Por Montserrat Pérez
Mientras escribo esto, estudiantes de diferentes facultades de la UNAM están marchando para exigir un alto al acoso y demás violencias machistas que aquejan a la universidad. Leo con tristeza y mucha rabia la respuesta de algunas autoridades, específicamente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, pues me parece que el paro que acompaña diversas acciones de denuncia de las universitarias, es absolutamente necesario.
Recuerdo mis primeros semestres como estudiante universitaria en la FCPyS con amor, pero también con incomodidad. Y no es para menos, a pesar de las muchas alegrías y satisfacciones de la vida estudiantil, también tuvimos que lidiar, mis compañeras y yo, con el miedo de que algún día nos fuera a pasar algo. ¿Algo como qué, Montserrat? Pues que fuésemos agredidas, ya fuera por desconocidos (porque nos advirtieron que la facultad estaba en una zona de alto riesgo de violación y que no fuéramos solas al baño o nos regresáramos solas al metro); o por conocidos: maestros, amigos, compañeros. Especialmente maestros.
Debo reconocer que como estudiante no conocía particularmente cómo reaccionar a un abuso ni siquiera escolar, vaya, pero aún menos un acoso sexual.
Debido a mi participación activa en la política de la facultad me fui enterando de qué hacer en caso de que alguien de mis profesorxs fuese injustx con las calificaciones o que no asistieran, en fin, todo lo relativo a situaciones académicas más o menos habituales y que estaban claras en la legislación universitaria. Y, sí, por supuesto que funcionó saber.
Sin embargo, en las cuestiones específicas de violencia hacia las mujeres, y es que la violencia sexual es una de las muchas que se viven, era más complicado encontrar cómo reaccionar. Claro, se podía ir con lxs consejerxs técnicos que te podían acompañar con el abogado de la facultad, pero no era algo sencillo, iniciar un procedimiento administrativo contra alguien implicaba mucho desgaste, tanto por la burocracia involucrada, como porque el resultado podía dejar a la denunciante en una situación de vulnerabilidad. Afortunadamente yo no tuve que hacerlo, pero sí vi de cerca algunos casos.
Hace un par de años entró en vigor el Protocolo de Atención de Casos de Violencia de Género en la UNAM, el cual, a simple vista, no está mal. Sin embargo, leyéndolo y analizándolo con detenimiento, sigue siendo igual de complejo y tiene bastantes trabas. Acá está el enlace por si lo quieren leer.
Yo no me enteré de qué era un escrache feminista hasta después de salir de la universidad, cuando algunas compañeras hicieron la denuncia pública contra Víctor Hugo Flores Soto, quien en ese entonces era estudiante de posgrado en el Instituto de Ciencias Nucleares. Así, con esa acción, yendo a la universidad con tambores y carteles y sus propias voces, se logró visibilizar e incluso llevar a proceso este caso.
QUE PARE TODO
Nos dicen que dialoguemos, nos dicen que las puertas abiertas y las arañas patonas. Falso. De ser así muy seguramente no estaríamos donde estamos hoy. Nos dicen que no son las formas, ¿y cuáles son entonces? Porque las existentes, las institucionales, hasta ahora no han funcionado. ¿O no será más bien que las quejas, denuncias, etcétera han caído en oídos sordos? ¿Cuánto tiempo pasó para que despidieran a Seymur Espinosa y cuándo fue la primera denuncia pública?, por ejemplo.
“Ay, es que impiden que se desarrolle la vida académica normalmente”. ¡Sí! Y eso es importante. ¿Por qué la opción de que las alumnas sigan conviviendo con agresores les parece mejor? Porque esa es la alternativa, déjenme decirles. Si no hay acciones contundentes y reales, lo que se está haciendo de hecho es eso: poner en riesgo a esas alumnas por las que sienten tanta consternación porque van a perder un día de clases.
Sí, sí al paro, porque a nosotras se nos va la vida (literalmente) teniendo que aguantar abusos: en el transporte, en la calle, en casa y también en las escuelas.
¿Qué creen? Muchas de las recomendaciones de profesores que nos hacíamos cuando estudiaba estaban basadas en si eran acosadores o no: “No, ese viejo es bien cochino”, “No, ese maestro invita a salir a las alumnas”, “Esa clase es buena, pero el adjunto es un acosador”. Sí, y estaba (espero poder hablar en pasado) completamente normalizado, era parte de tomar clases, de la experiencia universitaria.
Sí, sí al paro, porque no solamente son los profesores quienes andan con impunidad. Los alumnos que acosan tampoco tienen consecuencias cuando hay casos de abuso o agresión. Que porque pobrecito, que seguro son unas exageradas, que él tan brillante y tú tan malpensada, que mejor no te metas con él porque es protegido de X o Y. Así que tenemos que estarnos protegiendo también de ellos, de quienes se suponen que son nuestros “compañeros”.
Sí, que pare todo. Que pare todo hasta que no haya una sola estudiante que vaya con miedo a la escuela. Hasta que todos y cada uno de los agresores estén fuera de las aulas. Hasta que haya justicia para quienes denunciaron y para las que no lo han hecho por miedo. Que pare todo hasta garantizar la seguridad de todas las mujeres que integran las universidades. Que pare, para que cuando todo camine de nuevo, sea por un mundo diferente.
Yo sólo puedo decir como parte de la comunidad universitaria, porque sí, lo sigo siendo, y como mujer sobreviviente de violencias abusos, que este paro merece todo el apoyo disponible porque sí, hermanas, yo les creo.