Siento mi ansiedad volver a veces. No sé cómo explicarlo, pero llevo meses sin tener una crisis de esas que me daban en las que sentía cómo el pecho se me hacía chiquito y el corazón grande, en las que la noche me aterrorizaba y temblaba o salía de lugares o cancelaba planes porque sentía que me iba a morir. Era una certeza de que iba a morir y que no quería. Pero con mucho trabajo personal y tiempo, esas crisis se redujeron y a veces pienso que son sólo un recuerdo.
Solamente que estos días la he sentido, como cuando alguien se te pega mucho en un lugar público, pero no te toca. Sabes que está ahí, te incomoda, pero no alcanzas a ver porque hay otras cosas que están sucediendo y que requieren tu atención. Les voy a contar cómo se siente, sólo porque necesito contarle a alguien.
Se siente en el pecho, con golpecitos fuertes de mi corazón muy acelerados acompañados de una descarga eléctrica que se me recorre a los brazos y a las manos. Esa descarga se acompaña con un pensamiento recurrente que, en mi caso, es que la gente está enojada conmigo, que estoy haciendo las cosas mal, que soy muy tonta para todo. Atrapo esos pensamientos rápido ahora, los atrapo y les pregunto por qué me dicen eso, luego hago un ejercicio de revisar mi entorno, dónde estoy, con quién estoy, que estoy en este momento y no en otro, y luego reviso mis comportamientos y acciones, para ver si hay algo de verdad en lo que me dicen.
Se siente como aferrarme a algo por días, sabiendo que no hay nada que pueda hacer para controlar situaciones a mi alrededor. Si una amiga está mal, si mi mamá está lejos, si el perro está enfermo o a la perra la salió una bolita en la panza. Y me trabo. Me inmovilizo porque todo se ve tan grande y abrumador y yo tan pequeña e insignificante. Tengo náuseas.
Respiro conscientemente desde hace un tiempo. Alguna vez mi hermana me dijo que cuando me pongo mal no respiro, lo cual es cierto, porque mi pecho es una cajita en la que mis pulmones no caben y porque siento que respirar mueve el mundo, mueve la vida y yo no quiero que avance nada cuando estoy así. Entonces me obligo, inflo el estómago, que se expande incómodamente otrOs y cómodamente para mí, siento cómo el aire toca mi nariz y pasa por mi pecho, cómo éste al final cede y permite que me mueva.
Supongo que es algo que me va a acompañar toda la vida. Decía un médico que es mi personalidad. Yo pienso que es el mundo… y mi personalidad, pero más el mundo, con sus crisis parecidas a las mías y tanta violencia y muerte. Alguna vez me dije a mí misma que a lo mejor y yo no estaba hecha para estar aquí, que me dolía todo demasiado, que sentía todo demasiado fuerte, que me involucraba demasiado, que incluso mi cuerpo era demasiado. No cabes, me decía en las noches.
Pero veo cómo he logrado crecer y sobrevivir y pienso que sí soy demasiado, pero que ese ser demasiado es suficiente para mí, que no podría ser de otra forma, que si me importaran menos las cosas tal vez no sería capaz de seguir adelante, o que estaría en relaciones insatisfactorias o violentas. Que si me doliera menos el mundo no me atrevería a hablar ni a luchar. Mi vida, pues, sería completamente distinta, yo igual y seguiría intentando cambiar mi cuerpa, para igualar todo eso y ser complaciente.
Mi ansiedad a veces se me hace bolita en la garganta y quiero llorar, pero también cuestiono el por qué llorar estaría mal. Quiero llorar cuando leo sobre los feminicidios y las violaciones, quiero llorar cuando veo que alguien maltrató un animalito, quiero llorar cuando la rabia se me junta, quiero llorar cuando una amiga está triste. Y quiero que esas lágrimas cumplan con su función, que es sacar de la cuerpa, mostrar al mundo que tenemos tristezas, enojos y felicidad que no se pueden guardar, que ahí están. Así que lloro, cuando puedo, a veces cuando escribo, a veces cuando me baño. Porque ya no estoy dispuesta a guardarlo todo hasta explotar, porque de verdad quiero vivir.
Hola! He sentido lo mismo, aveces pasan un par de años y es solo un recuerdo, pero cuando vuelve, es tremendo, es verdad. Pero creo sucede, cuando estamos un poco mas tranquilas, en pausa, al finalizar un ciclo, durante algun receso, cuando damos tiempo a que nuestro cuerpo pueda quejarse, por las corridas cotidianas, por estar en todos lados y con todos. Cuando tenemos un tiempito para parar u estar un poco quieta, andar un poco mas despacio y detenernos a pensar mucho mas las cosas, el mundo, la vida, ahi, aparecen los miedos, y ahi cuando nos acercamos mas aún al dolor del otro, ahi todo se vuelve incontrolable. La imposibilidad, la incertidumbre, las emociones nos juegan esos ratos momentos en que nada podemos controlar. Nuestros pensamientos se disparan junto con la respiración, el corazon, el sudor o el frío intenso. Creo, son momentos, asi como la alegría, la felicidad, el llanto, momentos que van y vienen y nos recuerdan quienes somos, como somos, personas sensibles y no ajenas a este mundo.
Hola, Monserrat. ¡Me sentí tan identificada con tu texto! Después de años de vivir con ansiedad por fin la veo como una mensajera que me dice que me atienda, que me quiera, que actúe, que tome decisiones… Me llevó mucho tiempo de terapia comprenderlo y, como tú dices, posiblemente viva con la ansiedad entrando y saliendo de mí el resto de mi vida, pero estoy dispuesta a escucharla (escucharme) y salir fortalecida de cada crisis. Gracias por poner en palabras lo que sentimos muchas.
Gracias, Magda <3