En la última década la guerra es más visible en nuestros territorios y también la diversidad de formas como impacta en nuestras cuerpas. Estos contextos de guerra y de violencia impactan de maneras muy específicas sobre nuestras cuerpas, y además, hay que sumar el que nuestras voces han sido silenciadas sistémicamente durante siglos. Si estas experiencias no son nombradas ni verbalizadas se nos acumulan.
Si nos preguntamos ¿cómo nos impacta la guerra a las mujeres? descubrimos la cantidad enorme de mujeres violadas, encarceladas, asesinadas, torturadas, desaparecidas, desplazadas, mujeres en búsqueda de sus familiares desaparecidos y múltiples formas más como las mujeres ponemos la cuerpa.
Nos corresponde construir nuestra propia memoria sobre un sistema de opresiones capitalista, colonial y patriarcal que se teje silenciosamente dentro de nosotras. Por ello, realizamos un ejercicio escritural en el curso Rompiendo nuestros silencios donde nos escribimos desde nuestros contextos de guerra y que queremos convidarles.
Por Janet (Michoacán)
¿Cómo atraviesa tu cuerpo el contexto de guerra?
Como testiga de los cuerpos que caen rodando de una camioneta blindada, llantas elevadas y rines cromados, motor de muerte y faros de miedo a plena luz del día. Como si esa alma que muere se metiera a mi cuerpo para ver si desde acá puede decir algo aún, siento habitar en este cuerpo a esa que arrojaron en el río o desapareció y todavía está perdida porque ya nadie la reclama.
A la vez soy parte del miedo colectivo porque entre más sabes, más te expones y expones a los que te rodean. Entro en conflicto entre lo que mi pecho quiere gritar y el cómo me tiemblan las piernas y entonces comprendo a quienes se hacen que no ven y no escuchan… porque estar tan cerca del opresor, asesino y psicópata te inmoviliza.
Traigo a este cuerpo en la lucha por querernos vivas, porque no me gusta vivir en un territorio de hombres que no conocen otra forma de ser más que imponiéndose, sin embargo, muy a menudo este cuerpo se cansa, como todos se aterroriza y solo quiere evitar saber de más violencia.
Recuerdas ¿cuándo fue la primera vez que te sentiste en peligro? ¿esa fue la primera vez que te sentiste en un contexto de guerra? Si no es así, ¿Cuál fue la primera vez que lo sentiste?
Sé que no es la primera vez que estuve en peligro, porque con frecuencia la violencia en carne propia tiene mucho aguante bajo lo que una considera normal. Pero es desde este momento que aquel borracho, narco de mierda, querido de mi vecina apareció y me contó hasta tres para huir que me volví tan paranoica.
Compartía departamento con un amigo, pero los fines de semana él no regresaba a mi casa, de modo que me quedaba sola. Empecé a notar que mi vecina madre de dos niñas salía con un tipo que desde el primer momento me dio miedo. Con el tiempo me di cuenta de que los fines de semana las niñas no estaban y era cuando el hombre la visitaba. Mientras estudiaba, escuché más de una vez el llanto, las golpizas y la vulgar forma en que el tipo se ejercía sobre mi vecina sin poder hacer nada o llamar a la policía.
Platiqué con mi amigo la situación y me recomendó no estar ahí cuando él llegaba, discutimos pues a mí me parecía aterrador soportar eso y no poder hacer nada. Al parecer a los vecinos les tenía sin cuidado, luego entendí por qué, el día que vi entrar a mi compañero amenazado pistola en nuca por este sujeto, diciéndonos que no quería ver a nadie en el pasillo cuando él estuviera de visita.
El error, mi amigo comentó el incidente con la vecina y al siguiente domingo cuatro adolescentes tiraron la puerta de mi apartamento buscándolo, al no estar, tomaron a mi novio en su lugar para darle una paliza. Ahí fue cuando me interpuse, ahí no tuve miedo, estaba alterada y aterrada de ver a cuatro menores haciendo tal cosa, tan pronto como les dije que él no era al que buscaban se fueron. Pero no alcancé a advertir ni salir de allí, pues llegó su jefe, me ofreció un trago que ordenó a la vecina me trajera para el susto y empezó a cantarme una supuesta disculpa mientras me advertía lo importante que era y que no le gustaba que se metieran con su gente. Al paso de un rato se emborrachó y mi vecina lo metió a su casa, en cuanto pudimos salir no volvimos.
Desde entonces la sensación de ser una estudiante que vivía sola me colmó de miedo y empecé a estar siempre en modo de defensa, a confiar menos y estar alerta, temía que me estuviera buscando. Tardé mucho tiempo en dejar de cuestionarme cómo le había ido a la vecina cuando él se diera cuenta de que ya no vivíamos más allí y dejar de pensar que tuve suerte de que ni él, ni los adolescentes atentaran contra mí.
En mi vecina y en mi propio cuerpo amenazado me quedó muy claro que en esta cultura ser narcotraficante es casi como ser un dios; las mujeres somos simplemente mercancía, no personas.
¿Qué es escribir para mí en un contexto de guerra?
Muchas podríamos pensar que no hay poder en las palabras de una mujer que se enfrenta al sistema. Pero es de estas palabras que fluye la fortaleza que dejamos ver en esa la lucha constante de las que buscan incansablemente a sus desaparecidos, las que resisten y demandan una y otra vez. Creo que escribir y llegar con nuestras palabras a muchas más, empoderarnos desde un cuerpo que resiste el dolor y llora su pena pero no se cansa, es lo que enciende aún más el coraje en ellos y vuelcan la guerra contra nosotras.
De modo que hacen público todo lo que por años han ejercido sobre nuestros cuerpos, para infundir miedo y recalcar que el ejército varón sigue teniendo una fuente de poder inagotable y es esa que entre más violencia ejercen sobre nuestros cuerpos más poderosos se vuelven.
En muchas mujeres se incuba el miedo pero con él viene la transformación, sin embargo, hay otra realidad y es la de aquellas que se resignan a lo que les tocó vivir. Siento que habito en un entorno donde hay varias generaciones de mujeres que viven resignadas y que se suma a un esquema cultural conservador y machista, resulta muy preocupante, el entorno se vuelve mucho más inseguro y se manifiesta el control que tienen los hombres frente a nuestras vidas.
Yo temo y por ello lucho y digo todo lo que pienso, me interesa no darles una victoria más sobre mi cuerpo, estoy cansada de vivir en un foco rojo y de leer la violencia hacia las mujeres como una manifestación aislada, como una provocación de nuestros cuerpos. A final de cuentas tengo más miedo pero también más coraje, aún camino siempre alerta, pero en el fondo me siento insegura.
A veces creo que es mejor abandonar este lugar, pero en cada ciudad he visto lo mismo y me doy cuenta que huir nada cambia, no sano y no resuelvo. Así que escribo y hablo para visibilizar, para enfatizar el problema, para dejar claro mi hartazgo y tratar con ello de combatir la resignación de muchas invitándolas a hacer lo mismo.
¿Cómo se sentía tu cuerpo antes de la guerra?
Yo creo que nunca pensé ser tan vulnerable como cuando empecé a escuchar por todos lados sobre las muertas de Juárez. De adolescente jamás sentí mi cuerpo débil y quizá es que Michoacán no era lo que hoy en día. Siempre creí que para defenderme era suficiente con saber algunas técnicas de defensa personal pero esa confianza se va perdiendo poco a poco y el poder de una bala tiene mucho peso. De repente no era de un asalto de lo que debía cuidarme sino de gustarle a cualquier tipo para ser levantada. En ese momento me di cuenta que las muertas de Juárez estábamos en todas partes y el hecho de ser mujer era de lo más peligroso.
¿Consideras que tu lenguaje y tu escritura fueron trastocados después de la guerra?
Considero que cuando hay guerra nada vuelve a ser igual. Mi lenguaje se politizó porque toda la violencia que había permanecido en un entorno privado se volvió publica y para demandar, para visibilizar que la correlación entre los feminicidios y la estructura patriarcal que abraza al narco, es necesario expresarse de manera que no quede en el olvido. Yo conocí y ame la poesía justo en este momento, como un instrumento de lucha y conciencia más que como un arte.
¿Cómo pones el cuerpo ante la guerra?
¿Qué carajos es poner el cuerpo?”
Poner el cuerpo es estar presente por las que se han ido,
en esta calle donde tú cruzas sin problema pero yo tengo que ir al tiro.
Ser mujer es peligroso, es cierto,
todos los adornos que has dicho debe llevar mi cuerpo
me estorban para darte tu merecido.
Poner el cuerpo que siento desmoronar
es no darte el lujo de pisotear más a las niñas, no golpear a su madre,
poner el cuerpo que te gusta frágil y pequeño
es gritar a los cuatro vientos
“VIVAS NOS QUEREMOS”
No vas a extender tu dominio ante nosotras
aunque nos trates de asustar con la nota roja
Otras veces ya hemos llorado y callado
hoy ponemos el cuerpo ante el hartazgo del corrupto Estado
vengamos a todas ellas que has violado, reprimido y azotado
con el cuerpo y alma,
bailando, marchando y gritando con rabia
somos las que nunca han reclamado
porque habitaban un cuerpo que no había sido empoderado.
Hoy somos cuerpas flores que veras crecer a diario.