Por Gabriela Rae
Me llamo Gabriela y soy mujer.
Mane es mi amor -el amor de mi vida- y también es mujer.
Me amo y la amo, y ella se ama y me ama. Nos amamos. Nos acompañamos.
Sí, me gusta pensar nuestra relación como un acompañamiento. Mane no es mi media naranja. Somos dos mujeres que se aman y que deciden estar juntas, acompañándose por el tiempo que deseen. Nuestro amor es un amor bonito. Es un amor que le permite a una, en primera instancia, amarse a sí misma. Porque amándome puedo amarla de una forma más bella. Y porque no existimos en función de la otra. Existimos y punto. Y además nos amamos.
Somos familia, una que hemos ido construyendo con harto amor. Y con harta fuerza, pa’ soportar este fregado mundo que no siempre acepta lo nuestro.
Desde que nos conocemos hemos dicho que somos como el Sol y la Luna. Mane es el Sol y yo la Luna. Contrastamos. Somos diferentes pero ambas brillamos. Somos, somos quienes somos y nos amamos como tales.
He crecido mucho amando a una mujer, acompañando a Mane. Es curioso, caminando juntas ha crecido sobre todo, mi amor propio. Me he fijado metas que he logrado, he vencido miedos, he cambiado; me he apapachado más, he sido más amable y menos dura conmigo misma. Me he amado como nunca antes lo había hecho. Y no es que todos esos avances se los deba a Mane, porque soy yo quien los ha realizado, pero ha sido más fácil y más bello hacerlo a su lado.
Porque acompañándonos la vida es más sabrosa; acompañándonos me quiero y la quiero mucho más.