Ya el día de las muertas venía,
me recordó mi mamá que el día siguiente a hoy sería.
Presurosa a preparar la ofrenda me dispuse,
pues a las ancestras no les podrían faltar sus dulces.
Mañana era el gran día,
en el campo todas nos reuniríamos con alegría.
¡Qué emoción!
Desperté y el día más bello ya era hoy,
todas estábamos aquí junto al fogón.
A las de la tierra los guisos nos tocaron,
y las eternas el atole prepararon.
Olga con su hermana Sandra se reencontró,
y abrazándose se informaron que las dos seguían amándose sin control.
Era hermoso, toda las mujeres que han existido amándose,
vi al fondo a Mariana con su mamá acurrucándose.
La fiesta del apapacho en su auge estaba
y Lesvy, Fátima y Kleo infinidad de consignas, poderosas, cantaban.
Agua fresca, comida y amora,
junto a la ofrenda bailaban todas las señoras.
Tanta belleza me había dejado muda,
pensé: «¡qué felicidad, esto es la ginomunda!”