Por Diana Carmona, Trabajadora del Hogar
Estuve pensando largo tiempo como podría concretar todo lo que conlleva el ser mujer y trabajadora del hogar, o ser mujer, trabajadora del hogar y de pueblos originarios, solamente quienes ejercemos este tipo de trabajo lo sabemos, quería dar datos y estadísticas y me cuesta aceptar que no los hay, así es, no sabemos cuántas somos, sólo un promedio nacional que está en 2 millones en todo el país; yo creo que somos muchas más…
Les platicaré solo un poco de lo malo y lo bueno que se vive en esta ciudad y en este trabajo. Mi historia es común y me siento afortunada de tener acceso a la información y poder compartir. No puedo decir lo mismo de mis compañeras y esa es la razón más grande de aferrarse a cambiar nuestros futuros. Por ejemplo: Marcelina, mujer Oaxaqueña que tiene 57 años, cuida un adulto mayor, cocina, lava, plancha y hace la limpieza todo en un solo día, ella tiene trabajando ahí 35 años y le dijeron que pronto, ya no la van a necesitar, porque ya está muy mayor… También está Luisa de Veracruz que trabaja de 5 am A 9 pm haciendo de todo, cocinar, limpieza, cuidado de adulto mayor, planchar y lavar. Alfonsina originaria de Chiapas que hace todo lo mencionado antes y cuida a dos bebés. Todo esto por un pago que va desde 200 pesos a 350 pesos como máximo, algunas personas privilegiadas pensarán que es muy buen pago, pero en realidad no, no para Marcelina, Luisa y Alfonsina, no para todas las demás compañeras que aquí no menciono y que no sabemos dónde están y en qué condiciones trabajan.
Cabe mencionar que el estar en frontera puede dar diferentes oportunidades, como, por ejemplo, el dinero. El hecho de ir y venir del otro lado, ustedes entenderán, no da más dinero para que alguien ayude en sus casas. “Ayuda» entre comillas, porque así le llaman por aquí y por allá; no es trabajo, es “ayuda», ¿por qué? Por el simple hecho de ser mujer te atribuye en automático el saber a la perfección los trabajos del hogar, y digo del hogar porque no somos domésticas, ni la muchacha, ni la señora que me ayuda, ni la doméstica, ni la servidumbre, ni la gata, ni la chacha, ni nada de todas estas formas de llamarnos: somos trabajadoras del hogar porque así queremos reivindicar nuestro trabajo. Un trabajo invisible, sí; invisible porque solo se dan cuenta que existimos cuando no hacemos nuestro trabajo, o sea, limpiar. Pero dejen les cuento otros datos que superan la Elite que envuelve la Ciudad de Tijuana. En la colonia Hipódromo hay un corredor de trabajadoras del hogar en la calle, a la cual escogen las personas por su aspecto u primera impresión, que por cierto, les acentúo cómo debe ser ese aspecto según las personas que nos emplean: por ejemplo, qué tan indígenas nos vemos, o si somos del Sur, Puebla, Oaxaca o Chiapas, si no nos maquillamos o si venimos vestidas de tal forma, decente, ¡claro! Porque tanto es aceptada esta discriminación que la puedes ver en cualquier grupo de Facebook o en anuncios de periódico, algo así como «se busca persona que me ayude en casa, preferentes que sea recién llegada del sur”. Y como este hay peores, sólo denle un vistazo a la sección de empleos. Otra cosa que no quiero que se me olvide mencionar es las tales aclamadas acomodadoras y reclutadores de “Trabajadoras Domésticas» (dije doméstica porque así nos llaman el personal que recluta a las mujeres) que no garantizan un lugar digno, ni derechos, ni nada, se especializan en pagar una excelente publicidad en redes sociales para promocionar el trabajo en el hogar y lo de más es lo de menos. Total, con que estos establecimientos ganen cierta cantidad, lo que pasemos no les importa. La ciudad está cundida de estos lugares.
Aparte de todo lo mencionado aquí me falta agregar que no tenemos pagos justos, horario justo, vacaciones, aguinaldo, seguro social, y ni hablar de servicios de guardería, porque para la sociedad desde hace décadas no existimos. Y nos deben mucho. Hasta aquí termino de mencionar lo malo, porque no quiero decepcionarlxs y mencionaré que no todos los empleadores son así, hay uno que otrx que sí cumple con algunas, no con todas.
Así que desde esta perspectiva, quiero pedir e invitar a toda persona con conocimientos específicos y especializados apoyen esta lucha. ¿Cómo? Pues desde los feminismos, la escritura, la fotografía, el radio. A los medios de comunicación: no seguir reproduciendo los anuncios misóginos, despectivos y discriminación, a todo aquel o aquella que tenga acceso a llevar y traer nuevas noticias y poder informar. Por ejemplo, a la mujer que trabaja en tu casa, darle un trato digno y pago justo, porque nos negamos a seguir en el rezago, porque queremos ser incluidas, porque ya fue suficiente, ¡no! Parece imposible y tal vez sí lo sea. Posiblemente lo vemos: que nuestros derechos sean reconocidos en la ley federal y la sociedad cambie el concepto en el que nos tienen. Y esos sueños no son tristes son de fuerza y entusiasmo, son de empeño, trabajo, son de rabia, pero rabia de esa que llena el corazón y dan ganas de seguir buscar hasta encontrar, sólo hasta entonces.