Por Marisol Martínez
Cada año el gobierno de la Ciudad de México a través del Instituto de las Mujeres, entrega la Medalla Omecíhuatl, un galardón dedicado a premiar la labor de mujeres de diferentes áreas. Este año el gobierno de la ciudad ha reconocido a 16 mujeres y entre las galardonadas se encuentra la cantautora Gabriela Serralde, quien al momento de recibir la medalla sorprendió al auditorio al modificar el poema de autoría de la lesbofeminista Karina Vergara Sánchez, sin hacer referencia a éste.
El poema de Karina Vergara Sánchez se llama “Soy india”, es un poema cuyo principal mensaje político es la crítica al racismo normalizado en que se vive en México, desde su propia vivencia corporal Karina nos comparte lo que significa ser morena, ser mujer y ser lesbiana. El poema ha sido difundido en varios lugares de latinoamérica, a través de videos, charlas, podcast, textos e imágenes en sitios y redes sociales. El último video que se ha difundido fue realizado por la Colectiva Feminista Fuego Rebelde, en Argentina.
Al momento de recibir la medalla, Serralde retoma y modifica las palabras de Karina Vergara, pero paradójicamente lo hace para hablar de sus privilegios de vivir como una mujer blanca en un país racializado.
El poema de Karina Vergara Sánchez inicia:
“Soy india.
Morena, chata de la cara,
en un país
obsesivamente racista.
Soy lesbiana,
en una nación
que compulsivamente me persigue.
Insisto,
en la libertad de decidir sobre mi cuerpo,
en territorio
de quienes realizan leyes
que buscan doblegarme…”
Serralde lo modificó de la siguiente forma:
“Soy una mujer blanca,
en un país profundamente racista.
Nací, crecí, en una familia de clase media.
en un país que tiene más de 55 millones de personas
que viven en una situación de pobreza
y donde más de la mitad son mujeres…”
Para aquellas que conocemos el poema de Karina Vergara, identificamos de inmediato esa sensación incómoda en nuestros cuerpos al escuchar a Serralde, quién leyó incluso con la misma entonación con la que Karina lee sus poemas. Qué doloroso es escuchar un poema dedicado a denunciar las opresiones por raza, clase y género, ahora modificado para hablar de privilegios ¿Es que no hay más palabras? ¿Es que era necesario iniciar de la misma forma?
Por supuesto que ante esta situación lo más fácil sería calmar nuestras sospechas y nuestra incomodidad, esta indignación compartida, con un “fue una simple coincidencia”, ¿será acaso que es la manera más corta de afrontar que entre mujeres hay quienes usan sus privilegios de raza y clase para callarnos?
Decía Audre Lorde: “Ahora se nos dice que corresponde a las mujeres de color educar a las mujeres blancas, afrontando su tremenda resistencia y enseñarles a reconocer nuestra existencia, nuestras diferencias y nuestros respectivos papeles en la lucha conjunta por la supervivencia. Lo cual es una manera de desviar nuestras energías y una lamentable repetición del pensamiento racista patriarcal”
Lo que pronto descubrimos es que incluso negándonos a dedicar nuestra existencia a aquellas con privilegios raciales y de clase sobre nosotras, de todas formas iban a funcionalizar nuestros textos y adaptarlos a sus premios y necesidades.
Publico aquí este comentario ya que hace dos semanas hice una solicitud de derecho de réplica a la Revista La Crítica. Acusaron de recibido mi texto, sin embargo posterior a eso no volvieron a leer ni responder a mis mensajes, y a la fecha mi texto no ha sido publicado.
Es muy fácil escribir artículos de opinión que calumnian, sin dar ningún argumento. Marisol Martínez –a quien no conozco- lo hizo.
El hecho de que la revista La Crítica se niegue a publicar mi texto, como publicó el de Marisol, habla de que es un medio poco democrático y nada imparcial.
Dejo aquí el texto que les envié.
Solicitud de derecho de réplica.
Solicito que se le de a mi mensaje la misma divulgación que se le diera al artículo publicado por la Revista La Crítica de título: “El día que Gabriela Serralde decidió parafrasear las palabras de otra mujer y no decirlo.”
Escribo este mensaje, porque en las últimas horas he sido denostada en Facebook y en la revista La Crítica por mujeres que aseguran que he parafraseado a una poeta de nombre Karina Vergara, a la que no tengo el gusto de conocer, y de la que desconozco su obra.
Quienes me conocen saben que soy activista, feminista y cantante. Y quienes conocen mi trayectoria saben que he cantado las canciones de muchas personas que a lo largo de mi carrera han vestido con sus letras mis conciertos y que siempre he dado los créditos como un principio ético que rige mi vida.
Explico:
El miércoles 26 de octubre me otorgaron la Medalla Omecíhuatl y escribí, para recibirla, un discurso en el que quise visibilizar la terrible violencia que sufrimos las mujeres en este país y que se exacerba con determinadas características como el color de la piel, el lugar donde se vive, la instrucción académica, entre otras. La forma en que decidí hacerlo fue, como regularmente lo hago en mis conciertos, recitales o eventos, hablando de las múltiples realidades de las mujeres, pero ahora desde mi persona, mis vivencias y desde los privilegios que tengo al ser considerada mujer blanca y clase mediera, que si bien no me han librado totalmente de éstas prácticas, sí me ha dado ventaja sobre otras mujeres, en esta sociedad profundamente racista.
Algunas personas piensan que las primeras palabras de mi discurso son muy parecidas al poema de Karina Vergara. Las dos utilizamos las palabras: soy, país y racista. No creo que sea difícil coincidir en estas palabras cuando se quiere hablar de la violencia en un país como el nuestro, y más bien da cuenta de la cercanía que todas las mujeres tenemos con lo que sucede en sociedades como la nuestra, a partir de nuestra apariencia.
A partir de estas conjeturas se ha tergiversado mi mensaje y estoy siendo objeto de un ataque racista y clasista y de una campaña de descrédito.
Quiero aclarar enfáticamente que yo no parafraseé ningún poema. El discurso que pronuncié en la entrega de la Medalla Omecúhiatl es completamente de mi autoría, de modo que rechazo tajantemente esas acusaciones.
Finalmente, quiero agradecer a quienes hoy me denuestan, porque en su esfuerzo por descalificarme, me enseñaron el trabajo de Karina Vergara, quien tiene todo mi respeto.
Publico aquí mi discurso íntegro:
“Buenas tardes a todas y todos. Gracias a quienes especialmente hoy me acompañan, mi papá, mi mamá, mis hermanas y hermanos, sé que no siempre fue fácil tener una hija, una hermana que desde muy pronto se negó a cumplir con los roles y las formas impuestas para una mujer. De todos modos gracias por su amor y respeto, siempre.
Gracias a mis amigas y amigos con quienes comparto la vida, los ideales. A mis amigas y compañeras feministas que me inspiran cada día, con su fuerza, su valor y su inagotable pasión.
Quiero, antes que nada, agradecer al Instituto de las Mujeres de la Ciudad de México por este reconocimiento, que desde ya convierto en un compromiso por seguir adelante con mi labor de sensibilización sobre los derechos humanos de las mujeres y las niñas.
Quiero agradecer a cada una de las personas que ha creído en mí a lo largo de estos años y me ha dado la oportunidad de hacer lo que tanto amo hacer que es cantar y sensibilizar.
Ahora voy a decir algo que no sorprenderá a nadie en este teatro. Vivimos en un sistema patriarcal que es generador de violencia y de muerte. Vivimos en un país terriblemente machista, sexista y heterosexista. y por su puesto que, como mujer, he sido víctima de muchas de las formas de la violencia de género. Sin embargo, hoy, aquí, ante todas ustedes quiero reconocer algunos de mis privilegios, porque siento que reconocer los privilegios nos ayuda a dimensionar la violencia de género: soy una mujer blanca en un país profundamente racista; nací y crecí en una familia de clase media en un país que tiene más de 55 millones de personas que viven en situación de pobreza, en donde más de la mitad son mujeres; tuve la libertad de elegir no ser madre en un país en donde muchas niñas son obligadas a parir hijos producto de la violación -generalmente perpetrada por parte de algún familiar o amigo cercano-; he sido acosada sexualmente, manoseada, molestada, sin embargo, hasta ahora, me he salvado, nunca he sido violada, en un país donde cuatro mujeres son violadas cada minuto; y finalmente tengo 47 años y estoy viva, en un país en donde son asesinadas siete mujeres cada día.»
Así que, más allá de los privilegios que podamos tener quienes estamos aquí reunidas y reunidos, independientemente de que tengamos alguna mujer cercana que haya visto alguna de las peores caras de la violencia de género, independientemente de que alguna mujer que amamos haya vivido algunas de las peores formas de violencia, es urgente que todas y todos levantemos la voz por las mujeres de México, porque nos están violando, nos están desapareciendo y nos están matando. Gracias.”