Por Laura Escobar-Colmenares
Era 2013. Ciudad de Oaxaca. Vi una convocatoria para un taller que buscaba “reflexionar sobre los estereotipos de género a través de la lectura”, invitaba sólo a mujeres y lo impartiría una mujer de nombre luminoso. Me sentí atraída por la finalidad enunciada sobre el taller y porque era exclusivamente para mujeres, por lo que busqué inmediatamente inscribirme. Fueron dos sesiones reveladoras: leímos sólo literatura escrita por mujeres y desde ahí analizamos y conversamos en torno a la naturalización de estereotipos y mandatos de género presentes en la literatura androcéntrica y principalmente, en nuestras vidas. Para mí, este taller fue un espacio cálido de encuentro con otras mujeres, de mucha escucha y desmontaje de creencias. Fueron momentos importantes para repensarme, para que mis vivencias atravesadas por las historias compartidas y los conocimientos que tenía sobre teoría de género palpitaran más que nunca. En ese taller también me acerqué al Feminismo y tengo que decir que me cambió la vida.
La Mujer de Nombre Luminoso y las demás mujeres teníamos la corazonada de que podíamos mantener ese espacio, esa posibilidad de seguir compartiéndonos con el pretexto de la literatura escrita por mujeres. Es así que surge el círculo de lectura Por nosotras mismas, que reunió a mujeres lectoras, pero también a mujeres deseosas de transgredir las reglas.
Somos mujeres de diversas edades y con diferentes experiencias de vida; un crisol de gustos y personalidades. De 2014 a este año, 2017, hemos leído a muchísimas mujeres: nos espejeamos en ellas y entre nosotras, conocemos otras geografías, otras épocas y otros contextos. Algunas historias nos fascinan, otras no tanto. Escuchamos nuestros propios relatos y escribimos parte de nuestro pasado, nuestro presente o el futuro que imaginamos. En ese espejearnos y compartirnos vamos develando preceptos, vamos haciéndonos preguntas, cuestionamos el estado de las cosas, vamos descubriendo juntas las situaciones que nos oprimen, que nos invisibilizan; reconocemos las ideas, pensamientos y prácticas que nos han dañado y que nos siguen dañando (el sistema patriarcal, el machismo, la misoginia, la violencia y el despojo de nuestros cuerpos) pero a la vez vamos vislumbrando cómo puede ser la vida de otra manera, vamos construyendo otras relaciones desde nosotras mismas, vamos sanando algunas heridas, vamos enriqueciendo y reconfigurando nuestra identidad individual y colectiva; opinamos, nos escuchamos, creamos y creemos en mundos diferentes, donde las mujeres y lo femenino tenga su justo lugar y podamos ser mujeres libres.
Llevamos tres años juntas con sus “subidas y bajadas”. Algunas compañeras se van, otras ingresan. Nos vemos dos veces al mes para las sesiones de lectura con una coordinación que se va rotando cada vez, estableciendo relaciones más horizontales, toma de decisiones de forma colectiva y resolviendo los conflictos lo más asertivamente posible. Vamos aprendiendo y acompañándonos, creciendo y apoyándonos. En este espacio para compartir y compartirnos yo he reconocido la solidaridad y la sororidad; profundicé en el feminismo, no desde el discurso, sino desde la práctica; he conocido a muchísimas mujeres escritoras en cuyos textos he encontrado claves para desarmar mi patriarcado interno. Con el acompañamiento de estas otras mujeres, soy una persona más crítica, pero a la vez más creativa, que no puede dejar de mirar las injusticias que se cometen por haber nacido en un cuerpo de mujer. Me da fuerza para dar mi palabra, reconocerme en otras mujeres y cambiar mi propio ser. Puedo decir que ya no puedo leer libros ni “leer” la vida sin perspectiva de género.
En nuestras sesiones nunca faltan las buenas bebidas, exquisita y abundante comida, conversaciones de todo tipo, regalos, tristezas, carcajadas, llanto, preocupaciones, sonrisas, alegrías, abrazos, sueños, esperanzas. La recuperación del gozo y del placer: compartir lecturas, comer y beber juntas, conversar íntimamente, disfrutar mirarnos y sentirnos cercanas. Yo amo a estas mujeres y no hubiera sido posible sin su disposición a deconstruir las relaciones malsanas de género y el cobijo que dan las letras contenidas en los libros y su lectura.
Por eso afirmo que leer y leernos (es decir, compartirnos; es decir, comprendernos; es decir, no juzgarnos; es decir, aceptarnos) da la posibilidad de establecer otro tipo de relaciones entre nosotras, menos envidiosas y más compartidas, menos competitivas y más sororarias, menos machistas y más amorosas. Quisiera que estos círculos de mujeres se multiplicasen. Que hubiera cientos de interconexiones entre estos círculos. La herramienta, el vehículo, el pretexto, puede ser la lectura o cualquier otra cosa que nos permita acercarnos más entre nosotras, crear alianzas y reconocer la amistad como una forma de amor genuino y posible entre mujeres, sin doble filo, sin doble cara, sin riesgos. Leer-nos y amar-nos en libertad, con el cuerpo, con el alma, con el corazón entero.
Estupenda experiencia.
Leernos-identificarnos.