Hace 33 años nací…
Nací mujer, con todas las posibilidades que eso representa.
Lo primero que vieron mis ojos, aunque no lo recuerdo, pero lo sé, fueron dos mujeres.
Una mujer fuerte que no podía ir al hospital porque no tenía con quién dejar a sus otros dos hijos y una mujer solidaria, dispuesta a poner sus conocimientos en práctica para ayudar a cualquier mujer en un apuro como ese: Graciela mi madre y Francisca, la vecina que era partera.
Caminé mucho tiempo de mi vida sin ese conocimiento y sin imaginar lo poderoso que es saberse traída al mundo por dos mujeres como ellas.
Gran parte de mi vida crecí alejada de mi mamá, alejándome …despreciando su carácter y su forma tan dura de ser, solo quería estar lejos de ella.
Un día, dentro del feminismo, y en el ejercicio de mirarme, pude mirar a otras mujeres de mi alrededor, a las mujeres de mi historia… y la miré a ella…
Miré sus heridas permanentes, su valor y la fuerza con la que ha defendido la vida.
Miré la contradicción entre el que me diga:
“Atiende a tu hermano porque eres mujer” y «Estudia, para que no dependas de ningún hombre”…
…Esa necesidad de ser libre y liberarme, enmarcada en su deber ser de madre, reproductora de la cultura y la vida.
La miré y decidí no dejar de mirarla, mirarla siempre en mi camino y mirarme en ella, mirarla cuando pierdo la brújula… mirarla, amarla y admirarla.
Incluso la miro cuando miro a otras mujeres, la miro, me miro, nos miro y me siento fuerte, me siento acompañada, me siento invencible.
Ese es mi camino a la autonomía, dialogar con otras mujeres sobre lo que nos oprime y no queremos y sobre nuestros sueños de libertad.
*Poema escrito en el curso De la autodestrucción a la autonomía de Ímpetu Centro de Estudios A. C.