Elsa fue a hacer una tarea por equipo, como ya había ocurrido varias veces, en casa de su amigo de la escuela, Juan. Ambos tenían 16 años. Juan era amigo del novio de Elsa, estaba en el mismo equipo de Fut que su hermano, era “como de la familia”.
No era de noche, no llevaba ella ropa provocativa, no estaba en un sitio “peligroso”, no había bebido. Era una chica haciendo la tarea con uno de sus mejores amigos.
Los padres de Juan se fueron a un compromiso social. 15 minutos después de que se quedaran solos, Juan se levantó de la mesa del comedor en donde estaban trabajando, puso llave a la puerta, guardó la llave, regresó a la mesa y violó a Elsa.
La forma en que la sometió y algunos otros detalles, hacen pensar a quienes conocemos el caso que no es la primera vez que Juan comete una violencia de este tipo contra una mujer o que lo había ensayado, mucho, previamente. Además, existen algunos indicios que hacen sospechar que la violación fue grabada y subida a alguna plataforma de Internet.
El proceso de Elsa y su madre para denunciar penalmente en la Ciudad de México y que se tome en cuenta su denuncia ha sido lento, largo y doloroso. Particularmente, porque, aun cuando hay pruebas genéticas y un médico legista pudo comprobar las heridas, hay periciales psicológicas y muchos más elementos que señalan al culpable, ya les advirtieron que, al haber sido el delito cometido por un menor de edad, no tendrá una sanción significativa por lo que ha hecho.
Hay una consigna, que deviene de teóricos, hombres en su mayoría, que señalan que el Estado les falla a los menores de edad y eso los lleva a cometer delitos. En el caso de Juan, nadie le ha fallado: vive una vida cómoda de clase media, tiene madre y padre que le acompañan en cada paso del proceso legal, tiene un abogado costoso, estudia en el CCH –el Estado le da educación privilegiada- y en todo el proceso ha existido de forma explícita el cuidado del sistema para que no se transgredan sus derechos humanos
Sin embargo, para Elsa, que ya ha tenido que cambiarse de escuela y ya ha sido señalada de puta, de loca, de mentirosa y de vengativa en las redes sociales por Juan, por la familia de Juan y por aquellos que eran sus amigos, no ha habido en el proceso ninguna funcionaria o funcionario quien cuide que no se le vulneren los derechos humanos y las autoridades escolares han sido bastante lentas, por no decir omisas, en llevar a cabo actos concretos que pudieran procurar bienestar para Elsa, por eso tuvo que irse de donde estudiaba, limitando su libre acceso a la educación.
Ella quiere llegar al Juicio Oral, porque desea que quede asentada en el acta su verdad, quiere ser escuchada en la última instancia y porque el CCH donde ella estudiaba no hará nada respecto al agresor si no hay una sentencia. Así que Elsa imagina que lograr dicha sentencia será lo más cercano para ella a una justicia, si logra que esa sentencia sea a su favor.
Pasaron meses de reunir pruebas, exigencias, soportar malos tratos, dar vueltas a oficinas y visitas a peritos; con el trabajo de ella y de su madre, principalmente, lograron armar una carpeta de investigación que, a su vez, permitió que se vinculara al violador a proceso, es decir: la legalidad reconoció que sí hay elementos para considerar que “pudo” haberse cometido la violación y que se puede proceder a un juicio para tratar de demostrarlo. En el momento en que ellas expresaban la satisfacción por ese avance, el Ministerio Público, les respondió que le preocupaba que quisieran continuar con el proceso porque “Juan se ve buen chico, se ve serio, es estudioso y tiene buenas calificaciones, no está bien echarle a perder la vida”.
El Ministerio Público, es aquél que cumple, o debería cumplir, las funciones de abogado de Elsa, ser la encarnación del Estado que defiende a la víctima ante la comisión de un delito que la agravia. Por lo tanto, cuando no la protege y emite su simpatía respecto al violentador, la está revictimizando.
1.- De acuerdo con un artículo de Animal Político del 15 agosto de 2019: “De mil casos de abuso a menores, solo se denuncian ante la justicia unos 100; de esos, solo 10 van a juicio; y de ahí, solo uno llega a condena. Es decir, la impunidad es de 99% y la cifra negra, aún mayor”. Por lo tanto, que Elsa haya denunciado y logrado una capeta de investigación que vincule a su violador, es un acto de valentía, de perseverancia y una interpelación al Estado mismo que debería responderle y, en tanto, lo que hace el M.P. es traicionar la confianza depositada.
2.- Es revictimización, también, porque los menores de edad violadores tienen la protección del Estado asegurada. Muy difícilmente perderán la libertad. En la Ciudad de México, aún con una sentencia que indique que Juan es culpable, por ser “la primera vez” que viola, le darán dos o tres años de prisión, pero estos son permutables por una multa, de tal forma, tiene la impunidad como un hecho ya dado. Aun así, el M.P. decide hablar de una vida “echada a perder” para el violador, responsabilizando a Elsa por buscar alguna forma de justicia.
3.- Es revictimización porque Elsa y su familia se encuentran en camino a un juicio en donde quien tomará la voz por ellas, piensa y expresa que señalar de violador a un violador es una injusticia porque “se ve buen chico”.
4.-Es una revictimización porque se está mostrando desde quien debería acompañarlas en el proceso, que se encargará de los papeleos a los que le obliga su cargo (esperemos), pero nada más, las desampara moral y explícitamente.
Esto es una pequeña muestra de la parcialidad patriarcal que no está escrita en ningún lado, pero ya está instalada en las lógicas de quienes se desenvuelven en los tribunales de justicia de menores.
Hacer el papeleo, pero dejar el peso de reunir pruebas y afrontar la carga económica y emocional en la víctima, además de expresar la simpatía por el violador, no es sólo una falta de ética, es una toma de postura como representante del Estado.
Lo siguiente que ocurrió a Elsa fue enfrentarse a la propuesta de “justicia restaurativa” del patriarcado, pero ese momento lo abordaré en la columna de la siguiente semana.
En esta ocasión, quiero cerrar señalando que los varones menores violadores son protegidos por la ley, se les garantiza una “segunda” oportunidad. En tanto, para las menores violadas el daño ya está hecho y, sin embargo, se les responsabiliza de intentar “dañar” el futuro de él.
No narro una situación extraordinaria, es bastante común, hasta normalizada. Hay cientos de otras niñas como Elsa enfrentándose a esta situación a diario en los juzgados mexicanos.
Esta forma en que las instancias judiciales abordan las violaciones cometidas por hombres menores de edad sobre mujeres menores es hoy legal, sí, y, también, es profundamente patriarcal.
Es la pedagogía del sistema cuidando y entrenando a sus propias crías de depredador.
Estimada sólo quisiera acotar que, lo que ella iba hacer como ella estaba vestida, es irrelevante ya que nadie se merece lo que nuestra amiga, compañera, igual, hermana mujer , pasó y debo mencionar esto, por que no hay que dar cabida a ninguna excusa para este tipo de acción cruel y despiadada.
Gracias por tu escrito es bello.