Por Angélica Jocelyn Soto Espinosa
Ciudad de México, mayo 2018
Natalia Baquedano Hurtado fue una de las primeras mujeres que instauró un estudio fotográfico en México, esto cuando la primera cámara de daguerrotipo –el primer procedimiento fotográfico en el mundo- no tenía ni seis décadas de haber llegado al país.
Esta retratista mexicana consiguió auge en los últimos años de la era decimonónica, por lo que es ancestra de las fotógrafas de las protestas sociales del 68, del movimiento indigenista, el movimiento comunista e incluso la Revolución.
“Hay algunas cuestiones que llaman la atención de su fotografía. En primer lugar, su absoluta predilección por las mujeres y sobre todo por su hermana Clemencia. Y, en segundo lugar, el carácter dinámico de sus retratos”, observó la filósofa Eli Bartra.
En su artículo “Por las inmediaciones de la mujer y el retrato fotográfico: Natalia Baquedano y Lucero González”, Bartra escribió que la gran mayoría de los retratos de la fotógrafa están posadas, pero –contrario a los primeros retratos que se hicieron en México donde las personas aparecen casi inexpresivas de frente a la cámara- los de Natalia son retratos dinámicos y lúdicos.
“Podemos perfectamente imaginar el movimiento, vemos a la persona en acción. Por ejemplo, hay una foto de la hermana tocando la pandereta, en otra se recoge el vestido con una mano y con la otra se toca el cabello, en otra más está alzando el mantón que lleva puesto. Es curioso que la hermana se disfrazara con prendas y objetos de la Península Ibérica para que Baquedano le tomara las fotos (…) Hay un autorretrato en donde ella está deteniendo con una mano un gatito pegado a su cabeza. En todas ellas vemos lo dinámico y lo lúdico entrelazados (…) Es la mujer en acción, con soltura, con naturalidad”, reflexionó la autora.
Bartra revisó un archivo familiar de entre 200 y 250 fotografías. En él encontró daguerrotipos, película flexible de nitrocelulosa e impresiones en papel y placas de vidrio. En varias de las fotografías de Natalia, las personas posan frente al espejo. “Algo sumamente recurrente dentro de la historia de la fotografía, ella lo usa con mucho éxito. Es otro elemento que añade vida y luz a una fotografía que se caracteriza justamente por su enorme vitalidad. Me parece interesante en sus fotos la textura que logra con el manejo de la luz; la atmósfera que crea destaca en comparación con otros retratos mexicanos de esa época.
“En general, los retratos de esa época son hieráticos, fríos, planos; en cambio, los de ella son cálidos, vivos, incluso mundanos en el buen sentido, dinámicos. Las mujeres que ella retrata, en general, no se muestran ni reservadas, ni tímidas, ni modestas. Otra característica de Natalia Baquedano es que retrataba a las mujeres ‘comunes y corrientes’», observó Bartra.
Gran parte del trabajo de Natalia se caracterizó por retratar mujeres. Sin embargo, esto lo hizo en una época en la que la fotografía era el registro de la vida y cultura de la sociedad de élite, y donde quienes hacían fotografía se centraban en reproducir la imagen de Porfirio Díaz u otros hombres y grupos de poder.
“La posibilidad de mostrar en la prensa ilustrada del porfiriato la imagen de una élite social relajada, estuvo relacionada con las reproducciones de imágenes que aludían al poder y al progreso, ya que todas ellas, en conjunto, ayudaban a fortalecer el discurso justificador del régimen de Díaz (…) como parte de la personificación del poder, los retratos de muchos políticos y hombres más prominentes desfilaron en las primeras planas de varios números de los magazine ilustrados”, reveló una investigación sobre las imágenes fotográficas de la sociedad mexicana en la prensa gráfica del porfiriato.
Como egresada de la Academia de Bellas Artes de México, Natalia no se limitó a usar la fotografía para documentar la realidad sino que también la uso para hacer creaciones artísticas de otra índole. Por ejemplo, gran parte de su fama durante la época se le atribuye a que incorporó a sus obras elementos de otras naturalezas, por ejemplo pegar fotos a flores y listones.
A propósito de este tipo de expresión artística, recientemente se halló una nota del periódico “La Patria”, de la época, en la que se denuncia que un hombre llamado Lauro Ariscorreta quiso robarle crédito de estas obras. La misma denuncia da cuenta de que Natalia defendió su trabajo y demostró que ella era la verdadera creadora.
Natalia estudió en la Academia de San Carlos en la Ciudad de México. En una época en la que las mujeres trabajaban como asistentes en los estudios fotográficos de sus esposos, padres u otros fotográficos, ella consiguió poner su propio estudio fotográfico, “Fotografía Nacional”, que se instaló en la Ciudad de México. Antes que ella, según otras investigaciones, María Guadalupe Suárez fue la primera mujer en instalar un estudio fotográfico en la capital del país en 1881.
Natalia nació en 1872 en Querétaro y murió 64 años después, aparentemente por un mal cardíaco. Nunca se casó ni tuvo hijos. Tenía cuatro hermanas. A decir de una sobrina suya que entrevistó Bartra, Natalia tuvo una gran amiga, «la güera», que fue su compañera de toda la vida. Su familia tenía una empacadora de alimentos que les permitió ser parte de la sociedad de élite de esa época. De acuerdo con Bartra y con otras personas que han investigado la vida de la fotógrafa, “lo que no se sabe es cuántas fotos de ella existen regadas por la ciudad, o por el país, como producto de su trabajo en el estudio”, además de que tampoco existe suficiente información y fotografías difundidas que permitan conocer más sobre su trayectoria.
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