Por Luisa Velázquez Herrera «Menstruadora»
Los límites entre nosotras son muros de hormigón construidos a toda velocidad. Desde niña, si no me gusta qué hiciste o qué dijiste, te puedo dejar de hablar. ¿A cuántas amigas no hemos dejado en el camino? Los límites entre nosotras son fuertes y espléndidos porque allá con los hombres no podemos decir que «no». A las mujeres sí les decimos que «no» todo el tiempo: «No me gusta, no quiero, no me interesa, te pido que no me vuelvas a hablar, hasta nunca». Objetivo logrado, a otra cosa mariposa, entre más años cumplimos hay menos amigas. A los hombres no se les pudo decir que no. Por eso, a veces confundimos escenarios. Si una compañera propone una actividad en una colectiva, no sobrará quien se sienta invadida: «No quiero, no me interesa, me sobrepasas». A una le toca respetar y comprender que proponer una actividad no es violentar a la compañera, sin embargo, entendemos que ella está aprendiendo a decir que «no» a nosotras y es maravilloso, pero no podemos cargar con cosas que no son nuestras, proponer una actividad no es violentar a nadie, a menos que la quisieras obligar de alguna forma (de manera física, emocional, económica, etcétera). A una le toca aprender eso de sí misma también, si alguna propuso una actividad y estoy agotada emocionalmente, no es que ella me sobrepase a punto de violentarme, es que yo no quiero, le aviso que no quiero y no iré, a ella le toca entender. A todas nos toca entender que nada ocurre si un proyecto sale tres días, tres meses o tres años después, yo lo aprendí en el camino. A todas nos toca aprender que podemos decir que «no» entre nosotras por los «no» que no pudimos decirles a ellos, es una ventaja y hay que valorarla, se aprende muchísimo de los límites entre nosotras. También nos toca aprender que los «no» que no pudimos decirles a ellos, siguen pendientes, nos sobrevuelan todo el tiempo, así que aunque siempre tengas más «no» para ellas, si no haces justicia por lo que te hicieron los hombres, seguirás cargando esos «no» como un pendiente que nosotras no podremos vengar, las mujeres somos insuficientes para esa tarea. Ellas no pueden vengar los «no» que no pudimos dar a ellos. Y nosotras no podemos vengar los «no» que no dijiste a ellos. Situemos a los hombres en la ecuación, el trabajo de acabarlos sigue pendiente por más límites que nos pongamos entre nosotras ¡y miren que los límites son necesarios y maravillosos porque así aprendemos a amarnos entre nosotras!