¿Por qué no deberíamos ser gordas como nuestras bisabuelas, abuelas y madres? ¿Por qué tendríamos que instar a nuestras hijas, hermanas, sobrinas a que rechacen ser gordas como nosotras? Entonces, el autodesprecio se convierte al mismo tiempo en una pedagogía de la infelicidad y una negación de nuestro linaje femenino.
Artemisa Téllez
Pienso que una de las cárceles de las mujeres en general y mía en particular, es la aspiración de un modelo de belleza que es inalcanzable (además de inaceptable), al menos para mi genética con raíces en un pueblo originario del estado de Oaxaca. La familia de mi madre es morena en su mayoría. Mi madre es pequeña, morena, redondita, de cabello negro y ojitos oscuros. Mi padre no es tan moreno, de hecho le dicen “el güero”, piel un poco más clara, ojos color miel y cabello castaño. Mi abuela paterna era robusta y podría decir que heredé su corporalidad. Fenotípicamente soy más semejante a mi madre, mi hermana lo es a mi padre; como compartíamos casi la misma edad y los mismos espacios, las comparaciones no se hacían esperar y ella generaba más simpatía porque era “güerita”. El racismo en sus sutiles expresiones. Nunca he deseado otro tono de piel, pero… desde niña he sido “gordita”, no recuerdo si anhelaba la delgadez, pero tal vez sí, porque recuerdo que siendo adolescente empezaba a vomitar después de comer, una forma en cómo se va instalando la bulimia. Me sobrepuse a eso y seguí creciendo hasta llegar a los 18 años y por alguna razón me torné delgada. Me gustaba estar así. Ahora uso talla extragrande (18 años después) y nomás por curiosidad a veces me meto a las tiendas de ropa prêt-à-porter para sorprenderme de que sólo hay prendas para mujeres delgadas, la talla más grande es 32 creo, claro y eso es estar gordísima… yo misma me enfrento a mi gordofobia interna, en esta sociedad en la cual le exige a las mujeres ser delgadas, es decir, ser bellas, es decir, invertir en su belleza y “estar a la moda”… algunas veces me siento fea por ser gorda, lloro cuando se atreven a criticar mi cuerpo, ¡detesto que me pregunten si estoy embarazada! (O sea, como mujer solo puedo ser gorda si estoy preñada)… Lucho conmigo misma cada día, para no odiarme, para no criticarme, para no… A veces, me empodero y me quiero así, con la lonja, con los rollitos en los brazos y en las piernas, con la papada, con mis cicatrices, mis manchas, mis granos y mis estrías. No es fácil, he dejado de ponerme ropa que me gusta porque ‘ya no se me ve bien, porque salta la panza’… No es fácil, pero es lo que necesito, no puedo vivir inconforme con mi cuerpo, no puedo no amarme, me gusta disfrutarme así y celebrar que respiro, que estoy viva. Al diablo con los estereotipos de belleza.
Lau Escol