¡Hola, América! =)
No puedo entender cómo es tener una nueva hermana, para serte sincera. Yo fui la hija menor, así que por ese lado no me sentí mal, como tú te sientes. Pero cuando quieras hablar de ella yo puedo ayudarte a entender cómo se siente una niña chiquita con hermanos mayores. A veces es más fácil y a veces no. Sé que las hermanas menores podemos parecer una lata, pero también sé que pueden ser amigas o por lo menos, compañeras.
Mis papás no peleaban mucho, como los tuyos, o si lo hacía ni me enteraba. Quizá se escondían, porque a la gente grande le suele sentir pena si la ven enojada o gritando.
A lo mejor por eso yo nunca quise que la demás gente me viera enojada, ¿te pasa? Prefería esconderme en mi cuarto o distraerme viendo la televisión, pensaba que después me iba a sentir bien. Así que si tú lo haces te entiendo.
Tampoco me gustaba pedir nada, cuando iba a la tienda o a un restaurante, no quería verme como “pedinche”, no quería causarle problemas a nadie. Si alguien me preguntaba si quería algo o decía que no o pedía algo barato, aunque no fuera lo que yo quería. No quería verme como las otras niñas exigentes y groseras, yo quería que mi mamá estuviera contenta y pensara que yo era buena. Después me sentía mal, porque me arrepentía de no haber pedido lo que quería y me daban ganas de llorar, pero me las aguantaba.
Cuando leí que tú también lo haces, dije: por fin alguien me entiende.
Veo que eres una chica aplicada en la escuela, que tienes amigos y te portas bien. También me gustaba la escuela. Tenía muchos amigos y les caía bien a las profesoras. Tenía compañeros que se portaban muy mal, que los regañaban por todo. Yo no quería ser como ellos. Pero los obligaban a juntarse conmigo para ver si yo podía entenderlos y ser su amiga. Y lo lograba. Pero no siempre es así, a veces las personas tienen daños muy grandes que yo no podía reparar. Como su fuera “arreglapersonas”. Y es que yo no soy mecánica para arreglar todo. Si tú no puedes siempre, es porque tú tampoco eres mecánica y no estás obligada a arreglar a quienes están descompuestos. jaja
Por eso me gustaría decirte una cosa, América. No está mal enojarse ni sentirse triste. Tampoco está mal no saber cómo te sientes, a veces pasa. Chicas como tú o como yo nos enojamos o nos entristecemos porque vemos a las personas de nuestro alrededor mal, y no queremos eso. Pero pocas veces nos preguntan a nosotras si nos sentimos mal. Pocas veces nos dan lo que queremos y se enojan con nosotras si decimos lo que pensamos. Si tú te sientes mal con la llegada de tu hermanita, tu mamá te regaña, pero a lo mejor no te entiende. Te obliga a decir si quieres algo cuando tú no sabes o no quieres decirlo. Tu papá se enoja por todo sin ponerse a pensar qué sientes tú.
Yo te quiero decir: enójate, llora, pide. Sé que es muy difícil, pero no es malo. No es malo decir no. No es malo dejar que tus papás discutan y tú mejor descansar o ver tu programa favorito. No es malo que te compres ese dulce, o que no quieras estar todavía con tu mamá y tu hermanita. Ella también podría entenderte.
Si puedes, un día, ve a la tienda y pide tus papas favoritas. Una sola vez. Y cómelas con gusto.
Si puedes, cuando tus papás discutan, no tienes que ir, puedes tú ver televisión o hacer tarea, después sabrás por qué discutieron, pero también es bueno dejar que ellos se reconcilien solos.
Si un día te portas mal en la escuela no es el fin del mundo, no pasa nada si les dices a tus maestras que no una o dos veces.
Si un día quieres acercarte a tu hermana, verás que no es tan malo.
Si un día tu abuela regaña a tu mamá, no es por tu culpa.
Hazlo un día, uno a uno, cada cosa que te gustaría hacer o decir. Y deja de hacer las cosas que no te gustan. Por ti, porque eres una niña como yo lo fui y sé que está bien.
Y verás que poco a poco te sentirás más cómoda.
Hoy disfrutas esas papas, pasado mañana una paleta.
Mañana ves que tus papás pelean, pero sabes que no es cosa tuya, ellos siempre pelean, y de pronto dejas que las cosas salgan por sí solitas.
Yo América, me ofrezco a darte y desearte la mejor de las suertes. Quizá no puedo ayudarte, no te conozco, y no sé si tengo la posibilidad de hacerlo. Pero te doy toda mi comprensión.
Confío en ti, que con ayuda de tus papás, tu psicóloga, tu abuela, tu hermana podrás crecer. Pero tú creces, sobre todo, por ti misma. La gente suele decir que eres pequeña y que las niñas pequeñas no pueden hacerlo, pero yo sé que tú sí. Si tú te sientes mal no dudes en decirlo, si tú quieres algo, tampoco. Eres una persona, por eso valiosa, y quiero, sé que tú también, que te sientas bien.
Con cariño
Una chica como tú.
Guadalupe.
PD: a veces también las niñas bonitas, como tú o como yo, causan problemas. Y si no eres bonita para los demás, selo para ti, yo intento ser bonita y problemática a mi manera. Ojalá tú también puedas.
*Esta carta es producto de un ejercicio que realizamos en el curso Salud Emocional Feminista (edición de enero de 2018). En este ejercicio, las compañeras hacen una lectura de la biografía de una mujer y a partir de esto se generan espejeos, análisis y reflexiones que derivan en este encuentro epistolar con una misma y por supuesto con todas aquellas mujeres que lean la carta, porque compartimos mucho más de lo que pensamos y vemos a simple vista. Agradecemos profundamente a Guadalupe por permitirnos publicar el escrito.