Audry es una mujer que compone y canta rap, reggae, soul y funk. Una feminista que se reta a ser congruente en sus letras y en las calles. Como lo canta: “toda la vida intentando ser una y la misma, irrepetible, nunca sumisa y con la frente bien arriba”.
Ella canta su experiencia como mujer mexicana y migrante en Estados Unidos. “Los tumbos de la vida” la llevaron de su ciudad natal Puebla hasta el Bronx en Nueva York. Ahí es donde encontró un lugar para ser ella misma, cantar sobre las mujeres latinas e incomodar desde una perspectiva decolonial, antirracista y anticaptalista.
Audry está decidida a hacer de su vida una lucha en colectividad con más mujeres hartas de las imposiciones patriarcales. Por ello, junto con el colectivo Somos Guerreras, se fue de gira por Europa para compartir su música y sus experiencias como raperas en una escena que tiende a invisibilizarlas.
En mi palabra y universo me represento yo
Tiene una sonrisa tremenda. Es energía expandida: sus ojos moros, su melena en rastas, costados rapados, un hermoso collar de arte wixárika, un arete en la nariz, tatuajes y unos tenis fosfo. ¡Qué estilo se carga!
Es una rapera que, como bien dice, no se las da de artista y cuando habla pone el mensaje de lucha en el centro de una conversación. “Antes de llamarme feminista, antes de entenderlo o asumirme como tal, yo ya siempre veía por y para nosotras, sin tener idea de nada”, me dijo Audry cuando le pregunté para quién escribía sus versos.
Con el paso del tiempo y colaboraciones con más y más mujeres, Audry se dio cuenta que todo eso por lo que ella pasaba también le sucedía a las demás. Se dio cuenta que no estaba sola.
“Cuando me preguntan: ¿Qué se siente ser mujer en el rap que es una escena tan machista? Les respondo: ¿qué lugar en el mundo no es machista? ¿Qué diferencia hay entre una ingeniera y yo? Solamente es otro ámbito, pero igual está perfectamente articulado para ellos”.
Para romper con todas las ataduras a las que enfrentan las mujeres, su música es para todas, no sólo para las jóvenes. Las señoras, dijo, “necesitan escuchar palabras que nosotras nos estamos atreviendo a decir y las niñas necesitan crecer con otras estructuras que nosotras también nos estamos atreviendo a romper”. Aidee es un hechizo de complicidad lleno de magia.
Bienvenidos al subdesarrollo, hija soy, hija soy…
A pesar del enorme orgullo que siente por sus raíces, Audry tuvo que migrar porque en sus tierras ya no podía hacer más. Se negó ir en contra de su estilo, estética y letras para ser acreedora de más espacios en la escena hip hop y traicionar lo que el rap es para ella.
“Para mí el rap fue siempre el ritmo perfecto que me incitaba decir las cosas frontales como siempre había querido y como nunca me habían dejado. Fue la manera en que pude desahogarme de todo lo que me pasaba, de todo lo que sucedía fuera de mí…”
Desde muy morra, Audry encontró sanación al escribir. A los 15 empezó como vocal de un grupo reggae en Puebla, donde compartió con compañeros abusivos y machistas que le decían “tú no sabes cantar” o la presionaban para moverse o verse de forma distinta.
A los 19 años inició la carrera en filosofía y tuvo su primera banda de rap con un man que ya estaba en la escena hip hop de la ciudad. Eso la llevó a lugares alternativos que para ella se convirtieron en su refugio tras vivir en “una ciudad pequeña, súper católica y súper conservadora”.
Al paso del tiempo, en 2010 empezó a hacer música por su cuenta y a colaborar con mujeres en el colectivo “Mujeres Trabajando”. Su objetivo era visibilizar sus experiencias de discriminación como mujeres artistas en la música, poesía y las artes visuales.
Audry fue una de las primeras raperas que tocó en los más grandes festivales de hip hop como Planeta Hip Hop y el Festival Latinoamérica Unida, y llevó su música a países de Centroamérica, Sudamérica y el Caribe.
Pero no pudo escapar de la violencia a las que las mujeres en esa escena están expuestas: fue sujeta de amenazas contra su vida y dignidad. El odio residía, explicó, en que querían que fuera “más suave, más tranquila, más femenina… lo que sea que esto signifique, y obviamente estar más delgada, cosa que en algún momento lo hice y tuve trastornos alimenticios por esto”.
“Muchos compañeros me dijeron ‘no tienes que ser tan política, la música política no te va a llevar a ningún lado’”, reveló la rapera. Mientras relataba esto, Audry alzó su brazo derecho (donde tiene un tatuaje de un micrófono y la palabra resistencia) pintó un dedo y soltó una risa llena de victoria.
“Entonces yo me vine acá por una onda de respirar de toda esa mierda y decir, bueno, pues si puedo allá, igual puedo acá. O sea, no sé, pero voy a intentarlo, ¿no?”.
Y fue así, por todas esas oportunidades que en sus tierras le negaron, como Audry se convirtió en un ave migrante.
Y yo volé, volé y volé, ave migrante me volví
Audry recibió la oportunidad de presentar parte de su trabajo en Nueva York en el 2013. Debido a las violencias a las que estaba expuesta en México, en el 2016 decidió echar suerte en el norte.
Aunque para ese entonces ya había generado lazos con más raperas latinoamericanas y en el 2014 se incorporó al colectivo Somos Guerreras, fundado por la rapera Rebeca Lane de Guetamala, su situación migratoria le impedía hacer presentaciones fuera de gringolandia.
Sin papeles, Audry empezó desde cero. Se puso a jalar en restaurantes, y enfrentó la inestabilidad de trabajo “informal” por su condición migratoria y la violencia machista que las migrantes viven muchas veces en silencio.
“Es, puta, una sensación muy fuerte: sentirte despojada, explotada y aparte queriendo hacer un proyecto musical…querer resurgir”.
Audry también tuvo que adaptarse a las temperaturas bajas, mejorar el inglés, las formas distintas como la gente se relaciona con los demás y a ser una mujer racializada por su piel morena y su acento mexicano.
“A huevo siempre tienes qué decir de dónde eres y a qué perteneces. No falta que te digan: te escucho un acento ¿de dónde eres? En México era Audry y aquí soy la mexicana que hace rap, entonces es como que cambias de identidad”.
Pero todo eso la hizo querer regresar a la música y la lucha. Sin importar las jornadas de hasta 17 horas, Audry regresaba a casa para echarse un baño, volverse a poner los tenis e ir a los conciertos, aunque no hubiera paga y sólo tocara una que otra rola.
Pero todo ese esfuerzo dio sus frutos:
Con buena vibra y tocando puertas, Audry empezó a conocer mujeres con las que se identificaba en su lucha. Primero encontró trabajo como host en el programa Loca Vibes Radio y así empezó también hacer más activismo político con grupos marginalizados como mujeres migrantes o indígenas.
El año pasado Audry fue considerada por la revista Rolling Stones como uno de los proyectos más poderosos y propositivos de la música hechos por mujeres mexicanas.
También llevó el hip hop hasta la academia. Audry presentó su música y su experiencia como mujer latinoamericana y migrante en el hip hop en Harvard, la Universidad de Nueva York y la Universidad de la Ciudad de Nueva York.
Y, por si todo esto fuera poco, ahora Audry (junto con Nakury y Rebeca Lane de Somos Guerreras) está rompiéndola en Alemania, Austria, España, Francia, Inglaterra y Suiza. Tienen 19 conciertos programados, están estrenando su primer EP colaborativo “Lucha para Respirar” y participan en espacios de discusión para compartir sus experiencias en la música y la lucha feminista.
Con mis hermanas vibro, rivalidad no quiero. Sororidad es la respuesta
“Para mi Somos Guerreras es uno de los proyectos más bonitos en los que he podido participar y hacer algo, no sé si por el mundo, pero sí para la gente que me rodea” compartió junto con una sonrisa de esas que salen del corazón.
Audry me comentó lo mucho que le sorprende que el colectivo esté funcionando, después de tantos años de estar tocando puertas, de pedalear y pedalear, hasta que todo se empezó a acomodar. “Y yo creo que es porque, las tres tenemos historias diferentes pero que a su vez sanan, entre nosotras y entre las otras morras con las que compartimos”.
Trabajar con mujeres para Somos Guerreras es el futuro. Quieren romper con la idea misógina de que las mujeres no pueden estar juntas. El trip del colectivo, compartió Audry, es ya no tomar en cuenta lo que los vatos dicen sobre cómo hay que trabajar, sino hacerlo siempre a la manera de ellas, a su forma de ver y su intuición. El que se construyan colectivos de mujeres es un acto revolucionario, dijo, porque lo que quieren es dividirnos.
Adentrada en un discurso de deconstrucción, de intentar reflexionar sobre su manera de sentir y hacer día a día, Audry cree que la manera de acabar con el monstruo contra el que todas luchamos es que creamos uno igual de grande.
Audry cree firmemente que es hora de que las mujeres tomemos lo que nos pertenece, después de siglos y siglos de opresión y discriminación. Es hora de educarnos a nosotras mismas y de hacer del mundo un lugar para que podamos vivir libres.
¡Qué alegría da conocer la rebeldía de Audry Funk!