Por: María Fernanda Alvarado Bautista/ Observatorio Digital*
La producción artística y científica está atravesada por el contexto socio-económico, político y cultural del autor o autora, las obras se generan a través de su forma de leer y entender el mundo. Por esto, cuando se reconoce a un referente cultural y/o científico como agresor y misógino es relevante entender que su obra no puede ser separada de cualquier tipo de violencia que haya ejercido, pues para las mujeres enfrentarse a agresores con cierta influencia significa transitar un complejo y doloroso camino hacia la justicia, que muchas veces no llega.
El fenómeno de separar a la obra del artista consiste en apreciar la obra (en cualquiera de las distintas disciplinas) de un creador o creadora sin tener en cuenta su ideología social y política, y sin hacer una evaluación del discurso que transmite y la violencia que se legitima con ello. Este fenómeno cobró popularidad tras el surgimiento del movimiento #MeToo.
Pero, ¿realmente apreciamos a las obras por sí solas? La respuesta es no, en todas las disciplinas nos influenciamos por saber quién fue parte de la creación y el contexto; es como si se legitimara la obra al saber quién la creó. Por ejemplo, si los actores y actrices de las películas son conocidos o de nuestro agrado, la producción cinematográfica tendrá mucha más audiencia. Lo mismo suele pasar con pinturas a las que se les denomina con frecuencia a través del pintor o pintora (como los Picasso) y no por el título de la obra en cuestión. Es decir, el contenido es menos memorable que la firma del autor o autora.
Otro ejemplo de lo anterior ocurre con los casos de anonimato: el que hace unos siglos no se pudiera reconocer a las mujeres como profesionistas, científicas o creadoras de contenido artístico debido a que se les percibía como seres con un intelecto inferior demuestra que tanto en aquel momento como ahora saber de quién proviene una obra influye en el deseo de conocerla y consumirla.
Existen dos tipos de artistas o creadores violentos: los que cometen crímenes irrevocables como los asesinos, violadores sexuales, acosadores, agresores físicos; y aquellos que expresan discursos sociales, políticos y religiosos opresivos y/o discriminatorios.
Desde los movimientos feministas se ha recomendado dejar de consumir la producción científica o artística de un agresor. Un elemento esencial es señalar el daño y cómo su obra está implícita en ello y es un reflejo de quién es y en lo que cree, sin separarlo. Si no se reflexiona antes, el hecho de solo cancelar a alguien puede ser algo superfluo para promover que se deje de reproducir dicha ideología o acto violentador para visibilizar violencias estructurales y trabajar para eliminarlas.
Enfrentarse a un artista-agresor influyente: el proceso de Jessica Valenzuela
En 2017, Alfredo “N”, docente de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, generó un contexto para que sus alumnas y alumnos del Centro de las Artes y la Cultura fueran violentadas en su seguridad sexual, incitando a un ambiente de transgresión a la integridad del grupo. En la metodología del examen final de titulación, a cargo de dicho docente, involucró ejercicios sexuales violentos y sin un respaldo pedagógico.
“No había oportunidad de consentimiento, era tu director, eras la alumna, estás en tu montaje de egreso. Recuerdo haberme encontrado con compañeros y haber sentido la connotación sexual por donde iba la exploración. Había una resistencia mental de no quiero, pero recuerdo que soy actriz, tengo que hacerlo, es mi último semestre y en algún lugar esto va servir para algo. Las chicas hablábamos en los baños de lo que íbamos hacer para que no nos volvieran a tocar, los chicos estaban muy inconformes”, cuenta Jessica Valenzuela, licenciada en Artes Escénicas y alumna en aquel momento de Alfredo “N”.
Jessica fue la única mujer de su grupo que presentó una denuncia formal contra el agresor. Cuatro años después, el proceso legal no ha concluido.
“Sé una persona neutral, quítate tu rebozo, aquí no puedes ser feminista, y permítete. Quien tiene esas posturas es porque no sabe ser actor o actriz”, le dijo en alguna clase Alfredo “N” a Jessica.
Para Jessica, el primer obstáculo fue reconocer que habían sido víctimas de una violencia que tiene nombre: la sexual. Y que eso sucedió en un espacio donde no lo imaginaron: el salón de clases.
“No saber que esas violencias están en el teatro y tienen nombre, y que nada puede ser justificado en nombre del arte, y hay muchos casos así. Después de los meses nos damos cuenta que es un malestar de grupo y decidimos denunciarlo a nivel institucional”, platica.
El proceso de denuncia comenzó cuando el grupo se acercó con la Jefatura del Departamento de Artes Escénicas y Audiovisuales, en aquel momento desempeñada por Mariana Torres, sin embargo, no hubo oportunidad de diálogo con ella, asegura Jessica. De esa jefatura se dirigieron con José Luis Ruvalcaba, entonces Decano del Centro de las Artes y la Cultura, quien abrió un foro de diálogo, pero desestimó la denuncia.
“Ya tenía muy aprendido el diálogo institucional de ‘te escucho pero nunca te doy una respuesta, nunca te digo si realmente va a suceder algo, o te hago creer que te estoy escuchando’. No era un espacio de diálogo, era un espacio de confrontación, ellos tenían que cuidarse como cuerpo académico, fue muy doloroso ver cómo los maestros estaban cuidando su puesto. Todos los años el discurso de la carrera de artes es la denuncia política y social, y cuando vives eso no les crees absolutamente nada”, añade Jessica.
Posteriormente, se asume que la jefa de departamento pasó la información completa a las y los docentes sobre los testimonios y las firmas de la violencia sexual ejercida, el cuerpo académico decide que el agresor no saldrá de su puesto y ofrecen a las y los alumnos continuar trabajando con él o, de lo contrario, deberán tomar el examen extraordinario para pasar la materia. Tiempo después se descubriría que la información fue detenida en la jefatura del departamento; solo se presentó el oficio de remoción del maestro sin el contexto sexual, por lo que la participación del cuerpo académico durante este momento y a lo largo del proceso se caracterizó por estar limitada y sesgada. Para aquellas y aquellos docentes que mostraron afinidad y buscaron cuestionar al tema tuvieron repercusiones negativas en su puesto laboral. Durante el proceso completo de denuncia, fue característico que las autoridades le dieran énfasis a la cuestión académica y le restaran valor a la violencia sexual involucrada.
Ante esta imposición y al estar a un mes de egresar, integrantes del grupo se dieron de baja; el resto decidió continuar cursando la materia, y solo tres alumnas continuaron oponiéndose. Las involucradas en la denuncia prosiguieron armando oficios para Rectoría, Secretaría General, Defensoría de los Derechos Universitarios y la Federación de Estudiantes de la Universidad Autónoma de Aguascalientes (FEUAA), dejando también un oficio narrando lo ocurrido en el Comité Institucional para la Equidad de Género (CIEG) y en el Departamento Jurídico.
“Ni rectoría, defensoría, jurídico, o FEUAA, o ninguno de los que dicen estar ahí velando por el alumnado están ahí, al contrario, de las denuncias que se han hecho públicas e institucionales de ninguna se tiene registro ni memoria. Se han hecho protocolos, pero no están hechos de manera operativa”, considera Jessica.
La falta de atención en la UAA provocó que las alumnas buscarán el apoyo fuera de la universidad, al Observatorio de Violencia Social y de Género de Aguascalientes (OVSGA). A partir de ese momento, el tema tomó una dimensión legal. Se convocó a la prensa para visibilizar la violencia del docente y denunciar la protección que se le estaba dando. En este punto, Jessica era la única que mantenía la denuncia; sus otras dos compañeras la acompañaron como testigos ante el Ministerio Público y la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDHA).
Por su parte, el Observatorio señaló la falta de protocolos efectivos de atención a la violencia sexual en la Universidad Autónoma de Aguascalientes y denunció las omisiones y complicidades de las autoridades universitarias.
La Universidad calló ante las solicitudes de las alumnas y del OVSGA. La entrevistada asegura que hasta que tuvo acceso a revisar la carpeta del Ministerio Público, identificó que la Universidad generó un proceso interno donde llamó a sus compañeras y compañeros para un interrogatorio a nivel individual, con el objetivo de disuadirles de participar en la denuncia penal.
“Mi denuncia ha sentado un precedente importante y significativo a nivel estudiantil; pese a que la petición y exigencia sigue presente sobre la urgencia de que la Universidad realice un protocolo específico que contenga los mecanismos y procesos administrativos, claros y precisos, que sancionen e inhiban el hostigamiento y el acoso sexual universitario. El caso se tuvo que mediatizar para que la Universidad e instancias lo atendieran, a la par sirvió para reconocer que no soy solo yo, que hay mujeres que están en lo mismo. Entonces cuando hablo de mi denuncia, se denuncia también la historia colectiva”, agrega Jessica.
¿Qué ocurrió después de la denuncia con el agresor?
“Las acciones tienen consecuencias, y denunciarlo fue una de ellas, pero jamás seré responsable de lo que el agresor hizo. No se arruina la vida del agresor, y entender eso me llevó a un proceso de reflexión para redefinir ideas, creencias y al mismo tiempo mi presente”, responde Jessica .
El agresor, Alfredo “N”, pertenece a un grupo privilegiado de teatro e instituciones culturales en Aguascalientes, por lo tanto, hay un sistema que lo protege, una comunidad que lo valida. Aunque ha mantenido un perfil bajo, sigue siendo docente en la Universidad de las Artes. El hecho de que el agresor no haya perdido su puesto de trabajo está relacionado con el vínculo que tiene con la coordinadora de la Licenciatura en Teatro de la Universidad de las Artes, Alexa Torres, y con Mariana Torres, la jefa de departamento en la época de la denuncia.
“En la Universidad de las Artes los alumnos no saben que Alfredo Vargas fue vinculado con un proceso. La información que se ha compartido a la comunidad es que nunca se le reconoció su culpa, sino que él salió inocente, nos dimos cuenta que la comunidad pensaba que la denuncia no había procedido”, añade Jessica.
Una representación de cómo las denuncias no tienen memoria, ocurrió en el año 2020 cuando el Instituto Cultural de Aguascalientes y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, ICA-UNESCO, becaron a Alfredo”N”.
“Este tipo de acciones son un mensaje de impunidad para todas las víctimas de violencia sexual, preocupa que sea un organismo estatal e internacional quienes omitieron lo sucedido, ya que no solo representa la lucha contra la injusticia local, sino que ésta se extiende en todos los niveles, favoreciendo a los agresores, mientras las víctimas siguen procesos sepultados entre citas pospuestas y papeles”, comentó Violeta Sabás, coordinadora del Observatorio de Violencia Social y de Género de Aguascalientes.
Las consecuencias para las víctimas
Durante el proceso posterior a la denuncia surgieron cuestionamientos en Jessica acerca de cómo vive y se conceptualiza a la víctima: “¿Si fui víctima de violencia, por qué tengo una vida sexual? Empecé a cuestionarme el tipo de víctima que yo estaba siendo, cuando fui a denunciar me pregunté cómo debo de vestirme, pensé que estos casos solo le sucedían a chicas en contextos económicamente bajos. Nadie me va a creer que realmente estoy afectada, que esto me perjudicó, comencé a analizar todos los tabúes de lo que debe ser una víctima. Recuerdo haber pensado que el mundo no estaba hecho para las víctimas de violencia, es tan agresivo, que no te da tiempo de registrar y ser consciente de lo que te pasa”, explica.
“Resignifiqué para mí la etiqueta de víctima y el estereotipo, entendí y reflexioné que no hay un prototipo o una cuestión meramente socioeconómica. Me asumí como una víctima segura de sí misma en su testimonio y en la importancia de este mismo. Creer en mí es creer en todas y cada una de nosotras”, añade.
Para Jessica, haber sido firme en la denuncia le costó críticas al interior de la comunidad teatral local, un espacio de validación para su agresor.
“Yo asumí que si yo hacía esto, mi lugar en Aguascalientes con la comunidad teatral la iba a perder. Para aquellas que hablan son castigadas, y mi castigo lo sé, no puedo trabajar con dicha comunidad en Aguascalientes, y la validación que voy a tener jamás va ser de aquí, y ese es mi castigo, según ellos, pero al final del día está la posibilidad de tener otros espacios y redes a nivel nacional, lo cual ya hago. Es difícil pensarme ahora sin este proceso de evolución positiva, la negativa quedó allá atrás”, dice.
Tras lo ocurrido, Jessica percibe a su denuncia como un precedente, pero aún falta mucho camino por recorrer para que no solo se visibilicen, sino que las instituciones educativas validen las denuncias de las y los alumnos.
“Uno de mis más valiosos consejos es que te acompañes de una red que trabaje con perspectiva de género para guiarte, asesorarte y acompañarte. Claro que es algo lejano o nuevo para nosotras, pero no tengas miedo de lo aparatoso o impositivo de la palabra ‘denuncia formal’. Denunciar formalmente ante una institución es el primer paso, es un proceso largo en tiempo, pero corto en acciones directas que tú deberás hacer y lo otro lo harán tus abogadas. Externa tus dudas, más vale saber qué significa, que caer en un malentendido de resolución por falta de conocimiento en leyes”, recomienda Jessica Valenzuela.
¿Quiénes son algunos de los referentes culturales misóginos?
La literatura de Gabriel García Márquez es sexista y reproduce el discurso de que la mujer es un objeto sexual, además de normalizar la pedofilia, y conceptualizar a las mujeres como sumisas, sacrificadas y matronales. Octavio Paz parece haber contribuido desde esferas íntimas hasta públicas al “asesinato de Elena Garro” con el mismo procedimiento de abuso emocional que él criticara en la identidad mexicana. El matrimonio resultó ser para ella una serie de sumisiones y frustraciones. La misma Patricia Rosas Lopátegui, biógrafa oficial de la poeta, señaló en diversas ocasiones que “Elena Garro en una entrevista me dijo que Octavio Paz le había prohibido incursionar en el género de la poesía porque ese era su terreno”.
El poeta chileno Pablo Neruda reconoció en sus memorias «Confieso que he vivido” que violó a una limpiadora de un bungalow en la actual Sri Lanka, en 1929 cuando tenía 25 años. Sobre el pintor Pablo Picasso, su nieta Marina, detalla el modo en que Picasso absorbía la esencia de las mujeres de su vida: «Las sometía a su sexualidad animal, las domesticaba, las hechizaba, las devoraba y las aplastaba en sus lienzos. Después de pasar muchas noches extrayendo su esencia, una vez desangradas, se deshacía de ellas».
Mahatma Gandhi se forjó una identidad india exclusivista y racista que mantendría alejados a los africanos de sus estrategias políticas; tenía una relación restrictiva y violenta con su esposa Kasturba, incluso por sus creencias espirituales la dejaría morir tras negarle un tratamiento médico adecuado al enfermar de neumonía bronquial; compartía cama con múltiples familiares y seguidoras que participaban de sus experimentos sexuales que incluían la lectura de cartas eróticas, ejercicios de striptease y actividades sexuales sin contacto (Hernández, 2018) en situaciones de poder asimétricas. Algunos otros creadores misóginos, machistas y violentadores son Chris Brown, Roman Polanski, Diego Armando Maradona y Woody Allen.
*Imagen de portada: Alondra Castillo Muro/Observatorio Digital.
Referencias
Baccin, C. (2016). “El asesinato de Elena Garro” Periodismo de investigación latinoamericano con ojos de mujeres. Intersecciones en Comunicación, 1 (10). https://www.soc.unicen.edu.ar/index.php/categoria-editorial/48-intersecciones-en-comunicacion/4204-el-asesinato-de-elena-garro-periodismo-de-investigacion-latinoamericano-con-ojos-de-mujeres-cristina-baccin
Hérnandez, M. (2018). El lado oscuro de Mahatma Gandhi: pervertido, racista, y misógino. TEKCRISPY. https://www.tekcrispy.com/2018/09/28/mahatma-gandhi-pervertido-racista-misogino/
Natalia Maldini. (11 de junio del 2020). ¿Se puede separar la obra del Artista?. [Video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=d5rpoociNcU
Parcero, J. (2021). Picasso, más allá del genio: misoginia, infidelidad y maltrato. VANITATIS.
Romay, A. (2014). Cien años de misoginia. Revista Replicante. https://revistareplicante.com/cien-anos-de-misoginia/
s.a. (2019). Exhorta el OVSG a la UAA y La Jornada a responder por denuncias en #MeToo. El Diario Aguascalientes. https://www.eldiario.digital/exhorta-el-ovsg-a-la-uaa-y-la-jornada-a-responder-por-denuncias-en-metoo/
s. a. (2021). La terrible historia de amor de Elena Garro y Octavio Paz. infobae. https://www.infobae.com/america/mexico/2021/06/10/la-terrible-historia-de-amor-de-elena-garro-y-octavio-paz/
s.a. (2017). Picasso: Neruda, Lennon… cuando la genialidad dismila misoginia.Vozpopuli. https://www.vozpopuli.com/memesis/misoginia-violacion-picasso-neruda-lennon-gandhi_0_1024398674.html
*Nota: Texto publicado originalmente por el Observatorio Digital el 9 de noviembre de 2021, URL: http://www.la-critica.org/wp-admin/post.php?post=9166&action=edit