Hace poco aprendí la diferencia entre la autoestima y la autoconfianza, casi siempre lo trato de practicar en todos mis días, pero hay momentos en que se me olvida, como en estas dos semanas.
Decidí vender hojaldritas porque es el único pan que me gusta y porque siento que me salen bien, desde hace dos años las hago, pero este año decidí venderlas. Esto significó romper con muchos miedos, desde no querer cobrar la mano de obra para que no pensaran que las daba muy caras, hasta salir a la calle y anunciarlas.
Tenía que aprovechar el sol de esos días fríos para que el pre-fermento se leudara tres veces y después la masa por una hora. Hice buen brazo por el amasado y todos los días a las cuatro de la tarde, mi casa olía a canelita, azahar y naranja.
Preparaba mi canasta, las pinzas, bolsas de papel del número tres y el cambio. Mi mamá me persignaba y deseaba que acabara todo y pronto. Hubo días en que vendía todo muy rápido y otros en que no vendía ni una. Muchas cosas pasaban por mi mente, sobre todo desesperación, pero me controlé y empecé a disfrutar del proceso, a disfrutar del cansancio. Mis tías y mi abuela me hacían pedidos y les gustaban mucho, bueno, eso decían.
Nota: Todo mundo me decía que estaban muy güeras mis hojaldritas, que les pusiera más huevo. Y así fue, les ponía tres baños de huevo, pero aun así salían doradas y no cafés.
Opté por venderlas afuera de mi casa, había una gran lámpara y me daba buena luz del boulevard, adornaba con mini papel picado y calabacitas. Ahí me fue mejor y las perritas que pasaban me acompañaban un rato, les daba un cachito de hojaldrita y se iban. Mi primo también hizo media arroba de hojaldras y repartió entre la familia, también estaba ricas.
Mi mamá le quiso mandar a una tía en Estados Unidos y me encargó a mí que las hiciera. Me súper advirtió que quería que estuvieran más cafés. Yo sabía que si las dejaba más tiempo en el horno se me iban a quemar, después recibí un mensaje de mi abuela: “Por favor, Abrilita, escríbele a tu primo y que te dé su receta”. Luego me escribió mi tía: “Por favor, Abrilili, deja que tu primo las haga”.
Todo mi cuerpo empezó a partirse en dos porque sabía que la competencia estaba buena y que mis panes eran ricos, las de mi primo había gustado más por ser más cafés, pero con menos intensidad de sabor que las mías. Y por el otro lado, estaba enojada, las mujeres que me habían chuleado los panes ahora me decían que no y me pedían de la manera más bajita que no las hiciera yo sino él.
¿Estoy exagerando en sentirme así por una bola de masa?
Montserrat Pérez dice: «Defiéndete», pero también hago voltear a mis ojos y me hago un escaneo, pienso: “¿Será ésta también otra cuestión del patriarcado donde las cosas hechas por hombres saben mejor que las que hace una?”
¿Estoy exagerando en sentirme así por una bola de masa?
¿Todo el tiempo supieron que mis panes sabían asquerosos y por eso creían que no iba a vender así que ellas me los compraban?
¿O estoy exagerando en sentirme así por una bola de masa?
Quizá sí estoy exagerando, pero aun así me duele entre la frente izquierda y arriba del corazón, se me hace un nudito en la garganta, pero ¿todo esto por una bola de masa?
Hay mujeres a quienes asesinan, es decir, hay cosas más importantes que los problemas cotidianos, dice Karina Vergara Sánchez. Por eso, me sacudo el dolorcito que tengo en esos lugares, porque al final son mujeres importantes en mi vida las que me están otorgando esos “mensajes”.
Si miro más hacia mi interior, yo sé que ellas quieren más a los sobrinos y nietos hombres pues por eso, porque son hombres. Ellos las desprecian y ni pasan tiempo con ellas, yo trato de armar una relación con ellas que no pude tener de más joven. Les hago pasteles de chocolate y las invito al zócalo, pero no es suficiente, porque cuando ellos salen de sus cuevas los abrazan y les dan mimos, en cambio, a mí me dan la bendición y esas cosas religiosas.
Y me volvió a pasar, puse mi valor en las cosas que hago y no en lo que soy.
Soy esa bola de masa que se procuró desde 9 horas antes de su venta, soy esa sobrina nieta que ama pasar tiempo con ellas aunque las harte. Soy esos seis pesos que costaba mi pan. Soy esa Abril que a la vez no es nada para ellas y está bien. Pero aún así hay un dolorcito en el pecho izquierdo y que fue reactivado por una bola de masa.