Me ha costado mucho escribir estos días. En casa, aunque veamos muchas fotos y videos de gente aburrida y buscando cómo matar su ocio, hay siempre trabajo. Hay trabajo de cuidado, de limpieza, pedagógico, trabajo manual, del que saca para el día o la semana, del que mantiene el orden entre todo el caos, el que mantiene comida en la boca, el que sostiene.
Después de las noches de terrores y pesadillas, llegué a un estado en el que sí, siento temor, pero también tengo algunas certezas. Quiero hablar de ambas cosas, porque son días raros, en los que la información que circula está mediada en muchas ocasiones por los intereses económicos de los medios de comunicación que prefieren escandalizar a informar de manera completa. La avalancha de datos, comentarios, «especialistas», noticias falsas y mensajes de desastre inminente y permanente no ayudan, por supuesto, pero necesitamos hablar de esto que sentimos y de las cosas que tenemos para no ahogarnos.
Sobre mis miedos…
Tengo miedo a no generar suficientes ingresos para todo lo que la vida exige y hasta para poder ahorrar un poco en caso de emergencia. ¿Cómo se ahorra? Hace un par de años lo hacía sin tanto problema, no juntaba mucho, pero era algo, que siempre se ha ido en lo que la vida ha puesto como urgente: salud, comida, pagos, pero había. Vaya, que sé que al final siempre logro sacar lo suficiente, pero la incertidumbre me agobia, me pregunto en las noches si será el último mes que lo pueda hacer, qué otros pequeños ingresos puedo generar.
También me asusta que mi familia se enferme, en especial mi mamá. Ni siquiera me da tanto miedo que se contagien del virus porque nuestras medidas preventivas han sido muy intensas, aunque nunca se sabe, pero sí me asusta que la presión de estas semanas nos alcance el corazón, o la panza, o el hígado. Porque la enfermedad también viene de las emociones y tanta angustia sí tiene sus repercusiones.
Me da miedo el fascismo, ese que se asoma entre las publicaciones y mensajes de la gente que pide militarización, que pide sanciones a quienes salen, que comparten videos de otros países en los que golpean a quienes salen o les humillan, a pesar de que para estar en casa se necesitan condiciones específicas, que se sabe que no todo el mundo lo puede hacer, pero igual piden castigos, gritos, policías. Nada bueno ha salido de esas medidas, históricamente hablando, solamente (más) muerte y miedo.
Temo también por el futuro de mis sobrinas. Las veo, las escucho y se me llena el corazón de ternura y amor, pero no sé cómo haremos para que crezcan en ambientes seguros. Bueno, este temor lo tenía desde antes de la cuarentena. Es que, miren, ser niña, ser mujer, ya implica resistencia para sobrevivir. Pienso en todas las mujeres y niñas que no saldrán vivas de este periodo, no por la enfermedad, sino por la violencia y me estremezco.
Al final, más que miedo, tengo mucha rabia, mucho enojo, mucha impotencia, tengo una sensación de que hay no importa lo que haga, todo se puede ir a la mierda y ya, se acabó. Sin embargo, no me gusta quedarme ahí, porque además sé que no es tan real.
Sobre mis certezas…
Además de los temores y las angustias, también he sentido algunas cosas que considero ciertas, seguras, tangibles. Sé, por ejemplo, que estoy rodeada de mujeres que me aman y me apoyan, que si me pasa algo, ellas están al pendiente, que no van a dejar sola a mi mamá, que se toman el tiempo para preguntarme cómo estoy, qué necesito, incluso cuando ellas tienen sus propias responsabilidades y miedos. Espero estar siendo recíproca con ellas, con sus emociones, con sus necesidades.
También tengo la certeza de que, como todas las mujeres, se me ocurrirán mil cosas para hacer, en caso de que sea necesario. No lo estoy romantizando, porque sé que esto proviene de la precarización y de la explotación que el propio sistema patriarcal, pero es algo que hemos aprendido, a siempre tener algo más para hacer, para intercambiar.
Estoy segura también de que habrá un momento para poner esto en perspectiva, para saber qué es lo que sigue. Habrá momento de mirar esto desde otros ángulos, con más información centrada, con análisis más profundos.
Sé que también podremos canalizar la rabia, como lo hacemos siempre, e imaginaremos futuros, posibilidades, historias que nos contaremos unas a otras hasta que se hagan realidad.
Esto es lo que sé y lo que siento. Se los comparto con profundo amor, porque no estamos solas. No estamos solas.