Por Montserrat Pérez
Hace unos años escribí un texto sobre los encuentros y desencuentros con una amiga a la que amé (y amo) profundamente. En ese entonces se veía un atisbo de esperanza por recuperar la amistad, que había sido dañada por muchas situaciones de vida, y por el patriarcado, honestamente. Hoy escribo porque desde llevo un tiempo con dolor, porque creo que nuestra relación ya no tiene arreglo.
Nadie nos dice lo mucho que duele perder a una amiga en vida. Nadie nos dice de los sueños en los que las vemos y enfrentamos el conflicto, o nos abrazamos. Escribo esto con esperanza de estar equivocada, pero es que siento en mi corazón la lejanía, ¿sí saben cómo? Es como si el hilo que nos unía estuviera cada vez más desgastado, como en esos suéteres tejidos que te da miedo jalar algún estambre porque se puede deshacer.
Siento mucha rabia al respecto. Porque sé que ha sido por un hombre que nos separamos así. Es que yo no tolero a su pareja, por muchas razones, pero la principal es porque le ha hecho daño. Y ella sabe. Intenté estar, intenté hablar, intenté dar cifras y datos sobre la violencia. Su relación se hizo más fuerte. Él está con ella y ella no me habla a mí. Sé perfectamente que, si me necesita, voy a estar, pero me enloquece pensar en que… en que… ni siquiera quiero decirlo, pero vivimos en un país feminicida, en un mundo feminicida.
La extraño y no lo niego. Pero también pienso que la distancia es sana. ¿Qué hace una cuando las mujeres a las que ama están con agresores? ¿Los toleras? ¿Les sonríes y los tratas con amabilidad y los dejas que te abracen para estar en paz? Claro, ella lo quiere, claro, él no es “malo” todo el tiempo, porque si lo fuera de manera abierta y perpetua, ella ya no estaría ahí, ¿o sí? Es que la heterosexualidad obligatoria es canija y los motivos para no irse son muchos. Pero sigue siendo un agresor. Entonces, ¿cómo se mantiene la relación? ¿Cómo se hace para estar al pendiente y en comunicación, pero sin tener al tipo ahí metido? La última vez que nos vimos, no nos dejó estar solas. Así que yo me fui antes de lo planeado y no regresé.
Quisiera tener poderes mágicos, echarle una maldición a este señor y que nunca volviera con ella y ella no sufriera y fuera feliz, pero no los tengo y eso no sé si pase. Igual todos los días le mando cariño a la distancia, recuerdo que es brillante, que ha salido de situaciones graves en el pasado, no está indefensa. No se me hace más fácil la situación, pero al menos confío en que tiene esa picazón de libertad que tienen todas las mujeres, porque todas la tenemos.
Por ahora, yo me despido de ella, no sé si habrá momento en que nos volvamos a encontrar. Tal vez en cinco años o diez vuelva a escribir y les cuente cómo lo dejó, cómo nos vimos y solucionamos todo aquello que estamos guardando, cómo nos abrazamos y fuimos a comer un helado.
Escribo también porque quisiera saber cómo gestionan otras estas rupturas que no son rupturas, pero sí son. Porque a veces me siento mala amiga y mala feminista: ¿por qué no te quedaste? ¿Por qué no haces más? ¿Por qué no te esforzaste en mandarle mensajes o información o lo que sea? Había más por hacer. Eso pienso constantemente, pero sé que no es verdad. Porque también está mi corazón en juego y no puedo dejar de cuidarlo. Esta distancia es autocuidado.
Ya veremos qué sucede, supongo. Ya veremos.
Hola Monserrat la verdad es una situación difícil y duele mucho, pienso que hiciste lo que mejor pudiste pero cuando una amiga vive con su agresor no queda más que acompañar y esto no significa aconsejar, ni hacerle ver nada simplemente es estar.
Ay, te entiendo y acuerpo.
Puedo decir que mi corazona dolió como nunca cuando tomé la decisión de alejarme de una amiga que ya había decidido que yo era prescindible, su novio y sus amigas heterosexuales eran su centralidad. Pese a todo.
A veces la extraño, a veces sueño con ella. Pero elegí mi corazona y está bien.