Por Sofía Sánchez Morales
Hace poco descubrí… bueno, no descubrí, porque en realidad ya lo sabía: tengo la cadera chueca. La cosa es que es algo que nunca me había causado problemas… o eso quería creer, porque cuando caminaba mucho o bailaba salsa toda la noche sí sentía un dolorcito particular en el lado derecho de mi cuerpo, pero no le daba mayor importancia.
Por muchos años lo ignoré y luego, por vueltas que da la vida y el cuerpo, visité a una fisioterapeuta y no sólo estoy chueca, estoy MUY chueca. Ella, sorprendida de que no viva con más dolor, no se sorprende al enterarse de que tengo cólicos menstruales que me tumban: es por tu cadera, la pelvis es la base del cuerpo.
Me da masajes que resultan muy dolorosos, pero se me empieza a mover la cadera, a equilibrar. Después de dos sesiones, un día, de la nada, me echo a llorar en mi cuarto. No estoy segura del motivo (me cuesta muchísimo trabajo llorar), pero presiento que está relacionado con los masajes, como que tocar el cuerpo toca emociones. No tengo pruebas, pero estoy segura que existen, así que no tengo dudas.
En la siguiente sesión le digo a Karla que he estado así, sensible y lloroncita, y me dice: «Cómo no, la pelvis representa la casa en el cuerpo, la raíz, la familia, el amor y desde la adolescencia la tienes chueca. Se te están moviendo muchas cosas», porque sí, ella sí tiene pruebas de que tocar el cuerpo mueve emociones.
Y entonces salgo de la consulta con lágrimas en los ojos y me doy cuenta que soy un árbol que se para derecho y frondoso, pero cuando miras al piso, sus raíces han roto la banqueta en formas monstruosas (que en un árbol lucen bien) que provocan accidentes a los niños en bici y a los transeúntes que caminan sin mirar por dónde.
Ahora me pregunto qué pasará con ese árbol, si se acomodan las raíces, ¿cómo se sentirá el amor? ¿Se arreglará la banqueta rota? ¿Seguirá creciendo frondoso o perderá algo de lo suyo?