también nos dice que hay que luchar.
Se les exige a las víctimas que prueben que sus agresores son culpables. Se les piden pruebas, se fiscaliza sus comportamientos, sus palabras, todo. ¿Y ellos? Pues intentando victimizarse porque son muy malas las mujeres que escriben tuits con sus nombres. Que pensemos en sus familias, en sus activismos, sus contribuciones al mundo. Ellos, siempre ellos. Esto se trata de nosotras.
Esta justicia, la que se gesta entre mujeres, en la que nosotras nos escuchamos, nos miramos, nos CREEMOS, no es para ellos y no tiene la lógica que la justicia patriarcal tiene. Yo pienso en mi propia experiencia, que aún no logro verbalizar y compartir, y sé que mi denuncia tendría la intención principal de advertir a otras mujeres, de cerrarle espacios de nosotras al agresor, de alertar y decir: AMIGAS, CUIDADO. Lo que viene después aún lo estamos discutiendo, aún estamos intentando darle forma, porque eso de “ve al MP” o “levanta la denuncia” se queda muy corto cuando los procesos judiciales están hechos para cansarnos, revictimizarnos y muy probablemente se queden en papeleos interminables.
Para cerrar sólo me queda decir: yo les creo, yo las acompaño, yo las abrazo y yo estoy rabiosa por lo que pasó, lo que se que haya pasado, lo que sea que les hayan hecho. Si hay un momento de recogernos en un abrazo colectivo entre mujeres, es ahora, abrazarnos fuerte para que no nos puedan dividir. Para que lo que se alcance a ver sea una manada gigantesca, que el miedo cambie por fin de lado.