Por María Luisa Camargo
La necesidad me ha llevado a impartir cursos de historia de México tanto a chicas-os de secundaria como de preparatoria. Cada vez que los inicio, comienzo con la pregunta que ha sido el eje de mi tesis: ¿quién de ustedes tiene ascendencia indígena? A pesar que conozco la respuesta, cada vez que enuncio la pregunta me invade una sensación de emoción, una energía recorre mi cuerpo, esperando a la/el valiente que levante la mano y diga, con total orgullo: “YO”… Espero… Hasta ahora, después de ocho años, nadie ha tenido la valentía de aceptar su historia. Formulo, entonces, la segunda pregunta: ¿Quién de ustedes tiene ascendencia de otras nacionalidades? Varias manos levantadas. Con total y desvergonzada jactancia: “francesa” dice una, “española” dicen varias personas, “inglesa”… “holandesa”. “¿Cómo?”, preguntan algunos, “¿holandesa?” “Sí, mi bisabuela trabajó con un panadero que tenía un negocio en la colonia Condesa, que la embarazó y nació mi abuela”. Se escucha un “Ahhhhhhh” colectivo, la chica lo dice con mucho orgullo, se remueve en su silla y carraspea. Luego viene el silencio y llega el momento esperado. Me presento. Socióloga, maestra en Estudios Latinoamericanos, de abuela y abuelo nahua; mi abuela fue embarazada por mi abuelo que cantaba huapangos y era enamoradizo, así nació mi madre. El padre de mi abuela obligó a mi abuelo, ambos nahuas, a casarse. Así nació mi padre. Mi madre, nahua, mi padre, nahua. Por lo tanto, soy nahua. Y, soy, además, su maestra de historia.
De nuevo el silencio. Los observo, hago uso del lugar privilegiado que la educación escolástica me da, aunque se hable que tal característica murió con la adopción de la modernidad. Camino de un lado a otro, con las manos entrelazadas detrás de mi espalda; sigo esperando, nadie habla… Así, comienzo a hablar sobre el pueblo mexica y el antecedente político más importante para que se convirtiera en un imperio: la Triple Alianza, escribo en el pizarrón una frase que extraje de la canción “Identidades” escrita por José de Molina:1 “si eres indio no lo niegues, orgulloso habrías de estar, por el pasado glorioso del mexica y del maya”… Tengo algunas críticas hacia el contenido de sus canciones, por su falta de inclusión de nosotras, las mujeres, pero, para objeto de esta primer clase, es de mucha ayuda… Sigo con la explicación: les describo el sistema económico, político, social; les trazo una línea de tiempo…
Termina la clase. Recojo mis notas, libros, marcatextos del escritorio, borro el pizarrón. Como cada ciclo, se me acercan al final, cuando casi toda la gente se ha ido, dos o tres “valientes”. Me cuentan historias, sobre su abuela zapoteca, su madre mixteca, su padre nahua, su abuelo triqui… Hablan muy bajo, casi en susurros, murmuran… ¿Cómo convertir el susurro en palabra? María Cristina Mata dice acerca de la importancia de la palabra: “cuando hablamos de palabra, nos referimos a un acto de enunciación claro y distinto, capaz de ser dicho y oído públicamente”2. Y Anita Valerio, poeta y artista teatral, recalca: “¿Qué es ser una india indígena norteamericana? –“piel roja”-… Está en mi sangre, en mi rostro la voz de mi madre está en mi voz el ritmo de mi habla, mis sueños y memorias está en la forma de mis piernas… ¡hasta tendrá que estar en mi sudor! sí, he sido negada….Tanto hablar que se me ha negado.”3
La descolonización de saberes está en marcha. La universidad, la escuela ha sido históricamente construida por los grupos hegemónicos, por lo tanto, lo que en ella se aprende tiene la marca racista, clasista, sexista, heterosexual. Por ello la provocación que realizo durante las clases tiene la intención de hacer-pensar distinto, hacer ese desplazamiento4 tan necesario para ver desde otra perspectiva, desde la nuestra, hacer escuchar las palabras que nos ha sido negada, ya sea por nuestra clase social, identidad sexual, raza.
Notas:
1 José de Molina, cantautor mexicano de música de protesta.
2 María Cristina Mata “Comunicación comunitaria en pos de la palabra y la visibilidad social” en Construyendo comunidades… Reflexiones actuales sobre comunicación comunitaria. La Crujía Ediciones, Buenos Aires 2009, pág. 22.
3 Anita Valerio “En la sangre, el rostro y el sudor está la voz de mi madre”, en Cherríe Moraga, Ana Castillo, Editoras. Esta puente mi espalda, voces de mujeres tercermundistas en los Estados Unidos.ism press, 1988, San Francisco, E. U. pág.56
4 Retomo en el concepto a Francesca Gargallo, que en su obra Feminismos de Abya Yala nos invita a desubicarnos de nuestros propios lugares de privilegio, reflexionando cuáles nos han sido impuestos y cuáles estamos naturalizando.
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