Soy crítica a las lógicas comerciales y falocéntricas de la “diversidad sexual”, pero eso no me impide mirar cómo es una violencia pasivo-agresiva cuando en estas fechas de debate y ejercicios de visibilidad, gente -heteros en su mayoría-, ponen frasecitas que dicen: “No existen lesbianas o gays, solo personas que aman”; “¡No pidieron nacer así, hay que respetarles”, “La naturaleza nos hace diverses! ¡Ni gay, ni lesbiana, soy humana!
Con su sonrisa virtual están diciendo: “No tiene importancia que te visibilices o que te nombres”. Qué jodidamente violento es eso, cuando la visibilidad de las mujeres que desobedecemos al régimen heterosexual significa aún tantas violencias y discriminaciones desde el odio.
Su “buen” rollito progre, con pretensiones de inclusivo, no hace más que pretender borrar de un plumazo condescendiente la enunciación política.
Me enuncio lesbiana no porque me enamoré, ni porque así nací, ni porque sea diversa como los tipos de flores. Soy lesbiana, como construcción sexopolítica elegida, aliada políticamente y afectivamente con otras como yo, cuyos cuerpos en este momento histórico están sujetos física, cultural y simbólicamente para la producción y reproducción por el sistema patriacal-capitalista.
Sí me nombro y sí me veo y sí tiene importancia. Estoy resistiendo a un régimen político y no van a taparlo con un dibujito de arcoíris que dice que soy «una humana más».
Sus playeras, memes y cartelitos progres son silenciamiento mal disimulado.