Cosas que me hubiera gustado saber después de ser atacada
Por Montserrat Pérez
Como la gran mayoría de las mujeres que conozco, en diferentes momentos de mi vida, he sufrido violencias sexuales. Algunas de las que puedo hablar sin problema, otras que no y que no sé si en algún momento pueda.
Una de estas experiencias fue a finales de 2013 y la describí más detalladamenteen otros textos. En resumen: un conocido se me fue encima en una jardinera, no recuerdo aún exactamente cómo me solté, pero lo logré después de un rato (¡bien por mi cuerpa!).
Este escrito no trata de eso, ya no necesito contar más esa experiencia porque ya lo hice, pero sí me encantaría poder compartir algunas cosas que me hubiera gustado saber justo después de que sucedió porque, en efecto, las secuelas fueron mucho más poderosas de lo que imaginé.
Espero que estos aprendizajes le sirvan a alguien, tanto en su sanación individual, como en una sanación colectiva que considero necesaria. Ahí van:
Confía en tu instinto: no siempre es posible, porque no siempre se siente, porque a veces son personas a las que les tenemos confianza y amor, pero en ocasiones sí, hay algo, una espinita, una sensación en el estómago, un recelo inmediato cuando alguien se nos acerca, pelitos que se erizan en los brazos o la nuca. Algo, pues, que la cuerpa nos está diciendo, una sensación de que queremos irnos, de que algo “no está chido”. Confía en eso. Siempre. Tienes derecho a hacerte caso, a escucharte sin juzgar, inclusive a no pensarlo, a actuar, a levantarte e irte sin dar ninguna explicación.
Tienes derecho a defenderte: lo que hagas para defender tu vida, está bien, a veces eso incluye golpes, patadas, mordidas y correr. A veces es quedarte quieta y esperar el momento adecuado para zafarte y correr. No hay una manera “correcta” para defenderte, siempre y cuando puedas hacerlo sin sentirte culpable. Siento que, por lo menos en mi caso, hay momentos en los que no he respondido por miedo a lastimar a la otra persona, incluso cuando me estaban lastimando a mí, lo cual me deja pensando en cómo el patriarcado actúa para que sintamos que nuestras cuerpas y vidas no son tan valiosas. Pero sí lo son. No importa quién sea, si te está lastimando, puedes defenderte.
Lo que sientes no es “malo”: puede que te sientas enojada, triste, con miedo, inclusive que tengas cambios de humor repentino o episodios de frenesí y luego de llanto. Puede que a veces no te quieras parar de la cama ni salir al mundo ni hacer nada. No te recrimines, no te obligues a sentir alegría o fingirla por las personas que te rodean, no te enfades contigo por no tener fuerzas algunos días. Al final, te enfrascas en un proceso de violencia contra ti y terminas por enterrar un montón de emociones y sentimientos que tal vez necesitabas experimentar. Usualmente, dejarlas fluir es la mejor idea.
Hay gente que minimizará tu experiencia o te hará sentir culpable: “¿Pues qué andabas haciendo a esa hora con él en la calle?”, eso me dijo a mí alguien a quien le conté en cuanto sucedió. Incluso el mundo y la socialización que interiorizamos van a jugar un papel en tanto a que es tu “culpa”. También habrá gente que te dirá que “pudo ser peor”. Y es claro que todo puede ser peor, pero eso nos lleva a que debemos aguantar todo hasta que nos maten. E inclusive cuando nos matan, habrá quien juzgue que nuestra muerte pudo ser peor.
Esto me lleva a los siguientes dos puntos.
Tu experiencia importa: lo que viviste es relevante porque te pasó. Punto. Es importante para ti. Punto. El juicio de valor de personas ajenas no cambia lo que sientes ni lo que viviste ni lo que vas a vivir. Punto.
Eres fuerte: sí, eres mucho más fuerte de lo que piensas. No estás indefensa. Piensa en todas esas veces en las que te sentiste fuerte, por más que parezcan irrelevantes. Cuando cargaste algo que pensaste que no ibas aguantar, cuando alcanzaste al camión corriendo, cuando subiste todas las escaleras del metro en la línea naranja porque no servían las eléctricas. Cuando te pasaste toda la noche haciendo un trabajo o leyendo un libro. Está dentro de ti. Siéntelo, reconócelo.
Hay personas que te ayudarán a salir adelante: amigas y familiares. Para mucha gente será irrelevante o no sabrán cómo lidiar con lo que les cuentas, pero también estarán aquellas que van a darte la mano y te van a abrazar cuando llores y te van a mandar mensajes para ver cómo estás. Van a estar quienes te enseñen a golpear o a zafarte, a patear. Y van a estar quienes te van a tomar de la mano y no van a decir nada, pero que en serio están contigo.
Víctima no es una mala palabra: me daba roña pensarme como víctima. ¿Cómo, yo? No, no, no. Le agradezco a Karina y su taller de escritura el entender que no, “víctima” sólo describe un episodio, es algo momentáneo, algo que nos ayuda a comprender lo que nos pasó, a aceptarlo y a darnos un respiro. Una decide después qué hacer con eso.
Necesitas tiempo y espacio: regresar de golpe a todas las actividades y responsabilidades de la vida cotidiana puede dar una anestesia temporal a lo que pasó. Yo me llené de mil cosas, inclusive hoy en día pienso que no me he tomado el tiempo suficiente para reflexionar, sentir y apapacharme. Lo sé porque está interfiriendo con mi productividad (ay, qué neoliberal sonó eso) y con el disfrute de ciertas actividades profesionales que antes me llenaban un montón. Pero sí intento darme paréntesis de vez en cuando, ya sea en casa, en mi cuarto, a solas o, de plano, otro lugar, lo más lejos de todo lo que veo diario.
Hay gente que te ama muchísimo: mucho más de lo que te imaginas, y van a estar ahí para ti en las buenas, las malas y las peores. No las hagas a un lado. Te mereces ese amor. Te mereces todo el amor del planeta.
NO ES TU CULPA: probablemente este punto es el más importante. Jamás, por nada en el universo, ni siquiera porque el mundo lo diga, es tu culpa. No eres responsable de las decisiones y acciones de otras personas. No fue tu ropa, no fue que te fuiste con tal o cual, no fue que estabas borracha. NADA. No es tu culpa, no tienes de qué avergonzarte. Si alguien llega en la calle y te pega de pronto, ¿es tu culpa? No. Pues estas experiencias tampoco lo son. No te digas que pudiste hacer una cosa u otra, que fuiste “tonta” por no darte cuenta a tiempo, no te recrimines. Esto me lleva al último punto.
No te lastimes: va a haber días malos. Días pésimos. Días en los que vas a tener alguna pesadilla o vas a ver a alguien que se parece a la persona agresora. Igual y lo que detone el mal rato será algo simple, yo qué sé, un lugar o el ver un nombre. Esos días necesitas más autocuidado, no lastimarte. Y con lastimar me refiero a mil cosas. Pueden ser pensamientos de herirte físicamente o culparte (ver punto anterior). Respira. Deja lo que estás haciendo y reflexiona sobre qué podría ayudar: escribir al respecto, hablar con alguien de confianza, hacer ejercicio, comer un helado. Hazlo, y recuerda que todo pasa. Suena como un cliché, porque lo es, pero no le quita lo cierto.
Me hubiera gustado saber esto antes, pero ha sido un proceso. A veces bastante doloroso y a veces lleno de amor y cariños. No sé si esto le sirva a alguien más, pero espero que sí. Espero que si estás ahí leyendo esto y te sientes identificada, sepas que no estás sola, que vamos caminando juntas desde la distancia, que me llena de rabia tu dolor, que yo sé que no fue tu culpa y que espero que encuentres la justicia que deseas. Y con esto también yo cierro algo que aún estaba abierto (espero). Y me libero tantito más.