Por María Luisa Camargo
“Hay que hablar más del tema… qué es una violación en la guerra: cada vez más la violación es un arma de guerra”.
-Rita Laura Segato.
Cuando empezaron a desaparecer como el oasis en los espejismos
a desaparecer sin últimas palabras
tenían en sus manos los trocitos de cosas que querían.
-Mario Benedetti
Nací en agosto de 1950. Mi madre me parió después de mucho dolor. En esa época, Pancho Austria1 era temido, pasaba con su ejército haciendo la leva. Por ello mi má se escondía, desde que estaba chiquita veía pasar al ejército, como mi abuela vendía comida, pasaban los soldados y comían en su casa. Mi má, tenía doce o trece años, no recuerdo, cuando comenzaban a tocar las campanas y los hombres que se subían a los árboles más altos gritaban “¡¡¡la leva, la leva!!!”, corría y abrazaba a una niña, bebé. Con el rebozo la cargaba en su cuaxantle2, así no podían llevársela, porque sí, se llevaban a las mujeres para que hicieran las tortillas, o si alguna le gustaba a algún soldado, pues se la robaban. Por ello, cuando se oía “la leva, la leva”, las mujeres jóvenes corrían al cerro, con su ayatada de tortillas y comida, allá se escondían, para que no se las llevaran los soldados. Sí, allá en mi tierra se roban a las mujeres.
Mi má siempre trabajó, porque enviudó cuando nací. Los soldados se llevaron a mi pá, un día pasaron por la casa, lo acusaron de ser ladrón, pero no, él no era ladrón. Él era campeador,3 se lo llevaron porque mi pá no se quiso esconder. Ya estaba advertido, se lo llevarían. El día en que se lo llevaron, pasaron señores y le gritaron “vámonos a Veracruz, allá no nos buscarán”, su propio hermano le rogó que se fueran, que se escondieran. “Hay que vestirnos de mujer, como ese señor, que ya se fue y no lo reconocieron los soldados”. No, mi pá dijo, mientras aceitaba su pistola “que vengan, no soy vieja para morir de parto, acá los espero”. Y sí, se lo llevaron. Eran varios soldados, amenazaron a mi má con llevarse a mis hermanos mayores.
Mi má me cargó en su espalda, con el rebozo. Seguimos a los soldados, escondidas. Yo tenía seis meses, me contó. Cruzamos los montes junto a otras mujeres a las que también les quitaron al marido. Mi má logró encontrar a mi pá, estaba en el cuartel de Huejutla. Hablaron, mi pá le encargó a mis hermanos y hermanas, “cuídales”, le dijo, a mí me dio un tecoco4 que me comí porque tenía mucha hambre. Fue la última vez que se supo algo de mi pá. Nunca lo encontraron, nunca se supo en dónde dejaron su cuerpo. Lo desaparecieron. Cuando yo era pequeña, padecí de mucha hambre, porque mi má se iba a trabajar a la milpa, con la coa. Llegaba y me daba pecho; una de mis hermanas le decía “déjela que se muera”. Fui creciendo, mis hermanas casi no me hacían caso, pero no me morí. Mi madre me crió haciendo destajos,5 se paraba a las cinco de la mañana, con el alba. Se iba y yo lloraba. Todo el día tenía hambre. Me iba al cerro a comer tierra, me gustaba, su sabor era rico. Hasta la noche llegaba mi má, me cargaba y me cantaba, me daba una memela grande, con frijoles cuando había, si no, con salsa.
A los cuatro años me pasó. Estaba chiquita, mi cuñado le pidió a mi hermana decirle a mi má que me mandara a arrullar al niño, mi sobrino, porque lloraba mucho; mi hermana tenía que ir al pozo a lavar, todo el día se tardaba. Fui, estaba en la casa arrullando la cuna cuando él entró. Me violó. Sí, mi cuñado. Allí empezó. Desde ese día me hice mala, toda la gente me caía mal. El profesor de la escuela me regañaba mucho, porque no le obedecía. Sacaba la vara y me daba en las manos, en los deditos. Yo no lloraba, me hacía la fuerte. Me enojaban las niñas que decían “mi papá me compró esto” “mi papá me trajo esto del monte”. Las odiaba. ¿Por qué ellas sí pueden tener papá? Hasta los tres años creí que otro de mis cuñados era mi pá, el día de muertos supe que no, escuché a mi má decir que una de las velas era para mi pá. Lloré, la odié. ¿Por qué nunca me dijo que mi pá estaba muerto?
Creo que mi pá un día regresará. Probablemente está con otra mujer, porque me contó mi má que era muy enamoradizo, tocaba el violín y hacía versos. Las mujeres lo seguían, mi má se enojaba con ellas. Pero no podía hacer nada. Creo que mi pá está vivo, espero conocerlo, porque no le conozco, nunca quiso tomarse una foto, dicen que me parezco a él, eso me pone contenta. Estoy segura que si él hubiera estado, nunca me habría pasado lo que me pasó.
A los doce años me llevaron al rancho, a cuidar los animales. Solita, sólo don José estaba cerca, no había luz, nada, sólo el río cerca y nada de gente. Mi hermano me enseñó a disparar, me llevó una escopeta, para defenderme. Ya sabes, había hombres que iban para hacerme cosas, y yo solita. En la noche me subía a los árboles, para que no me encontraran. Me ponía la escopeta en el hombro y me subía al árbol. No dormía. Estaba muy enojada. A los quince regresé al pueblo. Sí, mi má quería casarme ya, porque me puse rebelde. Yo quería trabajar y comprarme zapatos, porque no tenía zapatos. Quería ir a México a trabajar, una señora me dijo que ella me llevaba, que no le dijera a mi má, que podría trabajar pero que tenía que pintarme mucho. No importa, yo quería zapatos. Me desperté a las dos de la mañana, mi má dormía. Tonta yo, porque encendí la luz. Mi má despertó, se enojó, me regañó. No me dejó ir con la señora. Desde ese día me enojé mucho con mi má. Me hice novia de él, hijo de una familia respetable. Me gustaba, en su casa siempre había comida, porque allí había de todo: piloncillo porque el papá tenía trapiche y sembraba caña, cosechaban frijol, había mucho maíz, tenían vacas y por ello había leche y queso. Pero lo más importante es que él sí tenía papá. Si me casaba con él, haría que mis hijas tuvieran padre y además, ¡abuelo! Yo no los conocí. Su apellido me gustó. Me casé con él. Su madre nunca me quiso, pero logré lo que buscaba: que mis hijas tuvieran padre y abuelo, así no pasarían por lo que yo pasé. Esa vida fue muy dura, pero aquí estoy. Quiero que cuentes mi historia, porque no es bonita. Sólo no digas quién soy, porque no quiero que sepan mi nombre.
Notas y referencias:
1 Francisco Austria, cacique que ejerció poder y represión en la zona de la Sierra y Huasteca del estado de Hidalgo. Al ser encarcelado luego de burlarse de un presidente municipal, dice “—Es injusto lo que me han hecho— se queja ahora el que fue señor de vidas y haciendas, hasta con derecho de pernada”. Revista Proceso. Redacción. “Aún se creía poderoso y se burló de un alcalde” 23 de diciembre, 1989. México.
2 En la Sierra Alta se define como cuaxantle lo que una mujer puede cargar en sus faldas. Originalmente el término designaba tanto a la enagua donde se cargaba algo, como al envoltorio mismo. Consultar https://books.google.com.mx/books?id=o_VO2R443BYC&pg=PA14&lpg=PA14&dq=cuaxantle&source=bl&ots=GeUdSOKStE&sig=5gLiLWATeVFeRxd7pDu55-M0Tns&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwif5PGUhMjTAhVkwYMKHVepCVcQ6AEIIjAA#v=onepage&q=cuaxantle&f=false. Fecha de consulta 28 de abril de 2017.
3 En la región Sierra Alta-Huasteca de Hidalgo, el término se utiliza para referirse a la gente que caza para consumo propio. Generalmente son hombres.
4 Gordita de masa de maíz mezclada con manteca de cerdo y sal. Es un antojito de origen otomí y se consume en la Sierra de Hidalgo. Referencia https://www.laroussecocina.mx/diccionario/definicion/tecoco consultado 28 de abril 2017.
5 Trabajo que se valora por la labor realizada y no por el tiempo. Usualmente participan mujeres y niños para terminar pronto. Referencia http://www.wordreference.com/definicion/destajo consultado 28 de abril 2017.