Por Anadelina
Lesbiana política. La necesidad de remarcarlo como si no fuera redundante. Toda lesbiana es política porque lo que rompa con la norma siempre lo es. Porque lo personal es político. Pero necesitamos algo, al parecer, que haga la distinción entre las que fueron desde siempre y las que lo supimos después.
No sé bien a qué se debe el tener que hacer esta diferencia. Me parece necesario nombrar la lesbomisoginia que las machorras, butch, tomboys viven, y que las chicas más «femeninas» no sufrimos de la misma manera. Pero sobre el nivel de lesbomisoginia que recibimos no se mide nuestra lesbiandad.
Comúnmente las machorras, butch, tomboys (como ella se denominan) son las lesbianas de nacimiento, y las otras somos las convertidas, las que no muy, las políticas. Y estas últimas «ni aman a las mujeres». Están tan sumergidas en su teoría, «tan cegadas por su odio a los hombres, tan violentas que por eso deciden tener una vida separatista, que por eso se nombran así: lesbianas».
«Tú anduviste con este güey y te gustó aquel otro… lesbiana no puedes ser».
«Pero, ¿a poco nunca volverás a salir con un vato?»
A veces siento que mis amigas heterosexuales solo están esperando a que la cague, a que termine con un güey y entonces ellas estén disculpadas por su heterosexualidad. Porque en caso de que yo volviera a estar con un hombre toda la teoría dejaría de tener sentido, el separatismo quedaría como lo que dicen que es: inmadurez feminista. Si volviera a estar con un hombre estaría aceptando que la lesbiandad política no existe, que es mentira, propaganda feminista de la mala, de la que violenta a mis amigas heterosexuales.
Para ellas soy la incómoda.
La lesbiana de segunda o tercera.
Porque las de nacimiento son las reales.
Porque solo las butch, machorras y tomboys, según su heterosexualidad, son las de verdad. Solo las que lo supieron desde el principio, solo las que no salieron con ninguno nunca, son las que se pueden nombrar así.
Esto no es un reclamo para mis compañeras lesbianas. Ni para las de nacimiento, ni para las machorras. Yo no quiero restarle importancia a la enunciación tan temprana de su lesbiandad, de sus deseos. No quiero acallar la hostilidad que este mundo les ha mostrado porque ellas se muestran como lo que son. No voy a comparar mi situación con la de ellas. De hecho, voy a insistir que hablemos sobre nuestras lesbiandades, sus puntos de encuentro y de diferencia. Pero entre nosotras. Entre lesbianas. Entre compañeras.
Esto que escribo no es para otras lesbianas, o no para ellas en específico. Esto que digo es por la hostilidad heterosexual de mujeres que yo consideraba amigas, compañeras. Esto que narro es por la necesidad de enunciarme lesbiana y la convicción de no tener que probarlo a ellas ni a nadie que quiera venir a medirme, ponerme etiquetas, invalidar mis sentimientos y mi enunciación.
Soy lesbiana política porque yo no sé ubicarme en el mundo sin posicionarme. Soy lesbiana política porque decido construir, antes que nada, con mujeres. Porque política y fervientemente creo que priorizar a mujeres entre mujeres es la revolución. Porque sí, cada vez los soporto menos a ellos. Pero también soy lesbiana (política porque sino qué) porque adoro aprender de ellas, las conversaciones que tenemos entre nosotras, por cómo me reconozco.
Soy lesbiana porque no he tenido sentimientos ni sexo más íntimos y profundos que con ellas. Porque estar con y entre mujeres es un verdadero placer para mí desde siempre. Porque rompo con la feminidad siempre que puedo. Que aunque sé que cumplo con muchos de sus mandatos, los cuestiono y grito fuerte.
Soy lesbiana porque sé priorizar a las mujeres, sus intereses y deseos. Porque las cuido.
Gracias a las diosas mi lesbiandad no se mide por la exclusividad de morras que he tenido en mi vida, ni por cómo me veo. Ni fem, ni butch. Nada de eso define mi lesbiandad.
Imagínate si tú, amiga heterosexual, la vas a medir por mí.