Hace unos meses un ginecobstetra comenzó a quejarse conmigo sobre cómo “ya no se les podía decir nada a las mujeres embarazadas, que todo ya era considerado violencia obstétrica”. Sobra mencionar que esta opinión es bastante generalizada. Eso me dio a pensar en cómo en el personal de salud tiene la costumbre de tratar de manera paternalista a las mujeres que requieren asistencia médica, pero también a las médicas.
En general, en consulta no se pide permiso para explorar, no se explican los procedimientos, mucho menos el diagnóstico y que se puede esperar de la enfermedad por la que se transita. No se proponen tratamientos, se imponen; por lo que con tal desinformación, una no es libre de elegir su manera de sanar. Además, se piensa en la enfermedad como un padecimiento exclusivo del cuerpo físico, disociando al ser en cuerpo, mente y espíritu.
Y si esto ocurre con nosotras como adultas, ¿qué se puede esperar de la atención a niñas?, citando a Montserrat Pérez, “las infancias se ven como sujetas inacabadas, que están en formación y cuyas opiniones sobre cualquier cosa no son tomadas en cuenta”.
Pienso en la posibilidad de que las enfermedades pudieran evitarse con más facilidad si la información fuera oportuna, posibilidad difícil de alcanzar en un sistema donde se pretende que, entre otras fallas, se consulte en veinte minutos, en el que no hay tiempo para sanar y se prefiere la inmediatez en un sistema violento en el que las mujeres paren solas. ¡Su cuerpa acostumbrada en su memoria milenaria a hacerlo rodeada de sus amadas, sufre! Y claro, hay que mencionar las iatrogenias [daño en la salud provocado por personal médico], falta de espacios adecuados, maltrato y apropiación de las cuerpas.
Es un sistema (no sólo de salud), en el cual el cuidado está a cargo de las mujeres y NADIE menciona, ni por error, que cuidar por mucho tiempo también enferma. Añadiéndole que no se cuenta con lo necesario en los hospitales para que las cuidadoras estén dignamente, descansen, coman, se despejen, ¡orinen o se aseen! Falta interés y redes de apoyo. Falta poder renunciar a cuidar cuando no se quiere sin tener consecuencias, sin presiones sociales.
Habrá que seguir formulando cómo salir de los sistemas de opresión, incluyendo el de salud. Propongo por ahora, el autoconocimiento, la auto exploración como paso inicial. Organizarnos. “Negarles el acceso a nuestra cuerpa” como dijo Montse y también, a nuestros servicios.