Por Angélica Jocelyn Soto Espinosa
Ciudad de México, abril 2018
“Teresa Matola Goras tiene tres años en la Peni (prisión), en ella nació una de sus niñas, la primera ya la llevaba de brazos cuando cruzó el umbral de la cárcel. Mató al padre de sus propios hijos. Ella lo niega. Cuando habla toda su tragedia nos conmueve.”
Así documentó Magdalena Mondragón, en 1939, la condición de las mujeres con hijas e hijos en prisión en México, así también lo haría para narrar asesinatos de nota roja, o relatar entrevistas de primera plana con presidentes y expresidentes tanto de México como de Estados Unidos. Esto en una época donde las mujeres participaban en la prensa desde un lugar invisible.
Magdalena fue en la década de los 30 una de las primeras mujeres mexicanas a quienes se les reconoció como profesionales del periodismo, una ocupación que hasta entonces sólo era reconocida para los hombres porque las mujeres no firmaban sus notas, usaban seudónimos o escribían desde sus casas en secciones muy específicas.
No sólo eso, con el tiempo Magdalena se convirtió en la primera reportera a quien se le asignó la fuente de “presidencia”, y luego -20 años después- en la primera directora de un medio de noticias en México, la Prensa Gráfica.
A Magdalena se le conoce ampliamente por su papel en la literatura, pues fue novelista, dramaturga ensayista y poeta. En sus textos, ampliamente premiados, retrató la pobreza y la desigualdad social especialmente de las personas indígenas en México. Algunas de sus novelas más sobresalientes en México y Estados Unidos son “Yo, como pobre”, “Norte Bárbaro” y “Más allá dela Tierra”.
Sin embargo, al mismo tiempo que impulsaba la cultura en el país y producía literatura, ejercía con mucha creatividad y disciplina el oficio periodístico. Magdalena trabajó 30 años para La Prensa, y al principio fue la única mujer entre 12 reporteros. A pesar de la desigualdad en las oportunidades y el protagonismo que esto representaba, el primer escrito que aparece firmado con su nombre obtuvo la primera plana, y fue la entrevista que le hizo al presidente Lázaro Cárdenas en 1938.
Así logró ganarse un espacio privilegiado en la prensa, ya que también consiguió una entrevista con el expresidente Plutarco Elías Calles, y con el entonces presidente de Estados Unidos, Roosevelt, a quienes cuestionó directa e informadamente sobre temas de política y economía. Era muy audaz para evitar las evasivas.
Tan sólo de 1930 a 1940, Magdalena publicó 78 piezas periodísticas de todos los géneros, pero se especializó en aquellos que son de profundidad, como el reportaje y la entrevista. El género periodístico que más practicó fue la columna, un espacio de opinión que aprovechó para tratar con ironía, burla y humor la corrupción de la clase política de su época, y desde donde exigió que se reconociera a la mujer todos sus derechos como ciudadana.
Algunas de sus columnas más destacadas fueron “Sin malicia”, La política en Solfa”, “Los políticos en broma” o “Multicolor”. El tono de estas columnas (mordaz, con uso de apodos, desdén y ligereza sobre la política nacional) le dio singularidad a ella y al medio.
De acuerdo con el análisis que especialistas en el papel de las mujeres en la prensa mexicana han hecho al respecto, el trabajo de Magdalena se caracteriza por su creatividad tanto para conseguir entrevistas exclusivas y cumplir con las coberturas que le asignaban, como por los recursos narrativos que utilizaba.
“Siempre traté de ser ingeniosa. Algunas veces, por ejemplo, mandaba mis artículos con camioneros o choferes al periódico. Así, aunque hubiera disturbios, mis artículos se publicaban. Muchos se sorprendían al ver las notas sabiendo que todo estaba bloqueado. Las corresponsales son el mejor ejemplo de la valentía femenina. Arriesgan su vida con tal de cubrir su trabajo”, relató alguna vez Mondragón.
Magdalena concentró casi todo su trabajo en la política, pues dedicó 80 por ciento de sus escritos periodísticos a este tema, lo que es de relevancia porque documentó las transformaciones del México postrevolucionario, la expropiación petrolera y los efectos en el país de la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, también se valió del reportaje y la crónica para tratar temas policiacos y de denuncia social de una forma que pocas veces se hacía. Así cubrió historias sobre asesinato de mujeres, grandes fraudes, abusos de poder en el Poder Judicial, la situación de niñas y niños sin hogar, tala de árboles, y otros sobre las gestiones de gobierno en la ciudad.
En sus reportajes era sumamente descriptiva y trabajaba la estructura de su texto a fin de no plasmar sólo declaraciones entrecomilladas, sino darles uniformidad. También revelaba detalles minuciosos y siempre ponía contexto. En las entrevistas describía los ambientes y reproducía escenas para dar más información sobre la persona entrevistada. El uso de estos recursos le implicaba dedicar más tiempo a la investigación y a la redacción de cada texto.
Magdalena Mondragón nació en 1913 en Torreón, Coahuila, y estudió la carrera de Filosofía y Letras. Decidió hacer periodismo para ganar dinero, ya que ella se hacía cargo de su mamá y su hermana. De todos modos, la vocación de periodista la tenía desde que era niña cuando realizaba el periódico de la escuela. Su primer reportaje lo escribió a los 15 años, pero se publicó 5 años después en La Prensa. Su primer trabajo como periodista, a los 20 años, fue en el Siglo de Torreón.
Magdalena también colaboró para la prensa en San Antonio Texas; en La Opinión, de Los Ángeles; y en el Universal y el Excélsior, de México. También trabajó en las revistas Todo y Hoy. En 1950 se convirtió en directora de La Prensa Gráfica, y dirigió el Boletín Cultural Mexicano y el primer periódico femenino del Partido Revolucionario Institucional, Sólo para ellas.
En ésta última publicación, Magdalena dirigió los contenidos a fin de mostrar a las mujeres la posibilidad de participar en la política del país, en la economía, el campo, la industria, o en la literatura. Así lo hizo hasta que el partido suspendió el financiamiento porque, según declaró años más tarde, “cómo el gobierno iba a apoyar lecturas que podrían transformar el pensamiento y comportamiento de la mujer”.
Como Magdalena lo reconocería en la década de los 80, “la mujer en el periodismo que es mi caso, no sólo marca la participación de ella en los hechos más importantes de la sociedad, sino también su alcance en el sector comunicativo, literario y político. Es un elemento para el progreso (…) En mi época era mucho más difícil ser periodista, no sólo porque existían tabús acerca de la participación de la mujer en la sociedad, sino porque el hombre no estaba acostumbrado a ello”.
Ya más grande, Magdalena fundó un museo en Torreón con pinturas, vestidos y artesanías mexicanas pero éste fue misteriosamente saqueado. El gremio periodístico reconoció su labor con una medalla que lleva su nombre y que se entregaba a las y los periodistas con más de 30 años de trabajo. En 1983 recibió el Premio Nacional de Periodismo por su trayectoria.
Magdalena murió en 1989 en la Ciudad de México, a causa de cáncer. Pocos años antes de su muerte, ella misma tradujo se legado así: “mi orgullo más grande fue haber logrado adquirir los terrenos para construir una colonia de periodistas y más aún, cuando lo logramos que esa colonia se extendiera a diferentes zonas del Distrito Federal, y ahora en Veracruz y Saltillo. Este es el mejor reconocimiento que he recibido… No me considero una persona de carácter, pero pienso que las personas que lleguen a conocer mi trayectoria y trabajo en el periodismo, podrían motivarse para seguir en la carrera de periodismo”.
Fuente:
Hernández Carballido, Elvira. (1997). Las primeras reporteras mexicanas, tesis de maestría, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, México
González Socorro, Leticia (1990). Magdalena Mondragón, una mujer y el oficio periodístico, tesis de licenciatura, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, México.