Por Alejandra Bolívar
Cada 23 de octubre se celebra en México el «Día del Médico», una fecha en la que se visibiliza la labor de quienes se dedican a la medicina, aunque usualmente se hace se referencia a las actividades que realizan los médicos varones. De hecho, la fecha surge en 1937 durante la Convención de Sindicatos Médicos Confederados de la República para conmemorar a Valentín Gómez Farías, a quien reconocen por inaugurar el Establecimiento de Ciencias Médicas en la Ciudad de México en el año de 1833. Las mujeres quedan de lado en ocasiones, haciéndose visibles cuando hacen algo extraordinario, pero lo cierto es que cada vez son más las que ingresan a la carrera de medicina y afines.
Nosotras queremos conmemorar a quien se considera que fue la primer mujer titulada de la carrera de medicina, una mujer que además se involucró en la lucha por los derechos de las mujeres: Matilde Petra Montoya Lafragua, mejor conocida como Matilde Montoya.
Matilde nace el 14 de marzo de 1857 en la Ciudad de México. A pesar del conservadurismo de su padre, su madre Soledad Lafragua puso un gran empeño para que Matilde estudiara y aprendiera, al grado de que a los 4 años ya sabía leer y escribir, y a los 11 había terminado la primaria. Posteriormente, Matilde viviría una serie de rechazos para poder ingresar en instituciones educativas, de manera que su madre y ella tendrían que confiar en la educación en casa y en escuelas para mujeres, las cuales tendría que pagar la propia Matilde con sus ahorros, con el fin de terminar el bachillerato.
Al cumplir los 16 años se titula como partera en la Escuela de Parteras y Obstetras de la Casa de Maternidad, pero ella tiene el objetivo de ser médica. Trabaja con médicos de la Ciudad de México, además de en escuelas de «primeras letras» para costearse su educación, pero no era suficiente. Así que parte a la ciudad de Puebla, de donde era originaria Soledad, y se establece para practicar sus conocimientos, lo cual le trae problemas con los médicos del lugar, al punto de que inician una campaña de calumnia hacia Matilde.
Intenta ingresar a la Escuela de Medicina en Puebla, pero es rechazada. Posteriormente decide salir de Puebla por toda la violencia social en su contra, que incluso se trasladó a los periódicos de la época que la consideraban una mujer escandalosa y, aún más, decían que era «masona y protestante». Se muda a Veracruz cuando esto sucede. Sin embargo, estas vivencias no la frenan. Intenta ser aceptada en la Escuela Nacional de Medicina, pero de nuevo la rechazan. Es en 1882 cuando al fin la aceptan, pero se cuestionan sus estudios, al grado que es dada de baja y debe escribir al congreso para que se revise su caso.
En 1883 queda otra vez inscrita en la ENM. Hacia el final de su carrera, debe de nuevo luchar por que se le permita hacer su examen profesional, tanto el teórico, como el práctico, un hecho que quedaría guardado en la memoria periodística e histórica, tanto de manera positiva, como intentando demeritar sus logros, pues tuvo que escribirle a Porfirio Díaz que en ese entonces era el presidente, para que se aceptara su examen de grado. Como éste asistió al examen teórico, muchos diarios decían que se tituló gracias a él. Y de eso nada. Fue una lucha larga, con grandes vuelcos y dificultades.
El examen profesional de Matilde Montoya fue el 24 de agosto de 1887 en su parte teórica y un día después la parte práctica en el Hospital de San Andrés. El veredicto: aprobada. Sin embargo, no fue celebrado su triunfo por la prensa… pero sí por las mujeres.
Posteriormente participa en proyectos como las Asociación de Médicas Mexicanas, el Ateneo Mexicano de Mujeres, además de que fue colaboradora de uno de los primeros periódicos escritos por y para mujeres: Las Hijas del Anáhuac. También participó en la Segunda Conferencia Panamericana de Mujeres en la Ciudad de México (1923), que fue tildada de «inmoral», pero para ese entonces Matilde ya era una médica con una práctica establecida.
Se dedicó a atender principalmente mujeres y niñas y niños. Tenía un consultorio privado y otro en el que daba consulta gratuita. Se retira de dar consulta a los 73 años y el 26 de enero de 1938 fallece en la Ciudad de México, dejando un legado importante para las mujeres mexicanas, quienes aún enfrentan retos importantes para poder acceder a la educación.