Por Montserrat Pérez
A las compañeras de Brasil,
A todas nosotras…
Allá van, ellas, van caminando, ¿las ves? Van con paso firme, van caminando. Van sin miedo, van tan fuertes. ¿Sí las ves?
Son ellas, las que vienen, nosotras. Ellas no temen nada ya, ni la noche, ni la calle, ni sus pasos, no tiemblan cuando van solas, no se sienten jamás solas. Nuestras abuelas las vieron, nuestras madres también, nosotras las imaginamos, las sembramos.
¿Sí ves cómo corren en la noche bajo la luna? ¿Puedes escucharlas reír, aullar, cantar? Hay días en las que las olvidamos, que pensamos que son un sueño. Porque hoy hay tantas cosas que nos hieren, que nos lastiman, que nos matan…
Pero no, querida, amada, cierra los ojos. Míralas, míranos. Tú lo sabes cuando le das la mano a tu compañera, cuando le acaricias el cabello a tu hermana, cuando decides amar a tu amora. Es ese palpitar suave que te recorre la cuerpa, es eso que te endereza la espalda cuando sientes que no puedes más.
Hay días que no sentimos aplastadas, arrolladas, nos sentimos solas o desesperadas. Son sus intentos de frenar esto que no tiene forma de pararse. Es la sangre de las ancestras que las vieron, nos vieron en sueños, en luchas. Es el latido de resistencia que tenemos en la corazona, en las piernas. Ellos las ven también, nos ven, y tienen miedo. Porque el futuro no es suyo, jamás lo fue.
Allá van, ellas, se toman de la mano. Nosotras las miramos desde lejos, desde la utopía, desde el mundo posible. A veces nos olvidamos que esto, esta resistencia, este cansancio darán fruto, serán chispa. Nosotras somos las ancestras de las que vienen, las libres, las de ese mundo nuevo que nosotras un día, juntas, pudimos vislumbrar.