Por Silene S. Huarita
Fausta es una niña traviesa, le encanta subirse a las piedras más altas del río y desde ahí lanzarse riendo. Con su falda de tela gruesa gris, canta caminando en el pueblo y en cada paso que da se siente más libre.
Hoy es un día como cualquier otro, se levanta cuando el gallo canta a las 4 de la mañana, se cambia de ropa y se abriga bien, se trenza el cabello y está lista para salir. Sale caminando al cerro con cántaro donde se encuentran las vacas de su familia, las mira, les acaricia la cabeza y empieza a ordeñarlas. Con calma y tranquilidad escuchando la quietud del amanecer, ve la leche llenar el cántaro, mientras más se llena se siente un poco ansiosa, desea que se llenen todos sus cántaros mas rápido, un poco más rápido. La tarea está terminada y Fausta contenta, en su rostro se dibuja una sonrisa y exclama un suspiro.
Baja corriendo del cerro camino al río, llega ahí agitada por la carrera, con sus mejillas sonrojadas y con falta de aliento. Mira a los alrededores, no hay nadie, solo se escucha el río pasar y chocar contra las piedras. Se sienta en la orilla, con un palo del piso dibuja figuras en el río y espera, pronto la ve. Llego Saturnina, por fin está ahí, su amiga querida. Saturnina es otra niña de su edad. En cuanto sus miradas se encuentran en sus rostros se refleja la felicidad. Saturnina corre hacia Fausta y se estrechan en un abrazo. Empiezan a contarse sus cositas, que lo que hicieron el día anterior, lo que comieron… Saturnina le cuenta que se tardó porque no pudo recoger todos los huevos de las gallinas a tiempo. Empiezan a jugar con unas piedras que están cerca del río, a construir casitas, juegan que tiene una villa juntas donde son vecinas. Arman toda la villa, un huerto, un lugar para los animales, una escuelita para las wawas, muchos ríos que atravieses su pueblito.
Se hace tarde, el amanecer se asoma sospechosamente y se dan cuenta que su tiempo juntas ha terminado. Miran una vez el pueblito que armaron con las piedras, se agarran de las manitos para calentarse, se miran y quedan calladas. Fausta habla para romper el silencio, le dice: «Mañana a la misma hora», Saturnina asiente y sonríe.
El día continua para Fausta, se tiene que ir a casa a cocinar para sus hermanos y padre. Mientras la olla coce, ella limpia la casa, termina de limpiar y corre a servir los platos, ya llegaran todos, no quiere que su papá grite esta vez. Cuando ellos comen, ella alimenta a los animales de la casa; cuando terminan, lava y limpia toda la cocina. Recién puede comer, come mientras observa cómo la gata está cazando un bicho. Corre luego a limpiar toda la casa, ella es muy pequeña, eso le da facilidad para limpiar algunos lugares, pero no todos los alcanza, está cansada pero sabe que más rato tiene que hacer la cena entonces se apura, la cena debe estar lista antes que el sol se entre. Llega la noche y es hora de dormir, es su segunda parte mas favorita del día, dormir para ver a Saturnina mañana.
Ilustración de portada autoría de: Lydia Hill
Bellísimo relato, sería lindo ilustrarlo. Felicitaciones a la autora.