Por Magda Calderón

 

Soñé con una leona de melena roja

que emergía intacta

desde las profundidades de un volcán en erupción.

Rugía poderosa.

 

Soñé con una tortuga marina invisible

perseguida por feroces depredadores

que se guiaban solo por sus huellas en la arena ardiente.

Ya en el agua se alejó sin ver atrás.

 

Soñé con una osa polar gigantesca

aferrada de un pequeño témpano en un mar de fuego

sabiéndose la última de su especie o la primera.

Maravillada de su fuerza.

 

Soñé con una gaviota cruzando un cielo oscuro

contra un viento huracanado

sin ningún lugar donde posarse a descansar.

A cada aleteo le crecían las alas.

 

Al despertar supe que no eran sueños

sino recuerdos.

Eran mis amigas

todas ellas

entre el fuego y el hielo

que jamás las doblega

 

 

 

entre la ternura y la rabia infinita

que las habita.

 

Era yo también en ellas

y ellas en mí.

 

Siempre regresando

una y otra vez

al ensueño recurrente

de encontrarnos

y existir

plenas de vida.

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La Crítica