Las mujeres vivimos la guerra todos los días
¿Cómo no nos va a atravesar la guerra? Creo que a veces no nos damos cuenta, no lo advertimos, no le ponemos nombre, porque pareciera que tampoco tenemos un lenguaje para nombrarlo.
¿Cómo no nos va a atravesar la guerra? Creo que a veces no nos damos cuenta, no lo advertimos, no le ponemos nombre, porque pareciera que tampoco tenemos un lenguaje para nombrarlo.
No sé cocinar. Desde muy niña lo consideré una carencia, falta tristísima de una capacidad ambicionada.
Mi abuela materna me enseño a hablar con el fuego, cómo pedir permiso cada día al despertarme.
Pongo especial atención a los hombres que se cruzan en mi camino. Si alguno me da mala espina, saco mis llaves asegurándome de hacerlas sonar y lo miro fijamente para hacerle saber que, sean cuales sean sus intenciones, no me va a tomar desprevenida.
Ir sola siempre me dio miedo por un sinfín de razones, pero ESE temor, el del acoso lo racionalicé cuando fui creciendo, cuando escuché las experiencias de mis hermanas, de mis amigas, de mis compañeras, cuando dejé de evitar pasar por cierta calle no por un perro, sino por un hombre.
Llegué a casa, sana y dentro de lo que cabe, salva y yo seguía sin poder creer que me había sumado a la estadísticas que arroja el sistema nacional sobre las víctimas de violencia de género.