Te incomoda que en mi casa no se reciban hombres, que no quiera yo que sepan la dirección, mucho menos que crucen la puerta. Te parece que soy tan misándrica, tan odiadora, tan enemiga de ellos. ¿Cómo es posible que no sonría al machín progre que te acompaña, qué me cuesta serle un poquito simpática si él es tan sensible, hasta feminista –dice-?
No importa que ahora no lo entiendas, me guardo para mí y para las mías.
Cuando se acabe el encanto, cuando les compañeres de colectiva o del trabajo se hagan los sordos, cuando incluso tu madre le invite un café porque no entiende tu ruptura con ese “buen muchacho”, cuando tus amigas, que también serán sus amigas, se queden pasmadas por lo que está pasando; mi casa será el único lugar en dónde no puede alcanzarte, el lugar en donde podrías estar a salvo.
No logrará venir a ser encantador conmigo para ver si en una de esas se me salen datos de dónde estás o para que yo entienda su punto y sienta mis lealtades divididas entre apoyarlo a él o a ti, como te pasará con otras conocidas. Cien veces lo he visto suceder y sucederá cien veces más. No te preocupes, no habrá reproches, sólo consuelo y té, árnica si hace falta o misoprostol, en otros casos.
En fin, sólo quería decir que me gusta el papel de lesbofeminista temible y antípática a los maridos-compañeros-novios-amiguetes del colectivo queer-amantes. Sé que es necesario. No importa lo que hayas dicho de mí antes, si un día lo necesitas, ven. Mi casa es santuario.
Manifiesto publicado originalmente en enero de 2016.
Que bello !! Que hermandad. Graxias. Graxias . Graxias