Por Exploradora de luz
Hacía tiempo en que comencé a buscarme, no ha sido fácil y cuando vi que este taller podría ayudarme a sanar, entonces puede ver que una nueva luz entraba a mis días.
La cuarentena tampoco ha sido fácil, tuve que mudarme a un espacio que no me pertenece, donde a veces me siento vigilada y, a pesar de todo ello, he podido realizar este curso. Es decir, he podido recuperar mi cuerpa de los estragos patriarcales, siento como si me estuviera sacado del pozo, me veo a mí misma como si estuviera jalando con muchas fuerzas, ganas y deseos a mi yo que ya se había caído en el vacío de la tristeza y la desolación patriarcal por no ser suficiente.
Creo que por un largo tiempo busqué agradar y ser aprobada por el sistema, no digo que eso se haya ido del todo (pues aún busco un trabajo remunerado). Me refiero a que mis esfuerzos estaban dirigidos a la aprobación, buscaba como desesperada encajar. Esas inseguridades que he llevado cargando pesan mucho. Pesan tanto porque venían de lugares patriarcales y racistas, el no sentirme bien con mi cuerpa, el estar enojada con mi corporalidad y con mi color de piel han sido cosas que no había llevado a la conciencia para poder trabajarlos, bueno quizá sí, en terapia, y ha sido un proceso doloroso. Ahora este proceso fue difícil y muy cálido, tanto yo fui amable conmiga, como el grupo propició un ambiente amable.
Mirar y poder fotografiar la vida había sido un sueño loco por mucho tiempo, pues no tenía los recursos para comprarme una cámara o un celular. Cuando comencé a trabajar gasté casi todo mi dinero en aparatos electrónicos que me ayudaran a estar en este mundo digital, uno de ellos fue una cámara compacta, pues también deseaba viajar y tomar fotos de lugares que visitaría…
Buscaba tomar cursos de fotografía, pero luego me intimidé porque vi que había personas muy buenas y yo no me creía capaz.
Y bueno mirarme, ni se diga, no me gustaban las fotos sobre mí, porque me consideraba fea. Ahora sé que esos discursos vienen de un sistema misógino, y había sido muy doloroso entender que el sistema nunca me aceptaría por ser morena, de abuelas indígenas, ser pequeña y, bueno, básicamente por ser mujer.
El mundo patriarcal contemporáneo está hecho para sentir que no somos suficientes. A través de dispositivos de control como las imágenes o fotografías que se distribuyen en los medios de comunicación y de entretenimiento las mujeres quedamos más expuestas como seres sexuales, que como sujetas políticas o históricas.
Creo que justo por mi cuerpa sexuada de mujer y por mis características físicas sabía que el sistema no me aprobaría de alguna manera, a menos que obedeciera, y lo hice durante algún tiempo, pero es cansado y me dejó en un sinsentido, es como estar sin existir…
Y, bueno, con esos sucesos donde el patriarcado había estado presente yo seguí tomando fotos y seguí mirando. Es cierto que consideraba que mis fotos eran de mala calidad y me exigía mucho a mí misma, también es cierto que mi mirada fotográfica tenía tintes de racismo porque me quería ver más blanca ante los demás, aunque a veces me daba cuenta que no era amable representarnos como personas que no son reales, es decir veía que las fotos de mis amigas eran muy “bellas” y yo no entendía cómo lograban una piel perfecta en sus fotos, luego descubrí que usaban filtros y quedé horrorizada cuando vi que el filtro de “embellecer” estaba predeterminado en el teléfono, ojos grandes, cutis sin manchas, piel blanqueada, ¡es un horror!
Aunque de alguna manera he disfrutado de tomar fotos a las flores, no sé por qué, quizá porque me es más fácil acercarme a una flor que a una escena de la vida cotidiana o a una persona. Creo que mi mirada se ha centrado en detalles, en cosas pequeñas, no digo que sea malo, pero creo que ello hablaba de cómo me sentía en el mundo: invisible.
Pararme en un espacio público y tomar una foto, fueron actos de valentía.
Ahora siento que he recibido una invitación a mirar, a jugar y experimentar, siento como si volviera a ser niña y querer hacer y crear muchas cosas.
Ese deseo de existir, de verme capaz, mirarme fuerte, saber que tengo una cuerpa y que sí puedo en la vida.
Creo que la parte del arraigo a la vida me ha costado mucho trabajo y ahora con esta nueva herramienta que descubrimos, creo que puedo dejar testimonio de mi vida, como una mujer importante, como una mujer que siente, desea, sueña… y eso está bien.
Ahora siento que estoy acercándome a mis deseos, a mis anhelos, a mis sueños perdidos, a mi cuerpa, que por tanto tiempo había querido evadir de mi vida. Es muy extraño quizá, pero mi cuerpa parecía un impedimento para esta vida.
Ese rechazo se había instalado en muchas partes de mi cuerpa y de mis pensamientos. En este proceso he tenido el valor de re-apropiarme de mí misma.
Y lo sigo haciendo, no es fácil, pero creía que nunca lo lograría…
He conocido a muchas mujeres que me han acompañado en este camino de sanación y creo que, si no las hubiera conocido antes de este taller, mis pasos no abrían sido los mismos, creo que ello habla de cómo he venido dando pasos pequeños para estar bien conmigo misma, y es algo que seguiré construyendo porque las puertas de mi creatividad y de mi compromiso con una vida armónica se siguen cimentando.
Estoy muy agradecida con el feminismo, con la lesbiandad y con todas ustedas que propiciaron un espacio para nosotras mismas.
Ponerme al centro de mi vida se siente bien, y bien es una sensación que sigo redescubriendo, estar en paz con mi cuerpa se sigue integrando a cada uno de mis órganos, a cada una de mis extremidades. Sentirse viva es algo que sigo aprendiendo, integrar estas experiencias amables y armoniosas a mi mirada y a mi vida es algo que sigo poniendo en mi cuerpo, colocando en mis pensamientos, generando otras redes neuronales en mi cerebra para que acepte mirar otras formas en el mundo y así poder construir algún día esa utopía que está en mis sueños, en mis memorias…
*Nota: Este texto y las fotografías son resultado del curso «En busca de mi autorretrato feminista» impartido por Valentina Díaz en Ímpetu Centro de Estudios A.C.