Por Montserrat Pérez
No quiero ser madre. Siempre que me preguntan digo que no, que no podría ser mamá. No suelo dar muchos detalles, pero más allá del deseo que no experimento realmente, no, la maternidad no está en mis planes. Sin embargo, pláticas y situaciones recientes me regresan a preguntarme a mí misma: ¿en serio no quieres ser mamá?
La respuesta es la misma: no, pero detrás hay un universo de justificaciones que me doy para que sea así. Miren, es que yo de muy chica sí quería tener mis hijitas e hijitos, es más, sabía que quería una niña y un niño, tenía planeados sus nombres (aún tengo nombres planeados que repito y luego me da risa). Cuando me hice un poco más grande sólo quería una niña, soñé con ella a veces. Yo quería esas crías porque pensaba que venían acompañadas de un cuento que decía: vas a encontrar a alguien que te ame tanto, que vas a querer “el paquete completo”, la vida de serie gringa, pero sobre todo el gran amor que todo lo puede y yo necesitaba un gran amor.
Mientras crecía me daba cuenta de que todas mis ideas sobre la maternidad giraban alrededor del señor con quien según yo tendría a mis hijas e hijos. Luego llegó la edad en la que pensaba ya tendría toda esa vida y se esfumó de golpe el deseo, que se sustituyó por un temor profundo hacia el mundo, hacia los otros, hacia lo que no tengo y no soy y no podré ser nunca. Y lo acepté como quien acepta que va a llover y no puede hacer nada para detener la lluvia.
También tengo que decir que esta aceptación y tranquilidad surgieron de vivencias dolorosas. La primera vez que pensé que estaba embarazada sentí muy adentro de que yo no quería una hija o un hijo con esa pareja del momento. Fue la primera vez que me dije que abortaría sin dudarlo ni un segundo. Se quedó en susto. La segunda vez que tuve un “susto” de esos fue después de una agresión sexual… se me revolvía la panza de pensar en que podría estar embarazada de ese tipo… siento que jamás había rogado tanto algo como cuando pedía en días posteriores que no fuera a tener nada suyo dentro.
Llevo años cómoda con mi decisión, o eso creí. En este periodo de pandemia el pensamiento de que no seré madre no llega sólo con esa certeza profunda, sino con un dolorcito. Un dolor grande. No voy a ser madre ni quiero serlo, ¿entonces por qué me duele? A lo mejor y porque las posibilidades, si mis circunstancias y deseos fuesen otros, serían muy hermosas. Conozco el amor hacia las crías, hacia mis sobrinas, que veo crecer con fuerza y valentía y sé que es un amor precioso. Tan precioso que ni siquiera sé ahora mismo cómo describirlo. Pero sé que no es para mí.
Si no fuese tan ansiosa, me digo. Si no fuese tan aprehensiva, me digo. Si hubiese ya lidiado con toda la mierda que me pasó de niña y de adulta, me digo. Si el futuro no fuera tan incierto, si mis circunstancias económicas fueran diferentes, si mi cuerpa no me diera miedo, si el sistema médico no fuera violento contra cuerpas como la mía… Si lo deseara, si en serio lo deseara, tal vez no estaría escribiendo esto.
Y no lo escribo para convencerme o para que me digan, es que tú sola te pones trabas. No, más bien quiero externarlo porque una puede decidir no ser madre, estar convencida de ello y de todas formas sentir un duelo alrededor de esa decisión. Como sea, no es fácil deshacerse de los cuentos implantados por el patriarcado, no es nada sencillo decir adiós a esas ideas de vida que una se hizo en algún momento. Le tengo un profundo respeto y admiración a aquellas que tienen la convicción y el deseo de ser o no ser madres, pero también a las que están como yo, las que nos tenemos que ir desprendiendo de todo eso poco a poco. Las que lloramos un poquito cuando nos decimos a nosotras mismas: “En serio, en serio nunca vas a ser mamá” y luego nos sentimos tranquilas y nos hacemos un té y seguimos con la vida.
Me encantó tu escrito, tener hijos es también una historia contada con romanticismo, así como el vivieron felices para siempre… Sigo creyendo que el amor y la belleza en el mundo vale la pena (en todo el sentido de esta palabra). Para lograrlo y disfrutarlo hay que escoger muy bien a quien amar y ser extremadamente perseverante, no creo que haya mayor logro. Así que tener hijos requiere una gran convicción y no siempre resulta como esos sueños de dibujos. Un abrazo 💜
Gracias por expresarlo tan bien, apenas pude comprender de dónde venía este sentimiento. Nos abrazo <3
Me conmovió profundamente tu relato. Conecté con esto, gracias por compartirlo! 💜