Gretel Dueñas
Este año ha sido de muchos cuestionamientos, por ejemplo el sostener mis creencias o retirarme por completo y buscar nuevas formas de fortalecer mi espíritu. Creo que todo empezó un día en la Basílica. Una persona muy cercana me preguntó si yo creía en la aparición de Guadalupe y todo lo que se dice de ese lugar. Pensé, ¿Cómo?, ¿tú no?, ¿quieres decir que es opcional creer? Creo que no me había cuestionado la religión ni pertenecer a ella. Después de eso, de sentirme como estúpida, seguí investigando, leyendo, compartiendo, cuestionando.
Alrededor no conseguí esa información, ¡ni se menciona! pero, la ventaja fue que por esos tiempos me mudé a la Ciudad de México, entonces DF. Este cambio de entorno me vino bien, mis amistades eran distintas a las de mi lugar de origen, las pláticas, el lugar donde trabajaba, la posibilidad de adquirir libros y revistas hacían que pudiera ver desde otros ángulos. Después de un tiempo, de buscar en la historia e ir encontrando más y más engaños, más y más datos, utilizados para manipular mis decisiones, las de los creyentes en general, fui decepcionándome y queriendo con más fuerza salir de ahí, dejar de pertenecer porque implicaba mencionar un grupo de personas del cual ni siquiera me sentía parte, ni por creencias ni por formas de actuar.
Tiempo después, conocí a Paula. Ella propuso conversar conmigo como parte de su investigación para profundizar en su tema de tesis que tenía que ver con la religión que entonces profesaba, con su compañía y sus preguntas raras para mí, responderle se convirtió en un acto de difícil reflexión de las cosas que sostenía con mi palabra, había que explicarle todo con detalle, porque ella fue educada atea, muchas cosas no las entendía y pues si yo las entendía superficialmente, la pregunta no se respondía. Siempre fui estudiosa de mis creencias desde lo hegemónico así que sí lo dominaba desde mi ángulo, pero había cuestiones que nunca me había cuestionado; ella, con su persistencia, logró que fuera más clara conmigo, logró que fuera más allá. En mí sembró duda, y también continuidad a las críticas de ese aspecto de mi vida. Luego se añadieron otros.
Siguió pasando el tiempo y nos hicimos amiguísimas, estuvo cuando empecé a dejar de lado esas creencias y cuando dudé en envolverme más porque creía que comprometiéndome quizás las dudas pasarían. Total, ella puso en mi vocabulario la palabra apostasía, que no sólo no conocía, además ni siquiera hubiera pensado que fuera posible tal acción. Compartimos un tiempo de servicio en el mismo proyecto y fue un tiempo de mucha transformación, yo, por ejemplo, conocí el feminismo en ese lugar.
Continué en la búsqueda, y aunque iba sucediendo sin provocarla en otros aspectos iba comprendiendo las diferentes perspectivas, antes ocultas para mí, de la religión, al seguir perteneciendo, al escuchar sus discursos, escrituras, conocer sus normas, aplicarlas en mí.
Me di cuenta de la dominación femenina también en este rubro, el soporte que le da la población femenina y el nulo reconocimiento, al contrario, el reproche y humillación. Un día, la autoridad eclesial fue de visita al proyecto, mismo que era sostenido (sigue siendo), sólo por mujeres, entre ellas religiosas, laicas y no creyentes. Tuvimos una plática de al menos 5 horas, entre reclamos, indiferencia, nos quedó un mal sabor de boca, pero sabíamos que esa charla se publicaría. De pronto pensaba, ”quizá estando dentro pueda agrietar desde ahí, estar para quien está ahí, infiltrarme”; y lo hacía, no era necesario estar mucho tiempo para darme cuenta que sola no podría, y que acompañada también estaba resultando pesado e ineficiente. Se publicó la visita de este personaje y nada de lo que se habló fue dicho en el escrito, como siempre se ensalzó su interés por el proyecto, con su foto con las del equipo de trabajo, yo incluida.
Luego de unos meses, me fui a Veracruz, ahí la realidad de opresión por parte de la religión no sólo tenía el factor patriarcal, también el colonial. Leí sobre la imbricación de opresiones, comencé a formarme por medio de cursos en línea con Ímpetu y me quedó muy claro ese tema, porque ahí estaba, viéndolo todo a pesar de los quinientos años que han pasado. Cuando llegué a ese proyecto, alguien de Oaxaca me preguntó si yo también iba a ese lugar para colonizar desde mis privilegios y con mis conocimientos occidentalizados. Esos detonantes fueron muy útiles para comenzar a mirar adentro, preguntarme mis formas, ahora desde este punto.
En la casa donde vivía, compartía con una mujer estudiosa de los movimientos sociales y de la religión desde la teología de la liberación. Así que en los anaqueles de la casa había muchos libros sobre el tema, comencé la búsqueda ahora desde ahí. En una ocasión me topé con la historia de la encarnación, iba aprendiendo que todo lo que creí era mentira, que era una estructura que manipulaba mi pensamiento desde pequeña. Hubo un período de mucha angustia, desesperación, rabia, depresión en la que permanecí inmóvil. No podía con mi propia existencia, era demasiado para mí conocer toda esta información, procesarla, ¿tomarlo de manera positiva?
Unos meses después, volví a Aguascalientes, ahí seguía con la inestabilidad emocional. Decidí que si iba a dejar esto, sería cuando estuviera bien, consciente, estable. Así que pedí ayuda a una psicoterapeuta con una espiritualidad cuyo principio es el amor en obras más que en palabras. Sigo acompañándome con ella. Me pidieron, amigas de la vida, que las ayudara en un proyecto con jóvenes pues creían que la experiencia y las opiniones podrían aportar a diferentes perspectivas. Acepté, aunque aún siento que no es del todo mi lugar. Me siento escuchada y me gusta acompañar a las jóvenes y que ellas también se interesen en las opiniones que tengo, sin embargo, creo que agrietar no es una posibilidad, creo que estoy empujando una pared de adobe de un metro de espesor, creo que necesito definirme, re direccionar mi energía. En eso estoy.