Por Lorena Arroyo Pérez
Hace mucho tiempo, en Abya Yala, mucho antes de que los colonizadores llegaran e incluso antes de que nosotras fuéramos apresadas, existía una tribu de mujeres.
Estas mujeres se caracterizaban por ser muy poderosas. Su temperamento era tan poderoso que podía afectar el clima de sus tierras. Si algo o alguien provocaba su risa, ellas reían hasta hacer que el sol saliera y las aguas de los ríos corrían; ellas hubieran podido derretir la nieve si hubiera nevado en su camino. Su risa provocaba el calor del aire, la abundancia del agua y la luz del sol. En cambio su enojo provocaba tormentas e incendios. Era peligrosa su furia y causaba daño. Con el tiempo comenzaron a aprender a controlar sus emociones y lograron manipular el clima a su antojo y no sólo el clima, sino que todas sus tierras, los árboles, las plantas, los animales, todo a su alrededor se modificaba de acuerdo a su voluntad.
Todas las mujeres de esta tribu se amaban entre sí y podían leerse los pensamientos entre ellas. Se ayudaban mutuamente y así mantenían el equilibrio. Si una enfurecía, llegaba otra y absorbía su furia y la utilizaba para hacer fuego y cocinar. Si una reía demasiado llegaba otra para tomar esa risa y regar las plantas. Eran autosuficientes y podían trabajar juntas, así construyeron muros, fortalezas y castillos.
No se sabe exactamente qué pasó con esta tribu y cómo es que su vida y cultura pereció. Sólo sabemos que un día algo o alguien destruyeron sus tierras y las lastimaron muchísimo. Su trauma fue tan grande y terrible después de este suceso que perdieron sus poderes y su felicidad. Excepto uno, el de la ira y la furia. Sin embargo, nunca más volvieron a controlarla y eso les causó muchos problemas. Empezaron a lastimarse entre ellas y dejaron de amarse y de leerse los pensamientos. Comenzaron a tener miedo y eso aumentó su ira. Perdieron la confianza en otras mujeres y perdieron el sentido de la orientación.
Hoy en día existimos mujeres que descendemos de esa tribu. Sabemos que venimos de esa tribu porque nuestra furia es grande y el miedo nos acecha. A veces, inconscientemente, hemos llegado a reír y de repente notamos que los rayos del sol vuelven a salir. A veces, nos miramos entre nosotras y de repente sentimos que podemos escuchar a la otra hablar desde sus pensamientos. A veces, nos acordamos de quienes éramos. A veces, por un momento, regresamos a nuestras tierras…
Es un cuento muy parecido a la realidad actual de muchas mujeres que no la han tenido fácil en esta vida. Un homenaje a Ellas y a todas las Mujeres del mundo.
Está hermoso, muy buen final!