Por Astrid Yulieth Cuero Montenegro
Muy sonriente la calaca estaba en el panteón
Vio a una joven mujer que lloraba frente a una tumba,
y le preguntó:
¿Cuál es la razón de tu dolor?
La chava a la huesuda, le contestó:
“Lloro por mi amiga, aquí enterrada,
que su ex-pareja asesinó.
Él envidió nuestra unión,
intentó apropiársela,
y destruir el cómplice vínculo que nos unía de corazón”.
La flaquita entonces la interrumpió y le confesó:
“Recuerda que tanto en el Mictlán,
como en el panteón Yoruba de las Orishás,
las muertas seguimos teniendo energía vital y voluntad.
La fuerza luchadora de nuestras ancestras racializadas,
nos sana y dignifica,
ellas logran reparar la muerte feminicida,
ocasionada por este sistema criminal.
Así que no debes estar triste,
el vínculo entre tú y ella, trascendió,
romperlo, él no lo logró,
porque esa que creías haber perdido,
a quien hoy lloras y deseas volver a ver,
escuchar y acariciar,
esa… esa soy yo”.
La joven mujer sorprendida y emocionada la abrazó,
y la calaca maravillada por su reacción la besó.
Las dos, mujer vital y cadavérica, se fundieron en un beso de amor.